2•silencio

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Kyoka ya sabía que esto iba a pasar en algún momento, así que sin hacer ruido, entró a su casa esquivando las latas de cerveza vacías tiradas en el suelo.

Su padre se encontraba durmiendo en el sillón, ebrio, al parecer.

Sí, tenía miedo de que esto pasara, que su padre en vez de quedarse en el bar durante horas emborrachándose, lo hiciera en casa, y no darla tiempo para llorar en paz.

Se dirigió a su habitación y se sentó en la cama con cuidado de no hacer ningún sonido. Las ganas de llorar la estaban matando, pero no podía hacer nada, no ahora, no con el.

Sacó el móvil para distraerse, cuando notó que la habían etiquetado en Instagram. Era la cuenta de Heather, que había publicado una foto de Kyoka con el kimono puesto. Se la habría tomado cuando ella no la veía, porque no recordaba haberla visto sacar el móvil en ningún momento.

En la descripción de la imagen decía: "Mirad q puta sin sentido d la moda tenemos aquí. Pobre Kyoka, su gusto es tan malo como sus notas, jajajajaja.
1 like = 1 poco más d sentido para ella.
No os esforcéis en dar like, esta gilipollas no va a cambiar nunca jajajaja xD", y luego de eso la etiquetaba en la foto.

Los comentarios eran todos del estilo: "Jajajjajq q estrecha esta imbécil xD", "#Pray4Kyoka, bueno no, no se lo merece lol", "Y esta de k va?? Esta loka"

Vale, ya se estaba cabreando, esos imbéciles hijos de su puta madre se estaban metiendo en territorios ajenos, y las ganas de mandarles a la mierda a todos eran más grandes que las de llorar. Estaba harta, ella solo quiere, ¡ella solo quiere!, ¡ella quiere!, ¡QUIERE!...

































No, ella no quiere nada, ella no tiene derecho a querer nada, ella no tiene derecho a enfadarse, ella no tiene el derecho a nada, nadie se lo ha dado, así que se limita a respirar hondo, dejar el móvil, y levantarse para ir al baño a calmarse.

Abre la puerta de su habitación y se dirige al baño, pero con todo lo que ha pasado no se acuerda de que su padre está allí, tropieza con una de las latas vacías y se cae, haciendo un ruido tremendo.

Entra en pánico al escuchar unos pasos dirigirse a ella, un sudor frío la recorre, y trata de volver a su habitación lo más rápido posible. Pero era muy tarde, el ya la había alcanzado.

-¿Desde hace cuánto estás aquí?- le pregunta con indiferencia, pero con cierto tono de amenaza en su voz.
-Desde hace una hora- le contesta la azabache, encogida por el miedo.
-¿Y por qué yo no lo sabía?- pregunta, ya tronandose los nudillos.
-Porque no quería... Molestarte- responde insegura de lo que dice, y el nerviosismo trepando por su espalda.
-Búscate una mejor excusa para la próxima- dijo, para después estampar su puño contra la cara de su hija.

Un hilo de sangre bajaba por su nariz, al igual que sus lágrimas, mientras le proporcionaba otro golpe. Pero ella no grita, no pide ayuda, ya no entiende porque debería hacerlo, si nadie nunca ha ido a ayudarla, por más que haya rogado y llorado.

Kyoka solo permanece en silencio.

Sin final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora