Capítulo 1

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  POV Calle

Hace tres meses no escuchaba las concurridas fiestas estruendosas de Maria José. No me parecía normal, ella era la típica persona alocada que era el centro de atención en todo lugar. Todo el mundo moría por ella, lastimosamente incluyéndome. Nunca le quise hablar, ella para mí era una diosa a la que yo no podía tocar, así que simplemente opté por la opción más fácil: admirar desde lejos. Todo en ella era perfecto, su encantadora personalidad, ese pelo alocado de un color azul electrizante, esa cara definida que tanto amaba, y esa sonrisa matadora que hacía caer hasta a el mas duro de corazón. Pero de repente todo cambió meses atrás. Ya no asistía a ningún lugar, no hacía sus locuras de las que todos se reían y esos ojos verdosos tan animados lentamente se fueron apagando. Deseaba preguntarle que le pasaba, decirle que todo estaría bien y que no se preocupara por nada, pero ese no era mi lugar.

Era una fría mañana como cualquiera, salí un momento de mi departamento para dar un breve respiro ya que los proyectos me estaban matando, y ahí estaba.

-Maria José, hola, hace mucho no te veía- Le dije sonriéndole tímidamente.

-Oh Daniela hola, ¿cómo vas? – Su risa de lejos se notaba forzada, y su mirada parecía perdida, observando el vacío.

¿Por Dios Maria José, que fue lo que te pasó?

- Muy bien, gracias por preguntar, y a ti ¿cómo te ha ido? Hace mucho no te veo y ya tus payasadas empiezan a hacer falta- Respondí lo más entusiasmada posible. Era verdad, la falta de su divertida actitud empezaba a notarse. La vi titubear un poco, pero dijo lo más serena posible. -Con todo respeto Daniela, no creo que sea de tu incumbencia saberlo. – Bueno, pues esa respuesta no la esperaba.

Después de varios segundos de un silencio bastante incomodo decidí hablar. -Oye me preguntaba... ¿Quisieras ir a tomar un café conmigo? He estado bastante estresada por mis trabajos y me vendría bien un descanso. – Me miró extrañada. – Daniela aprecio mucho esto y todo, pero tengo muchas cosas en mente y francamente lo último que necesito es a alguien tratando de interactuar conmigo. – Tras esto, bufó y rápidamente pidió el ascensor para desaparecer de mi vista.

¿Qué había hecho de malo?

Decidí no prestarle mucha atención a su mala actitud, sabía que esas no eran sus tiernas respuestas a las que todos nos habíamos acostumbrado. Lentamente, abrí la puerta del conjunto para ir por mi café, era muy necesario tener un poco de cafeína en mi sistema en estos momentos.

Siempre había admirado la natural belleza de Bogotá,  que a pesar de el frío, tenía una gente a la que era imposible no amar. Cuando llegué a el café más concurrido de la zona, opté por sentarme en mi puesto de siempre: junto a la ventana. Uno de mis hobbies favoritos mientras tomaba mi capuchino era observar a la gente pasar e imaginarme sus historias de vida. Era cómico, tantas personas con las que te encuentras en el día a día, y tan pocas historias son las que de verdad conoces.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no vi a alguien acercarse. -Daniela Calle, que linda sorpresa encontrarte otra vez.- Cuando levanté mi cabeza, supe inmediatamente quien era, esa sonrisa perfecta era inconfundible. -¡Sebas! hace mucho que no te veo por aquí.- Sebas era uno de mis más cercanos amigos, nos conocimos en la infancia y desde ahí somos inseparables. 

- Resulta que decidí tomarme un descanso del trabajo, así que mi hermosa cara no se apareció mucho por aquí últimamente.- Comentó sonriendo. Amaba sus idioteces. Le pedí que me trajera el pedido de todos los días, un croissant de chocolate y capuchino. Él, sonriente, asintió y se fue. Mientras esperaba dirigí mi mirada hacia el gran ventanal para observar afuera y volver a mis complejos pensamientos.

No pude evitar pensar en Maria José cuando vi en la distancia a una chica de pelo azul corriendo hacia quien sabe donde. El imaginar el dolor que debía de estar sintiendo en estos momentos me era insoportable. Era increíble el pensar que aunque no fuéramos muy amigas, muchos de mis pensamientos le pertenecían a aquella chica de ojos verdosos.

Y ahí en ese preciso instante, con el frío y la gente a mi alrededor lo había decidido. Maria José Garzón era un enigma el cual estaba decidida a descifrar. 

Miradas ProhibidasWhere stories live. Discover now