31. Un dúo inesperado

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Llego a casa al menos una hora después de salir de la de Brenda. Me tomé mi tiempo para caminar, pensando en ella. Ni siquiera pareció acordarse de su novio esta noche, mientras se aferraba a mi mano con delicadeza y caminaba por las calles desoladas, únicamente en mi compañía.

Otra vez me estoy haciendo ideas absurdas.

Si bien a veces parece que me necesita tanto como yo a ella, o que tiene algún interés en mí. La verdad es que, si está de novia con otro, es porque no es así.

Subo a mi habitación y me dispongo a preparar el bolso para el campamento, que comienza al día siguiente desde temprano. Con todo lo que pasé esta semana, me olvidé por completo de alistar lo necesario.

Estoy terminando de acomodar mi ropa, mis zapatos y demás, cuando papá abre la puerta.

—Ya volviste —comenta.

Le sonrío levemente.

—Sí... —contesto. Va a cerrar de nuevo, para retirarse, pero lo interrumpo —Papá, ¿puedo hablar contigo un momento?

Él asiente, aunque dudoso. Ingresa con cuidado.

Me siento en mi cama y le invito a hacer lo mismo. Sé que debo atender las palabras que voy a usar. No quiero que esta conversación termine en otra discusión. Sin embargo, prefiero ir directamente al punto.

—Sé que te lastimó lo que dije la última vez —me resulta inevitable agachar levemente la cabeza—. Pero tienes que saber que no es lo que pienso en realidad.

Él se dedica a escucharme atentamente.

—Lo dije en un momento de rabia —me explico mejor— Estaba muy enojado por cosas que ni siquiera tienen que ver contigo. Hice muy mal, lo sé.

Junta sus dos manos, reflexivo. No responde.

—Además, fue injusto de mi parte decir que mi madre te dejó a ti... —insisto—. La verdad es que nos dejó a ambos.

Suelto un suspiro y él coloca una mano en mi rodilla.

—Hijo... —se toma un momento antes de continuar, porque le cuesta mucho expresar lo que siente. En ese aspecto somos tan distintos—. A veces yo también soy muy duro contigo. Lo lamento.

Su sinceridad me saca una tenue sonrisa.

—Sé que sólo te preocupas por mí, y en el fondo lo aprecio —confieso.

—Muy en el fondo —bromea él y acompaño su risa.

Estoy seguro de que, si me exige tanto, es porque busca lo mejor para mí.

—Te quiero, viejo —coloco mi mano en su espalda.

Él se extraña un poco por mi muestra de cariño. Pero al momento sonríe y me acaricia la cabeza.

—Yo también, aunque no lo deje muy en claro a menudo.

Me alegra que me lo diga. Especialmente porque a veces pienso que, de tantas veces que lo he defraudado, terminé perdiendo su afecto.

—A veces, pareciera que preferirías un hijo que se enfoque en seguir tus reglas —declaro, angustiado.

Él niega, sin dudar.

—Nunca te cambiaría, Lucas— asegura, con una sonrisa—. A pesar de que en varias ocasiones llegué a pensar que sólo quieres matarme de un infarto.

—Es que me cuesta mantener un balance entre lo que quiero hacer y lo que tú quieres que haga —hago un esfuerzo por aprovechar que estamos hablando bien, para confesarle mis temores—. Durante toda mi vida me enfoqué en seguir ese camino que habías trazado para mí, porque no sabía lo que quería. Y ahora que por fin lo sé, no puedo evitar sentir que te estoy decepcionando.

Por culpa de un instante (Completa✔ y en físico 📚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora