Un, dos, tres.
Un, dos, tres.
La puerta.
Abre la puerta.
¿Era un sueño? Parecía estar flotando, como si su cuerpo hubiera perdido masa corporal y se transformara en brisa.
Volaba, volaba por sobre las casas, mirando, mirando los tejados. Volaba; si, estaba volando. De lejos le llegaba una música. ¿Era música de órgano? Las melodías vibraban alto; agudas, y volvían a descender; graves, y luego lo mismo. Bajaban, subían, bajaban, subían.
Creyó estar en todas partes; pero en ninguna parte. Escuchaba...no; sentía. Sentía en lo que había sido su piel las melodías, ahora era viento, tempestad, fuerza y violencia. Escucho a lo lejos la voz de su madre.
La puerta.
La puerta debe estar abierta.
Petra, Petra, Petra.
Una llave por otra llave.
La vos se fue distorsionando hasta fusionarse con la música, aquella melodía la seguía volara donde volara.
Niña, niña deja de llorar.
Eligeme a mí.
Salvate.
Salvanos.
Piedad, piedad.
Ahora eran más voces que se juntaban y chillaban en un revoltoso éxtasis.
Salvanos.
Salvanos.
El opresor viene, ya viene.
Y se va con nosotros.
El es nosotros.
Ella quiso hacerlo tan feliz.
Fracaso. Fracaso.
Petra, Petra.
Salvanos.
Una mujer, una mujer se inclinaba sobre ella, volaba sobre ella.
Petra alzo la mirada y la vio. La extraña de esmoquin. La sonrisa grande, blanca y brillante. De repente la música se volvió atroz, un huracán que la envolvía, ya no podía volar con libertad. Intento desprenderse y vio que la tenia sujeta por el cuerpo un hombre; un anciano. Le sonreía con dientes afilados y negros; su boca era una cueva por donde salían alimañas y truenos.
No podes, Petra.
Salvanos, salvanos.
No se puede perder lo que nunca se tuvo.
El viejo abrió la boca y la engullo. Petra grito horrorizada y cayó sobre algo duro y puntiagudo. Algo que se movía y retorcía. Intento ponerse de pie pero no podía, estaba perdida, la había comido.
Alguien gritaba en la habitación, haciendo que la piel de Petra se erizara con horribles picores.
Luego de un instante, se dio cuenta que ella gritaba.
Petra se encontró en el suelo de su habitación. Sintió cosas debajo de ella y grito nuevamente, creyendo que seguía en el horrible sueño. Miro hacia abajo y se quedo muda, boquiabierta, el grito que venía en camino muriendo en sus labios.
Estaba sobre miles y miles de llaves. Estas eran de todos los tamaños, formas y colores. Atónita, tomo una que era del tamaño de su mano y se la quedo mirando. La llave tenía todo un encrucijado de metal, formando un ovalo y terminando en una fina línea, donde sobresalían los dientes.
Petra se largo a llorar, angustiada. ¿Por qué le pasaba aquello? ¿Seguía acaso en el sueño? Recordó la voz de su madre y lloro aun más. La extrañaba. Extrañaba su melodía, su sonrisa, la forma en que decía su nombre. Sintió un par de pasos silenciosos y el ruido de su puerta al abrirse. Por ella entro Horacio, quien se le acerco y refregó el hocico contra su cintura, tratando de consolarla. Petra sonrió por entre medio de las lágrimas. Hipo y abrazo al gran tigre; sintiendo su calor y suavidad del pelaje. Ya no les temía a sus invitados. Le hacían gracia, como el malhumorado Richard parecía regañar constantemente a su amigo, quien era alegre y constantemente hacia piruetas en el aire y parecía intentar cantar, con sus extensos maullidos. Richard parecía la abuelita gruñona, mientras que Horacio parecía el pequeño nieto.
_Horacio, ¿Cómo llegaron estas llaves aquí? ¿Vos lo sabes?
El tigre se la quedo mirando con sus grandes ojos verdes y Petra suspiro.
_No, claro que no sabes. Ni siquiera lo sé yo. Espero poder despertar de todo esto en algún momento.
Salió de su habitación con la llave todavía en la mano y se dirigió hacia su pequeño jardín interno. El departamento constaba con una habitación, una cocina, una sala de estar y un pequeño y florido jardín. La señora Madison era dueña de aquellos complejos de departamentos, los cuales eran muy raro encontrar en el pueblo, bien amueblados, que alquilaba solo a inquilinos que a ella le parecían respetables (esta palabra salía casi constantemente de su boca, parecía que le confería cierto estatus) y a Petra parecía que le adjudicaba esa palabra, porque cuando le intento explicar que no tenía mucho dinero para pagarle y que estaba en sus planes buscar trabajo para sustentarse la señora solo había colocado una mano sobre su hombro y le había dicho:
_Sea bienvenida, hija mía. No tenes que preocuparte. Veo que sos respetable y de buena cuna. No hay problema con el alquiler. Yo me ocupo. Dice la santa palabra de mi Señor que debemos cuidar y dar cobijo a los desamparados.
La muchacha se había puesto de todos los colores al escuchar aquello. Si se lo hubieran dicho en otra parte de su vida; habría reído hasta sufrir un ataque. En cambio, en ese momento, solo sintió una gran tristeza y desolación.
Su corazón triste no podía ver la luz.
Salió al jardín. Llovía. Aspiro profundamente, llenándose los pulmones de olor a lluvia y fragantes flores. Se agacho y corto una pequeña margarita. Al instante se arrepintió. Aquella florecilla no crecería más ni deleitaría más con su aroma. Al igual que su madre.
No penses más en eso. Murió. Caso cerrado. Nunca más.
Escucho un rugido hambriento desde la cocina. Se apresuro a guardarse la flor en el bolsillo del pijama y salió hacia la otra habitación. Al entrar a la cocina se detuvo y se restregó los ojos para ver mejor. ¿Estaba viendo bien? ¿Estaba sentada en la mesa la extraña mujer de esmoquin blanco, mientras Richard le servía té en una taza y leía uno de sus libros?
La mujer le atrapo la mirada de asombro, irguió la taza a modo de saludo y comento:
_Este libro es uno de mis favoritos.
Levanto el libro con la otra mano y Petra pudo leer el título: “El Principito”.
_ Veni. Veni a sentarte. No muerdo. Tampoco Richard. Ni Horacio. Son vegetarianos._ lanzo una carcajada musical, como si fuera la mejor broma del mundo lo que acababa de decir. Le guiño un ojo y señalo la silla enfrente de ella. Las otras dos estaban ocupadas por Horacio, quien lengüeteaba la infusión y Richard, quien miraba con desaprobación a su compañero, como si este no tuviera remedio, sosteniendo con las garras la taza del té azucarado y con la otra zarpa pasando las páginas del mismo libro de ayer, cuando Petra lo había encontrado en su cocina.
Petra se acerco a la mesa, corrió una silla y se sentó, anonadada. Se fijo en el cabello de la mujer, el cual seguía del color de las galaxias. Se pregunto si el extraño baile que había tenido y la mujer junto con los tigres y las llaves no serian parte de su imaginación. Tal vez se había vuelto loca, finalmente. Tal vez ni siquiera estuviera sentada en aquella mesa con aquellos extraños personajes, sino en un hospital psiquiátrico, balbuceando fantasías y babeando.
La vos de la mujer la arranco de sus oscuros pensamientos. Estaba tarareando una canción de cuna. La reconoció de inmediato. Era la canción que le cantaba su madre cuando era niña; para hacerla dormir. Se le retorció el corazón y sintió nostalgia y tristeza.
La extraña se la quedo mirando con una mirada que Petra no supo descifrar. Estaba confundida, asustada, como si supiera que iba a venir una gran calamidad. La mirada quería decirle algo. Pero he aquí la cuestión: ¿Quería ella saber? ¿Quería ella saber lo que pasaba en realidad? ¿Era todo real?
La mujer dejo de la taza con té, a medio terminar. Junto las manos y le sonrio.
_Petra, Petra. ¿Aun no te salvas?
Parpadeo confundida. ¿Qué quería decir con eso?
La mujer pareció leerle los pensamientos.
_Tenes que seguir la música.
_¿Música?
_Si, la música.
_ ¿Esa que tocabas?
_Yo solo toco la música de los corazones. Ayer tocaba la música que había dentro tuyo. Hoy tendré que tocar algo diferente.
_ ¿Por qué? ¿Qué ha pasado con mi música? ¿Qué hay de diferente hoy?
Esto es una locura. Mantener una conversación con una mujer que se coló en mi casa y ahora me habla de música. Que incoherencias.
_ La vida está llena de incoherencias. Y las aceptamos. Estamos a veces muy locos y eso no nos gusta. Solo que a los locos a veces tienen que darnos un poco de razón, ¿no crees?
_ ¿Podes saber lo que pienso?
_ Tus ojos son suficientes. Las miradas se pueden leer con mucha facilidad. Solo que las personas han perdido esa facilidad. Se han vuelto esclavos de sus pensamientos y de la palabra, cuando en realidad deben leer los ojos y escuchar la melodía del corazón. Eso es todo.
Petra se quedo en silencio, sopesando las palabras de la mujer, que ya volvía a servirse té, dandole aquella mirada. Una mirada que a veces su madre le echaba, y ella no sabía el porqué. Quería entender el porqué. Quería entender lo que estaba pasando.
La mujer del esmoquin señalo un punto y pregunto:
_ ¿Qué tenes en el bolsillo?
Petra, sorprendida, saco de su bolsillo la pequeña margarita y la deposito sobre la mesa.
_La arranque del jardín.
_ ¿Por qué?
_No lo sé. Yo... pienso que solo quería tener algo real conmigo.
_ ¿Algo real?_ la mujer echo hacia un costado la cabeza, sin dejar de mirarla y sin dejar de sonreír.
_ Si. Todo esto me parece un sueño. ¿Adónde se ha visto caravanas que salen de la pared, tigres que leen, mujeres que meten la cabeza en galaxias?
_Decime una cosa_ la mujer se llevo a los labios la taza, bebió un poco y volvió a dejarla sobre la mesa_ ¿Qué eras lo que querías salvar de pequeña? ¿No querías salvar al mundo, Petra? ¿No querías que se acabasen las guerras, no querías que mamá no sufriera cada vez que papá se iba al frente de batalla, no querías salvarlos, salvarlos a todos ellos?
Se oyó un gemido. Petra bajo la cabeza y siguió llorando en silencio. Con sus manos tomo la pequeña flor y la dio vueltas entre sus dedos.
_La mate. Mate a esta flor. Mate todo aquello que estaba dentro de mí. Mamá murió. A papá no le intereso. Solo me ha quedado mi cuerpo... es como un contenedor vacio. Yo solo quiero despertar.
_ No podemos salvarlos al menos que primero nos salvemos nosotros mismos.
_Eso ya me lo dijiste, pero; ¿Qué quiere decir?
_Quiere decir que escuches tu música. Escuches lo que te dice. No más, no más; eso dice ella. Entonces, cariño, debemos parar esto. No más. No más.
_ ¿Qué es lo que debemos parar? No entiendo nada.
_Claro que si entendes. Claro que queres pararlo, Petra. Salvar al mundo. Salvar a aquellos que están oprimidos.
_ ¿Pero por que yo?
_ Porque vos lo deseaste con todas tus fuerzas. Porque vos la llamaste.
_ ¿A quién? ¿A quién llame?
_A la música de tu corazón.
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PETRA
FantasyPetra, la mítica cuidad tallada en roca. Voluntad inamovible. Un sueño de pequeña. Una canción del corazón. Y un desconcertante abismo entre el dolor y el deseo. La salvación esta en sus manos.