Se encontraba en un jardín. Estaba repleto de flores de múltiples colores y formas. Reconoció ese lugar. Era el jardín de su antigua casa. La casa de sus padres. Miro hacia el sol. Este destellaba y giraba por doquier. Dando saltos. La luna allí arriba le seguía.
¿Por qué la luna me sigue, mamá?
Esa historia te la contare otro día, ahora; a dormir, Petra.
Siguió con la mirada el movimiento de las flores. Allí se encontraba el columpio donde jugaba de pequeña. La casa seguía como ella la recordaba, con la puerta trasera dando al jardín, con su tejado azul y su pintura blanca que empezaba a desencorcharse, producto de la humedad y de la falta de cuidado.
Giro sobre sus talones y de repente se encontró en el medio de un bosque de árboles frondosos, que apenas dejaban pasar hilos de luz por entre sus ramas y hojas. El jardín y su casa habían desaparecido y ante ella había un sendero, marcado por malezas tan coloridas que a Petra le entraron ganas de enterar sus manos allí. Miro anonadada jarrones de porcelana flotando, pendientes sobre el aire, sobre los arboles, con flores. Rosas rojas, violetas y rosadas salían de las bocas de estos. Sintió unos pasos y salieron por entre los arboles dos hombres vestidos con esmóquines de color naranja y adornados con perlas y tules.
Ambos hombres se dirigieron a ella y se inclinaron en un saludo formal. Petra los observaba absorta en sus pensamientos. Los hombres levantaron la mirada y uno de ellos le sonrió y ella los reconoció al instante.
_ ¿Richard? ¿Horacio?
El recién nombrado volvió a sonreír y hablo con vos cristalina y baja, como si quisiera que nadie más lo escuchara.
_Hola, Petra. Somos nosotros, si. Richard y Horacio.
Petra los miro confundida.
_ ¿Cómo es que están aquí? ¿Entraron conmigo? ¿Por qué no son más...?
_Shhhh_ Richard se llevo un dedo a los labios, haciéndola callar. Se acerco a ella y le rodeo los hombros con sus brazos_ Aquí, en tu mundo, somos personas reales. Cuando nos imaginaste de niña, éramos dos enormes tigres. Cuando ibas al circo con tus padres y nos veías en las jaulas siempre intentabas acercarte mas a nosotros. ¿No recordas cuando intentaste meterte en una de las jaulas para acariciarnos? Metiste en un gran lio a tus padres. Nosotros te hemos seguido. Te hemos estado esperando. Para salvarnos. Salvar tu mundo, Petra. Como cuando eras pequeña. Eras una pequeña princesa rota. Ahora eres nuestra reina. Pero seguís rota. Reina rota. Hay que juntar tus pedazos. Tu corazón debe sanar. Para salvarnos.
_ ¿A quiénes? ¿A quienes debo salvar? Estoy tan confundida...
_Petra, Petra, la música. ¿Qué dice?_ Horacio le tomo la mano e hiso que la mantuviera sobre su pecho, a la altura de su corazón.
Petra cerró los ojos y suspiro, cansada. Escucho a la lejanía una melodía, un piano que sonaba muy lejos desde donde se encontraban ellos.
Salvanos.
Salvanos.
El opresor.
Ya viene.
_ ¿Quién es el opresor?
Richard y Horacio se miraron entre sí por un momento. Sus miradas volvieron a Petra, pero esta no entendía bien y se sintió molesta.
_ ¿Quién es? Díganmelo. Necesito saber. No puedo hacer mucho si andan con secretos.
Horacio suspiro pesadamente y Richard miro hacia los arboles, como si temiera que alguien lo estuviera siguiendo.
Petra se sentía cada vez más molesta. ¿Por qué nadie le decía nada? ¿Por qué si ella tenía una misión, de la cual no sabía mucho, no podía saber?
_ ¡Richard! Por favor... necesito saber.
_Eso no te lo podemos decir nosotros. Solo ella y el puede...
_ ¿Ella? ¿Quién es ella? ¿El?
De repente se sintió mareada y sintió que los parpados le pesaban. Sintió un gran sueño; sus piernas parecían pesar toneladas cada una. Sintió una suave brisa acariciándole el rostro y pareció que su cuerpo se desvanecía, perdiendo equilibrio. Cayó sobre los brazos de Horacio y lo miro con los ojos entrecerrados.
_ ¿Quién es ella? Por favor...
_Shhh... No es hora de andar preguntando, mañana vas a entender. Tenes que dormir, descansar. La respuesta está dentro tuyo y por eso vendrá cuando estes lista. Ahora duerme, mi dulce niña.
Petra quiso protestar, pero se alejo dentro de la bruma del sueño. Se sintió transportada hacia otro lugar. Los parpados se le cerraban. Lo último que escucho fue la voz de su madre; diciéndole que flores traer.
Abrió los ojos y observo el paisaje. Los frondosos y gruesos arboles seguían allí. Eso significaba que seguía en aquel extraño bosque. Petra se incorporo con esfuerzo y se restregó los ojos, mirando a su alrededor. Miro debajo de ella y se sorprendió al darse cuenta de que estaba en una mullida cama; no en un colchón de hojas como había imaginado. Richard y Horacio habían desaparecido. Estaba nuevamente sola.
Se levanto de la cama y se quedo observando uno de los jarrones flotantes; preguntándose si en aquel lugar las cosas carecían de gravedad. Eso le molesto. Ese lugar, ese bosque, violaba todas las leyes que regían su vida, su mundo. Pero; ¿Cuál era su mundo ahora? Había atravesado una extraña puerta, había visto a sus dos tigres convertidos en hombres, había seguido el sendero que la extraña mujer de esmoquin blanco le había señalado. Petra estaba confundida. Y asustada. Mucho.
Toco con los dedos una de las flores del jarrón mas cercano y esta se desintegro entre ellos. Petra retrocedió; atemorizada. De repente el bosque se volvía oscuro, tenebroso, como si fuera maldito y no el hermoso bosque que había sido de antaño. De las grandes bocas de los jarros sobresalían flores muertas y marchitas. ¿Por qué había sucedido eso? ¿En qué momento había ocurrido ese gran cambio en ellas? Recordó que antes de caer dormida en los brazos de Horacio las flores le habían parecido tan hermosas, tan coloridas, maravillándose de que pudieran existir flores así.
Se encontró pensando en lo que le había dicho el tigre; Richard. Ella le había preguntado qué hacer, confundida, a lo que él le había respondido que no era él quien debía responder esa pregunta. Había mencionado a alguien.
Ella y el.
¿Quién era ella y el? Y lo más importante; ¿Qué debía hacer o preguntar? Oh; ¿a quiénes? Petra sintió de nuevo el miedo que subía por su garganta, queriendo salir en forma de gritos. Estaba muy lejos de su casa. Tan solo conectada a su “mundo” por una llave que apretujaba entre sus manos en aquel momento.
La voz.
Recorda la voz.
La voz profunda y agrietada, ajada, que le había indicado el camino a medida que pasaba por la puerta. ¿Era esa voz la que debía seguir? ¿Cómo podía buscar a la dueña de dicha voz?
Oh, Petra, en que te has metido.
Salvanos.
El opresor viene.
Salvanos.
Oh, como quería gritar con todas sus fuerzas.¡Cállense, cállense! ¡Silencio, silencio! Necesito pensar. Pero eso no solucionaría nada. Se rodeo el cuerpo con los brazos, queriendo llorar pero no queriendo al mismo tiempo, se sentía tan sola. Era la misma sensación que sintió al salir de la casa paterna y no le gustaba ni un poco. Sentirse sola. Aislada. Aterrorizada. Alguien había tenido la maravillosa idea de que ella debía salvar; proteger, tan solo porque de pequeña lo anhelaba con todo su ser. Pero; ¿lo quería ahora? ¿Por qué nadie la sacudía por los hombros y la despertaba o quizás porque al menos no le explicaban lo que debía hacer? Tal vez debía regresa a su pequeño y desolado departamento, alejarse de toda esa locura y enfrentar su realidad. La guerra. Aquello en lo que mástemía.
Salvar. ¿Salvar a quienes?
_A tu gente, cariño. A la gente del pueblo. A tu mundo.
Petra se volvió asustada hacia el lugar por donde había provenido nuevamente la voz. Antiquísima y casi sagrada; como la del viejo párroco que le daba misas de pequeña.
_Acercate, aquí estoy_. La profunda voz seguía hablando. Parecía llena de tristeza y muy cansada. Petra camino por entre medio de los jarrones, siguiendo la voz. Aparto matorrales tan altos como ella y siguió caminando. Su hombro roso un jarrón y este se resquebrajo y cayó al suelo; partiéndose en miles de pedazos. La joven observo ello, azorada. De repente todos los jarrones comenzaron a caer y colisionar contra el suelo acolchonado por hojas secas y marchitas. Las flores se desvanecían en un polvillo amarillento y sucio. Petra lo aspiro y empezó a toser. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se cubrió la boca con la mano. Los arboles parecían doblarse sobre sí mismos, hundiéndose en el fango que se había convertido el suelo del bosque. Todo ese mundo se venía abajo y ella solo quería salir de allí. Corrió desesperada hacia la voz; la cual seguía indicándole que se acercara, que se apresurara. Busco un sendero; un claro del bosque y lo siguió. Aparto ramas que se interponían delante de ella, haciéndole sacar sangre de sus dedos y palmas, la cual se escurría en hilos finísimos. Al final del claro hallo otra puerta apoyada en un gran olmo. Estaba intrincada y formada por gruesas ramas del árbol, que también tambaleaba y temblaba; desvaneciéndose como todo el bosque. Todo a su paso se volvía barro y un hedor le inundo la nariz. Un hedor a cadáveres, a putrefacción. El suelo se contraía e hinchaba, como si se tratara de un gran corazón verde y podrido. Oyó a lo lejos chillidos de pájaros asustados.
_La puerta, Petra. La llave. Usala.
La joven avanzo con dificultad hacia ella. Todo parecía haberse vuelto un embudo gigante que absorbía todo. Que la quería absorber a ella.
El opresor.
Ya viene.
Ya ha llegado.
¡No dejes que te atrape!
Tomo el pomo de la puerta con fuerzas y sintió que debajo de sus pies ya no había suelo, solo vacio. Miro por sobre su hombro y vio como el hermoso bosque ahora era solo podredumbre, troncos vacios y podridos colisionando entre sí, perdiéndose; polvo volviendo al polvo. Todo desaparecía a una velocidad vertiginosa, que la mareaba. Se sujeto con fuerzas a la puerta y busco con desesperación la cerradura. Esta se encontraba debajo de un montón de pequeñas ramas y hojas, las cuales aparto de un manotazo. Por un momento de pánico creyó que nunca lo lograría, que sería engullida por el gran remolino. Inserto la lleve y la hiso girar, escuchando el milagroso “clic” de la cerradura. Abrió la puerta con mucho esfuerzo y entro; corriendo por un espacio infinito, vacio, carente de vida. Choco contra algo, callo despatarrada y se desmayo.
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PETRA
FantasyPetra, la mítica cuidad tallada en roca. Voluntad inamovible. Un sueño de pequeña. Una canción del corazón. Y un desconcertante abismo entre el dolor y el deseo. La salvación esta en sus manos.