Iba al compas del viento, inclinando la cara hacia delante, para sentirlo, vivirlo; como si quisiera besarlo. Sus pies no corrían, volaban. Petra tenía la certeza de que si quisiera, podría alzar vuelo como las aves que la acompañaban. La sangre fluía con rapidez por sus venas, por su corazón. Ella fluía. La música sonaba fuerte en sus oídos. Una música estruendosa, alocada, que se le antojo ridícula; pero le encantaba. Rio con fuerzas y siguió por el sendero, siguiendo la música.
Petra corrió con los brazos abiertos y los ojos cerrados, confiando su camino a su corazón y a sus pies. No dejaba de sonreír. Parecía algo mágico, místico. Alzo sus manos hacia el firmamento nocturno, estrellado, sintiendo plumas caer a su alrededor. Como en un sueño. El sendero estaba bañado por la luz de la luna. Los pájaros volaban alrededor de ella, creando la lluvia de plumas tan colorida, tan vistosa, tan demente. Rio con fuerzas. ¿Qué era aquella alegría? No lo supo describir, pero se sentía que iba hacia un lugar importante. Importante para ella, algo que determinaría su destino. Siguió y siguió, como un sediento en el medio del desierto que busca el rastro de un pozo de agua para saciar su sed.
Así siguió, acompañada por la noche. Las estrellas y luna acompañándola. Siguió su sendero. Sin dejar de sonreír.
Petra, mí querida niña. Me encanta cuando sonreís.
Tu risa, la forma de tus labios al hacerlo.
Te quiero.
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PETRA
FantastikPetra, la mítica cuidad tallada en roca. Voluntad inamovible. Un sueño de pequeña. Una canción del corazón. Y un desconcertante abismo entre el dolor y el deseo. La salvación esta en sus manos.