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Sehun nunca había necesitado de muchos amigos. Quizá porque tenía a Yixing, su guapo hyung de rostro risueño. Aquel que poseía un lindo hoyuelo en su mejilla izquierda que servía como arma mortal para acabar a cualquiera con una buena dosis de ternura.

Lo conoció cuando tenía siete años. Yixing llegó con su familia desde China, después de que las oportunidades laborales para su padre terminaran en Changsha y de que éste decidiera que Corea del Sur era una mejor opción que Japón.

Sehun estaba en el patio cuando un auto se estacionó en la entrada de la casa de enfrente. Sabía de antemano que alguien se mudaría, porque su madre había hablado de eso durante las comidas, y porque había visto dos camiones de mudanza que descargaron muebles y aparatos en la residencia que había permanecido vacía desde que los Choi se fueron a Busan.

Su atención dejó de lado el balón con el que jugueteaba torpemente y se enfocó en el niño que salió de la parte trasera del coche. Parecía un niño interesante, tal vez por el peluche de oveja que cargaba en una mano, o por el grueso libro que llevaba en la otra. Él jamás supo por qué no pudo apartar su mirada, como tampoco supo explicarse el extraño cosquilleo que se instaló en sus entrañas cuando el niño se volvió y le sonrió amablemente.

Sehun corrió hasta su habitación, esquivando a su hermano y sus reclamos por tomar su balón favorito. Permaneció en la seguridad de las cuatro paredes, hasta que su madre le informó que irían a saludar a los nuevos vecinos.

Acompañó a sus padres porque así lo indicaba el protocolo, aunque en realidad quería evitar ver al niño del extraño hueco en la mejilla. Sujetó el papel higiénico con más fuerza y no dijo nada cuando su madre le indicó que debía ser amable.

La puerta de la residencia se abrió, revelando una pequeña figura. Sehun sintió su corazón latir con más fuerza cuando reconoció al otro, sus miradas se cruzaron de nuevo antes de que la señora Oh hablara.

—Hola, pequeño —La madre de Sehun habló con un cariñoso tono maternal, el mismo que utilizaba para dirigirse a sus hijos—. ¿Están tus padres en casa?

El infante frunció el ceño, intentando descifrar las palabras de la mujer pero sin ningún éxito. Optó por llamar a su madre, porque él apenas y podía expresarse en coreano sin decir una barbaridad.

Una mujer llegó poco después, con el mismo semblante amable de su primogénito. Los invitó a pasar y se excusó por tardar en responder o hablar.

—Aún sigo acostumbrándome al idioma —explicó.

Los guió hasta la sala para que tomaran asiento en un sofá de tres piezas y ella hizo lo mismo en uno más pequeño, de frente a los invitados.

—Somos la familia Oh —los presentó el padre de Sehun—. Ella es mi esposa Sunhee y Sehun, mi hijo más pequeño.

—¿Tienen más?

—Sí, otro varón, su nombre es Donghae. ¿Usted tiene otro además del pequeño que nos abrió la puerta?

—No, sólo tenemos uno —La mujer sonrió y llamó a su hijo—. Él es Yixing. Y lamento no haberme presentado antes, soy Mei, Zhang Mei.

Los Zhang se inclinaron para presentarse. Cuando Yixing volvió a mirar hacia el frente se encontró con los curiosos ojos de Sehun, quien le tendió minutos después el papel higiénico que tenía entre sus manos cuando su padre se lo indicó. La señora Oh le dio a la madre de Yixing tortas de arroz y explicó el significado de los presentes cuando notó el semblante confundido de la mujer.

—¿Quieres ir a jugar? —le preguntó Yixing a Sehun, con un peculiar acento que a todos los Oh les pareció adorable.

Sehun asintió y siguió al mayor, tal y como lo haría por los siguientes años.

Loco por él  [SeXing]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora