Cuestión de piel

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Un día desperté y no estaba. Ella no estaba, y yo no la había sentido irse. Eso significaba que yo me había dormido, al contrario de lo que yo pensaba. De madrugada, las horas pasaban y yo no hacía más que mirarla, aunque en algún momento eso tuvo que convertirse en sueño. Yo qué sé. Estaba viviendo un sueño, o soñando mi vida; al fin y al cabo ambas cosas se basaban en ella.

En su lado de la cama había una nota.

"Buenos días, Vanesa:

Vaaaale, vale. Perdón. Empiezo de nuevo.

Buenos días, chica que me hace feliz:

Como bien sabrás, en dos días empieza tu maravillosa feria de Málaga y me han propuesto como cantante. Ahora mismo estoy con Rosa cuadrando agendas. Espero que tú cuadres la tuya para poder venir a verme. Es tu tierra. Soy tu  chica (y qué bonito suena...). Los tres somos tú, así que no hay peros que valgan.

Te quiero. Pero además te quiero a las seis disponible para hablar contigo. Estate atenta al móvil que te diré dónde en cuanto me dejen escaparme."

Mi primera reacción fue llamarla, y mi primer pensamiento sería que no lo cogería. En efecto, no lo hizo.

Estuve durante todo el día pensando de qué podría tratarse. Seguramente sería una tontería, pero tenía que hablar conmigo. Lo triste es que yo era así; era como era porque nunca había conseguido ser con nadie. Yo, en el amor, siempre fui un montón de piel conservada con vacío en el interior, donde dicen que también está la belleza. Qué ironía.

A las cinco me llamó y estaba más seca que de costumbre. Apenas llevábamos tres semanas de relación, pero nos conocíamos lo suficiente como para saber cuándo iba mal algo. Pero es un vicio quejarse de la herida antes de que duela.

A las seis estaba allí, en una cafetería poco conocida a las afueras de Madrid. Quedar para vernos. Un cara a cara. La sonrisa de vernos llegar. Las cosquillas lentas que se convierten en el mejor escalofrío recorriendo un cuerpo. Poca distancia espacial. Mirarnos. Acercarnos más. Voces que miran en silencio y ojos que saben cómo hablar. En silencio, en silencio: su risa. Corazones que sientes latir porque notan cómo bombean bajo la piel. Joder, la piel. El color de su piel. Cuestión de piel. Compartir un café. Hace poco me dijeron que el amor es difícil de entender, pero cuando lo haces te puede caber en una taza de café. Y ella le acaba de dar un sorbo al suyo. Me esperaba de espaldas mientras yo me acercaba a ella y la abrazaba por la espalda dispuesta a besarle la mejilla. Se me adelantó y me besó en los labios.

Ella no cree en la magia y no me extraña: nunca podrá besarse, ni podrá mirarse como lo hacen mis ojos...

-...pero no te preocupes amor, que no tengo intención de dejar de mirarte nunca. - le susurré antes de sentarme y pude sentir su gesto extrañado mientras tomaba asiento.

- Tengo que hablar contigo. - dijo seria, pero a la vez se le escapaba una sonrisa que me hacía saber que no era nada serio.

- Eres idiota... ¿Me vas a hacer esperar mucho?

- Vanesa... A ver cómo te lo digo... Más te vale cuadrar agendas, porque te vienes conmigo a cantar a la feria de Málaga. - dijo acariciándome la mejilla.

Y justo ahí, cuando me rozó, me volvieron a crecer las alas que me cortaron. Y cómo no me iba a enamorar. Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar.

- Está todo anulado, no hay excusas, amor. El 15 de agosto inauguras la feria conmigo.

- Gracias. Gracias por esto, por ti, por mi tierra. Por quererme. Por todo. Porque te quiero por todo, menos por decir. - noté una lágrima por mi mejilla. Me hacía jodidamente feliz.

Tras un rato hablando de cómo cuadraríamos agendas, nos montamos en mi coche.

-Ya nos veremos mañana en en el ensayo. - dijo despidiéndose mientras me besaba.

- Nos veremos, amor. - le guiñé el ojo.

Sí; nos veríamos.

A mí no me hubiera importado quedarme ciega hasta entonces.

Malú y Vanesa MartínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora