Me quedó grande tu amor

3.3K 54 1
                                    

Cuando leí esa nota, no le respondí que volviera, aunque yo siempre quise que se quedara. Esa noche fue pasando lentamente mientras yo seguía con esa necesidad de que ella también se hubiese querido quedar siempre conmigo. Deberíais entender que el recuerdo de verla despertar seguía presente en mí cada segundo. Esa noche, decidí dejar el móvil encendido, por si me llamaba, o por si yo tenía la, ya innecesaria necesidad,  de llamarla para decirle que había sido la única persona capaz de romperme sin que eso me importara. Porque era con ella con quien quería aprender que enamorarse no es una forma más de morir.

A las siete de la mañana cogí un AVE dirección Málaga. Mi tierra podía salvarme, al mismo tiempo que me ahogaba saber que Malú estaba en ella en ese mismo momento. Pero no recibí ni una sola llamada.

Fuimos toda mi familia al restaurante que me vió crecer; ellos sí que se alegraban de mi presencia. Estuvimos hablando de mi trabajo, los conciertos, y se pusieron realmente eufóricos cuando les confesé que al día siguiente cantaría en el recinto ferial.

Me levanté a recoger las bebidas, con la mala suerte de que alguien me dio un codazo provocando que una cayera al suelo.

- Joder, lo siento. - dijo sin mirarme. Pero esa voz, esa voz tenía el timbre más parecido a la autodestrucción que podría haber escuchado.

- No te preocup... ¿Tú? ¿Qué haces aquí? No, no quiero saberlo. Si no te importa... - dije haciendo el amago de apartarme entre la gente. No podía ser ella. No podía estar allí, joder.

"¿Me puedes explicar qué te pasa?" Dijo, y clavó en mí sus ojos, desnudándome por dentro.

"Tengo prisa" dije desvestida de toda esperanza, habiéndome quitado las ganas de seguir negando lo evidente. Y entonces la miré, y medio sonreí ante la situación tan extraña ante la que nos encontrábamos. Ella intentando leerme. Yo intentando quemar el libro. Medio sonreí y miré a la barra, las personas apresuradas, y me quedé unos segundos callada, conteniendo la respuesta que llevaba temiendo toda la vida decir en voz alta.

"El problema de que a mi vida le falte alguien -proseguí mientras me escondía hacia adentro mirando fijamente el vaso ya derramado- es que a la vida de ese alguien ya no le falta nadie."

Y, luego, me marché sin hacer ruido mientras escuché cómo me llamaba. Pero no me giraría. Esta vez no.

Asistí a su concierto. Ella no lo supo, o seguramente sí, pero no me vio. Y, ¿sabéis? No me vio, pero estoy segura de que me sintió en el final de Me quedó grande tu amor. Pude ver, desde un lateral de camerino, cómo le hacía gestos a su hermano para que no se acercara, y podría arriesgarme a decir que susurró un "no puedo" a su mánager, cediendo el "no me acostumbro, sin ti, yo no sé" al público mientras por sus labios temblorosos se deslizaban un par de lágrimas.

No quise ver más. Salí de ahí lo más rápido posible. No podía verla así. No podía quererla así. Quizá no nos supimos querernos sino haciéndonos daño. Quiero decir, el amor nos vuelve personas irracionales. No sé, pero tengo un montón de cicatrices aquí adentro que se parecen a la forma de su boca. Quizá teníamos miedo de hacernos feliz por no saber cómo reaccionar, y nos hicimos un lío del que se terminaron colgando la mitad de nuestras esperanzas. Ahorcadas, como las palabras que se nos quedaron en la punta de la lengua. ¿Lo entendéis? Llevo dos días sin parar de pensar lo bien que nos habría ido si nos hubiera ido bien, si hubiéramos reconocido lo fácil que era intercambiar nuestra capacidad para arreglarnos las vidas.

Y me entran escalofríos.

Malú y Vanesa MartínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora