Capítulo 5

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Devon Morrinson.

Y allí la observé irse, desapareciendo de mi vista mientras su cuerpo se retorcía en irritación. Intenté en vano llamarla, pero solo provocó que acelerara el paso.

Debía admitir que verla enojada era algo sumamente entretenido, pero no más que notar el sonrojo recorrer sus mejillas, dejándola en una clara evidencia, volviendo nuestro juego más ventajoso para mí, más interesante. Me había vuelto adicto en ello, a fastidiarla, provocarla, enloquecerla...

Esa misteriosa mujer me convertía en alguien fuera de mí, y el hombre calculador y reservado que analizaba cada paso que daba se iba a la mismísima mierda cuando esos ojos avellanas se atravesaban en mis pensamientos.

Suspiré y me recosté en el casillero en que hace minutos estaba acorralándola. Era peculiar nuestra extraña relación, teniendo en cuenta el hecho de que ella me atropelló el primer día en que nos conocimos.

Su actitud arrogante, su altanería y la forma en miraba a todos como si fuera la dueña del mundo entero me atraía a ella, me sacaba de mis casillas y me incitaba a jugarle con la misma moneda. Ni siquiera conocía su nombre, en mi mente solo era una desconocida de belleza exuberante que lograba despertar sensaciones inexplicables en mí.

Ella me retaba con cada sonrisa pícara que me ofrecía, me provocaba jodidamente bien.

—Devon —alguien gritó mi nombre y volteé en busca del proveniente de esa voz. Noté la cabellera azabache acercarse y supe inmediatamente de quien se trataba. Alec.

Un agradable sujeto que conocí en mis primeras clases, algo distraído y de aspecto un poco desgarbado, pero debía admitir que su ayuda me sirvió de mucho para conocer más las instalaciones y como familiarizarme con ellas.

Corrió hasta donde estaba, agitado y ansioso. Colocó sus manos en sus rodillas recuperando el aliento, lo miré extrañado.

—¿Estás bien? —pregunté inevitablemente al notar que lucía como si fuera a desmayarse en cualquier momento.

Levantó su rostro, mirándome entre una mezcla de terror y asombro.

—¿Yo? Debería preguntarte eso a ti. ¿Qué diablos hacías hablando con Satán?

Fruncí el ceño sin entender.

¿«Satán»? —pronuncié despacio intentando comprender sus palabras.

Movió sus brazos frenéticamente por los aires. Abrí mis ojos, atónito, y con cierta vergüenza, miré a los costados verificando que nadie nos viera.

—¡Sí! Satanás, el demonio, Lucifer, el diablo o el Anticristo —me tomó por los hombros y me agitó—. ¡Da igual! Esa mujer es eso y más. ¿Acaso nadie te explicó lo peligroso y estúpido que es meterse con Juliett Hudson?

—Juliett Hudson —pronuncié el nombre de forma casi inaudible, saboreándolo en la punta de mis labios.

«Te tengo».

Así que, así era como se llamaba mi Diosa misteriosa. Sonreí satisfecho, estuve buscando su nombre con insistencia, pero por alguna extraña razón todos evadían la pregunta.

—Devon —una mano apareció en mi campo de visión. Parpadeé, mirando a Alec—. Escúchame muy bien, toma esto como un consejo de amigo, y aléjate lo más que puedas de Juliett Hudson si sabes que es lo que te conviene.

Ahora si que estaba interesado. La curiosidad picó mi piel y no pude evitar preguntar: —¿Por qué? ¿Qué tiene ella que la hace tan... temible?

Secreto Mortal |REESCRIBIENDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora