Capítulo 6

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Dedicado a @TuYoungWriter Porqué no son los golpes que recibes, son como nos levantamos después de ellos. Te amo, mi guerrera hermosa <3

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5 de Abril de 2018.

El zumbido intermitente dificultaba mi visión, el aturdimiento era agotador y mi sangre hervía a través de mis venas, la adrenalina circulando en mi torrente sanguíneo. El golpe fue directo a mí, me agaché con destreza, pero, al hacerlo, otro golpe llegó con mayor fuerza, dejándome sin aire y derribando mi cuerpo tenso en el proceso.

Solté improperios a la vez que frotaba mi adolorido cuerpo con mis manos suavemente.

—No estás concentrada en lo absoluto, ¿se puede saber qué está pasando contigo?

Mis ojos se desviaron al suelo, sin una mínima intención de encararlo.

—Te estoy haciendo una pregunta, Hudson. Responde.

Podía simplemente ignorarlo, hacer como si no existiera, pero, sabía con total certeza que sería más sencillo que Donald Trump adoptara a una camada de niños mexicanos a que eso pasara. Nikolay Ivanov podía ser un gigantesco grano en el culo cuando se lo proponía.

Lo cual, sucedía la mayor parte del tiempo.

—Nada está pasando —musité, intentando demostrar seguridad ante el hombre de metro noventa con setenta y nueve kilos que me acababa de dar una paliza. Sus rasgos rusos esculpían facciones duras y definidas, cabello largo azabache, piel pálida, ojos negros y unos músculos que partirían tu cuerpo en milésimas.

No sabría decir que daba más miedo de él, su mirada, su cuerpo, su acento marcado y tosco, o el rastro inmenso de tinta sobre su piel que acompañaba a la amenazadora imagen.

—¿Nada? —su mirada me ponía nerviosa, me sentía cual chiquilla que está siendo interrogada por su madre para averiguar si ella se comió las galletas recién horneadas.

Me levanté del suelo acolchado, pasando de largo a Nikolay, me dirigí hacia las otras maquinas del gimnasio personalizado.

Todo estaba en silencio, como usualmente era, la habitación llena de cualquier equipamiento necesario para todo tipo de entrenamientos. Ya me había acostumbrado a él, a estar aquí cuando las cosas no iban muy bien, como si fuera un escape.

—Nada que no pueda manejar.

Me dirigí hacia el saco de boxeo, con mis nudillos vendados, golpeándolo ferozmente. La ira me invadía, me cegaba por completo; todo lo que veía era rojo, una neblina densa que no me permitía pensar con claridad. Mi entorno solo era una masa borrosa inexplicable, la necesidad de desatar todo ese odio que oprimía mi pecho me controlaba. Necesitaba dejarme ir.

No sé cuanto tiempo estuve así, el sudor bajaba por mi sien y pude atisbar una pequeña cantidad de sangre en mis nudillos lastimados.

Los recuerdos llegaban uno tras otro, más fuerte que el anterior, más doloroso, lastimándome con crueldad. Gruñidos escapaban de mis labios, en un intento de calmar ese brote de rencor que no me permitía ver nada más.

Debes apuntar bien, cariño la voz ronca de mi padre le susurraba con dulzura a la niña de siete años que era una masa temblorosa y asustada. Mantente firme siempre, y nunca dudes.

Mis manos huesudas temblaban y sudaban sin control, pero aún así apunté al ciervo que yacía a pocos metros de nosotros. Tenía miedo, no quería lastimar a nadie, menos a un animal, pero mi padre esperaba pacientemente por mí. Apunté con mi corazón latiendo contra mis costillas y mi pulso latente, divisé mi objetivo como mi padre me había enseñado.

Secreto Mortal |REESCRIBIENDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora