Capítulo 4

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ADVERTENCIA: Contenido +18.

6 de Frebero de 2018.

──────• § •──────

—¡Maldita sea!

Atesté la puerta del auto de un fuerte portazo, gruñendo entre dientes cuantos improperios vinieran a mi cabeza. Acomodé mis lentes de sol y caminé con pasos perezosos al interior de la Universidad.

Ya en ese momento de disgusto, haber tomado en exceso dosis extremadamente altas de alcohol no pareció tan buena idea como anoche, y mucho menos entre semana. Pero, yo no era conocida por tomar muy buenas decisiones, y se notaba jodidamente bien.

Las constantes pulsaciones en mi sien y el pitido ensordecedor con la molesta luz natural afectaban mi humor. El terrible dolor de cabeza me provocaba golpearla contra la pared una y otra vez. En definitiva, mi humor estaba hecho mierda.

Las personas abarrotadas en el pasillo voltearon levemente, notando mi presencia, sus rostros se contrajeron en miedo cuando advirtieron en mi actitud homicida mañanera. A los segundos, despejaron mi camino, deslizándose a los costados, para evitar a toda costa algún contacto de mi parte.

Al llegar a mi taquilla, procedí a abrirla y lanzar con violencia mis cuadernos, sin detenerme a ordenarlos, pero estos se devolvían a mi dirección, amenazando con caerse. Lo intenté, obteniendo el mismo resultado.

«¡Demonios! Esto no me ayuda para nada con mi mal humor».

Soltaba maldiciones sin cuidado, mientras peleaba con mis libros cual demente. De repente, unas manos invadieron mi visión, ordenando las cosas con agilidad, sin darme tiempo de reaccionar, la mano cerró la taquilla y se presionó en ella, logrando hacerme sentir acorralada.

Una caliente respiración me hizo cosquillas en la nuca, y un olor adictivo a menta y loción masculina provocó un escalofrío en lo bajo de mi espalda. Podía sentirlo, su calor emanando de su cuerpo, junto con algunos mechones rebeldes rozando un costado de mi rostro.

Tragué grueso, en un vago intento de ocultar el salto de nerviosismo.

—¿Acosándome? —pregunté irónica, sin voltearme. No era necesario, ya tenía la completa certeza de saber quién era.

—No puedo evitarlo. Me entretienes —admitió con burla, seguramente con una deliciosa sonrisa arrogante plasmada en su rostro.

La furia se mezcló en mis palabras, —No soy tu payaso, Niño bonito.

Soltó una risa coqueta que provocó un revuelo en lo bajo de mi vientre.

—Nunca dije que lo fueras —su nariz rozó mi oreja, provocando un estremecimiento—. Tal vez solo me gusta observarte.

Resoplé, quitándome los lentes con violencia.

—Entonces, la próxima vez que lo hagas, será ante un tribunal si sigues acosán... —me volteé con el fin de enfrentarlo, pero, enmudecí de inmediato.

Escaneé con descaro cada pulgada de su cuerpo, sin una sola pizca de disimulo. Llevaba una camisa vinotinto, con los dos primeros botones sin abrochar y las mangas arremangadas hasta los codos. Su pantalón era negro y sus botas cortas color avellana. Su cabello estaba desordenado, sus labios mullidos curvados en esa sonrisa torcida que le quedaba tan bien, y sus envidiables ojos tormenta mirándome con diversión.

«Debería estar prohibido lucir tan perfecto a tempranas horas de la mañana».

No, debería estar prohibido lucir así todo el tiempo.

Secreto Mortal |REESCRIBIENDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora