Escondidos

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(Contiene lenguaje explícito.)

Agoney acaba de confesar que mi rosa es el mejor regalo que jamás le han hecho y sé que si se lo dijera volvería a llamarme cursi y me señalaría como el mayor moñas del planeta, pero yo creo estar seguro de que el mejor regalo que jamás me han hecho a mí son sus besos. Incluso aunque para conseguirlos tenga que poner excusas absurdas, esconderme y dar rodeos con el fin de que nadie descubra mi origen y destino.

Cuando llegué a tierra firme no habría imaginado que algún día llegaría a probar sus dulces labios; es más, si todos estos años en los que le observaba desde lejos, hubiera sabido que el chico podía llegar a considerarme digno de sus atenciones, habría reunido el coraje para acercarme a él sin más excusa ni motivo que conocerle mucho antes. Pero para mí esto era simplemente algo inimaginable; si siempre he pensado que para Agoney el hecho de conocer mi naturaleza ya sería motivo para temerme y huir, no podía siquiera plantearme la posibilidad de una realidad en la que el humano, no solo me entendiera, sino que me cuidara y pusiera interés en conocerme de verdad, considerándome su igual.

Desde que llegué a tierra firme no calculo mi vida en días, ni siquiera en horas; ya solo cuentan los minutos que consigo arrancar de mis responsabilidades para estar a su lado. Es solo en esos momentos que respiro de verdad, no hay aire o agua, solo Agoney. Es en esos momentos en los que no me importa nada el dolor que supone cambiar de forma constantemente o el cansancio derivado de realizar el camino de vuelta casa, ni siquiera el perjuicio que a veces merma mi cuerpo por estar en tierra firme demasiado tiempo. Nada importa, cuesta o duele si es a cambio de robarle un minuto al tiempo para estar con él. Soy plenamente consciente de ello cuando, como ahora, el cariño y la confianza que vamos ganando nos anima a romper cualquier barrera invisible y nos besamos. Aunque sea a escondidas.

Aún oculto bajo el muelle, apenas logro mantenerme dentro del agua cuando sus manos me atrapan. El chico mantiene un exigente, pero gentil amarre en mi cuello mientras, con una sonrisa en la cara, tira de mí para juntar nuestros labios. No empezamos un juego lento, pues enseguida su lengua se hace paso en mi boca y ambas comienzan a bailar a un mismo compás, salvajes y exigentes, como viejas conocidas que no tienen que pedir permiso o perdón cuando se encuentran.

Mis dedos arden con la necesidad de acabar con el espacio y el obstáculo entre nosotros y así rozar su piel o, al menos, dejarse hundir entre los rizos de su cabeza. Sin embargo, preciso de toda mi fuerza para sostener mi peso y mantenerme bien agarrado al borde del muelle, por lo que desisto de la tentación de conseguir más roce que el que él me puede ofrecer.

Abro los ojos por un momento, permitiéndome observar su expresión, la dulce e inocente sonrisa con la que me atrapó ha desaparecido, dejando en su lugar un gesto voraz que le permite estar plenamente concentrado en prolongar el cada vez más el intenso beso. Sus suaves y cálidas manos pasean por mi cuello, acariciando con vehemencia cada rincón de mi sonrosada piel en un camino lento y tortuoso hasta mis hombros. Esas manos que antes sujetaban y tiraban de mi cuello con fuerza y resolución, ahora como convertidas en flan comienzan a temblar sobre mi piel, rendidas al ardor del momento. El chico se agarra a mis bíceps tratando de disimular su excitación y ahoga sin éxito un gemido que, al subir con fuerza por su garganta, escapa de sus labios, y una vez libre, resuena con fuerza en el interior de mi boca.

Impresionados con la intensidad que logramos construir alrededor de un simple beso nos separamos, pero solo lo indispensable, ya que Agoney ni siquiera abre los ojos antes de parar a descansar su frente en la mía. Cuando le miro, un rizo rebelde cae de su flequillo, su piel oscura está ligeramente ruborizada a la altura de las mejillas y por fin ha vuelto esa bonita e inocente sonrisa que no había visto abandonar su rostro por tanto tiempo nunca antes.

SirenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora