Decile

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La foto la saque del Instagram de Toto, la subió hace banda y es divina <3



Los besos eran continuos y se impregnaban en cada parte de su piel, sus suspiros eran arrancados con extrema locura, mantenía la respiración agitada bajo los labios ágiles que lo presionaban, sentía la ligera barba sobre su cuello, causándole un quisquilloso y enternecedor jadeo.

Gimió alto cuando sintió el roce en su miembro, tirando la cabeza hacia atrás con imposibilidad para mantener los ojos abiertos.
Las embestidas subieron de ritmo cuando el mayor lo vio acostumbrarse a su hombría, aceleró sus caderas siendo sostenido por las manos de Lorenzo, que apretaban sus brazos con desesperación.
No detuvo los besos, los incrementó saboreando su piel y su dulce néctar, la proximidad de sus corazones latentes les traía un sonido divino que no querían dejar de oír jamás. Oír gemir a Lorenzo bajo de él, mirándolo suplicante de más caricias, con los ojos brillosos y la coquetería que él pendejo mantenía, lo llevó al extasis.
Entonces salió de él recibiendo un gruñido del chico bajo suyo, lo levantó con brusquedad y lo dejó apoyado en sus rodillas de espalda a él. Lo volvió a penetrar haciéndolo soltar el gemido más largo salido en sus labios, afuera de la habitación nadie percataba la pasión que emanaba de una de las habitaciones del hotel más privado de España.

—¿Se la pones a ella con las mismas ganas con que me la pones a mi?—le dijo Toto, con dificultad siendo arrastrado por la corriente caliente que hacían sus caderas pegadas a las del morocho.

El ruido imposible de no distinguir que lograban los choques de sus pieles ante las estocadas, le daba al ambiente un toque sumamente erotico y excitante.

—Sabes que no.

La respuesta no dejó satisfecho al de rulos castaños, quién comenzó a mover las caderas por su cuenta, a la par que sentía la mano grande y fuerte de Darin tomar su miembro para masajearlo.

—¿Te calienta como yo?—volvió a preguntarle.—Ni siquiera te podes pajear pensándola.—le susurró incapaz de seguir manteniendo sus rodillas con firmeza.

—Si sabes entonces no me preguntes más si me calentas, te dije miles de veces que si.—pronunció con la voz grave, sintiendo nacer el orgasmo en su abdomen.

Sus cuerpos estallaron a la par, haciéndolos abrazarse más instintivamente, Darin volvió a proporcionarle besos esta vez en su hombro, mientras lo mantenía en sus brazos sudoroso, escucharlo intentar respirar con normalidad y sentir el calor de su piel, aún dentro de él, era del momento, lo que nunca podría olvidar. La sensación de estar dentro de Lorenzo, su olor, su pelo, su carne joven y viva, su corazón siempre acelerado, sus ronquidos suaves y sus labios perfectos.

—Me volves loco, no se como aguanto las cosas que me haces sentir.—le susurró él debajo de su agarré, acariciando con la mejilla el contorno de su brazo.

Sonrió ante la amargura de la confesión, sabiendo muy bien de lo que hablaba. Lo liberó entonces y lo dejó desplomarse fatigado sobre la cama, lo miró y lo vió abrirle los brazos con una sonrisa, la que respondió para después tirarse junto a él, permitiéndole que se acomodara en su pecho.

—Necesito que me dejes tocarte, casi nunca te puedo tocar como quiero.—le reprochó Toto, con un tono dramático que parecía la última tragedia mundial.

El chino río y le besó los rulos, perdiéndose en el aroma de su cabello. —Cuando quieras tocarme, ni me lo preguntes.—le dijo con sensualidad, arrebatándole una sonrisa sobradora que le adornó el rostro suave.

—No vallamos a la entrevista.—le pidió esta vez.

—No eso no, Luis nos mata si faltamos, es un ratito no seas fiaca.—le dijo con ternura.

Cortos | El Ángel | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora