¿Puede un hombre ser dueño de su destino?
Carlitos lo fue, su último verano libre, fue el mejor, el más apasionante, el más vivo, el que más duró. Y cuando terminó y tras las rejas su juventud terminó perdida con la belleza que le había arrebatado la cárcel como dios le arrebató el cielo al diablo, supo que se había quedado detenido en ese tiempo ya extinto. Dónde era fuego puro, y Ramón aún vivía.
¡Ah que felicidad los 70! Había que tener carácter y personalidad para vivirlos, ingenio y creatividad para pasarla bien, agallas para convertirte en un verdadero hombre.
—Vos que te das el permiso de pelotudear tanto...¿Fuiste a la costa alguna vez? —le preguntó una vez ramón, como solo le hablaba cuando estaban solos, con ese cariño tan brusco que muy en el fondo quería decir, "que bueno que estamos juntos"
—¿A cúal de todas?—le preguntó y después lo miró sonriéndole con el descaro que solo Carlitos manejaba.—no hay una sola.
—Ya se pedazo de perejil, ¿cúal conoces?
Ramón parecía interesado en el dato, pocas cosas para él tenían interés, la música, los culos femeninos, y Carlitos. Ni siquiera robar.
Lo que pasaba es que el no había tenido la infancia más vivida, si la recodaba tendría que rajarse un tiro, su papá preso, escapándose de la cana, su mamá un desastre total, un tipo, después otro, él, cuidándose como pudo, como dios manda.—Conozco las que importan, Mardel por ejemplo.
—Ha
—¿Vamos?
Al morocho le brillaron los ojos con gusto y quiso decir que si, después recordó al infumable del padre y sus reglas, y bufó.
—Deja deja
Carlitos no emitió comentario, pero aquello no le gustó nada, ¿porque le costaba tanto a Ramón la libertad?
—Termina tu helado, tanto vas a tardar
—Lo estoy disfrutando
—O haces circo
No pudo dejar pasar por alto como movía la lengua el pendejo sobre la crema, de un costado primero, suave, después al otro, sin llegar a la punta, que seguía con la forma de rulo intacta, los ojos vivaces de Carlos no dejaban de seguirlo mientras saboreaba el dulce de leche derretido que le entraba a la boca.
—Basta—reclamó el morocho con voz autoritaria.
No era joda, estaban en medio de olivos en una heladería bastante pedorra pero bien al centro.
—¿Qué?
—Para con eso
—¿Con qué?
—Con chupar así soquete
Carlitos le hizo caso y terminó el helado, no por acatar la orden, sino porque él también se empezaba a incomodar, y sabía que Ramón no iba a ceder, hacia tres semanas que había dejado de buscarlo, y Carlitos sabía porqué. Tampoco que fue atrás de él, pero le molestó la hipocresía de Peralta, de aparentar que nunca había tenido ningún tipo de acercamiento con él, negando toda atracción y toda tensión sexual. Pero bien que a la noche se iba a acostar bien pegado a su culo y le olía los rizos.
Eran amigos, supongo. Colegas eran, socios, corruptos, delincuentes, trolos, si, pero todo juntos.
—Bueno vamos—le dijo Carlitos serio, levantándose, sin mirarlo se subió a la moto y arrancó.
—Espera pendejo
Y Justo cuando iba a dignarse a mirarlo los interrumpió una voz.
—¡Ramón! ¡Ramón! ¡Espera!

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Cortos | El Ángel |
AléatoireHistorias cortas basadas en los personajes de la película de Luis Ortega "Él Ángel"