Ángel

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Se sentía aturdido y las risas de los acompañantes le estorbaban repercutiendo en sus oídos. A su lado, Darín sonreía y contestaba las preguntas con total atención, utilizando palabras precisas y hablando apropiadamente de cosas variadas. Él solo lo escuchaba, mientras mantenía la mirada fija en otra parte, el chino Darín era extremadamente encantador, no solo en un personaje logrado a la perfección, sino en la vida real siendo él mismo. Y esa trasparencia carismática la trasmitía en las entrevistas, cuando el entrevistador estaba preparado para sacarte alguna cosa de más, el no parecía fastidiarse, tenía la agilidad de desviar el tema si era necesario. Muy contrario a Toto, que estaba muy desacostumbrado a las cámaras, lo ponían nervioso, le costaba mantenerse quieto debido a la ansiedad.

"No es su caso..." oyó decir al chino. A quién pronto miró debido a las risas surgidas luego de aquel comentario.

—¿Qué? No no estaba escuchando...—dijo con sinceridad, sonriendo a pesar de la molestia.—Estoy harto de escucharlo al chino Darín.—comentó. Logrando risas aún mayores en sus entrevistadores.

Darín notó el sarcasmo, y comprendió lo abatido que lo podían poner estos encuentros a Toto. Entonces le proporcionó una suave caricia en la pierna, nadie lo notó, sólo el chico de rulos quién se giró a verlo con una sonrisa gigante.

La entrevista cesó luego de discutir varios temas, en los que se defendió como pudo con mucha discreción, ya que de no ser así Luis le echaría el grito en el cielo con furia. Algo así como más paternal que profesional.

—¿Cuál es el problema en que diga lo que pienso?—preguntó con fastidio, más para si mismo que para su acompañante.

Darín al volante manejaba con tranquilidad, se conocía las hermosas calles de Madrid como la palma de su mano, se movía con total confianza por dónde quisiera.

—A veces a mucha gente no le gusta tanta sinceridad...—le respondió dulcemente. Sintiéndose cautivado hasta por el enfado del joven.—Pero está en vos decidir si eso te afecta, lo que piensen los demás. Además, mientras más sincero seas, más gente sincera vas a encontrar.—le aconsejó. Toto sonrió y su enojo pareció disminuir, le encantaba escucharlo hablar, comprobar toda su experiencia y los años que le llevaba.

—No me importa el resto, mientras la gente que yo quiero me quiera me conformo...—admitió.

—Como yo, yo te quiero.—le comentó el morocho con media sonrisa, la alegría que siempre desprendía tenía el poder de contagiar todo el ambiente.

Pero a pesar de eso Toto solo sintió un hueco en el pecho. Vos me queres como a tu hermano. Pensó, y aquella sensación lo derrumbó internamente. Pero no dijo nada. Fijó su vista en el camino, estaba en una ciudad que prácticamente era un sueño, y a él poco le interesaba. Tenía la mente llena de hilos enredados, le costaba concentrarse y lo abatía tanta atención.

—¿Qué pasa? ¿En qué pensas?—le preguntó luego se un rato Darín, incómodo ante el silencio que le preocupaba.

—Ya sabes que me pasa, no puedo dejar de pensar en eso.—le respondió serio Toto. Sintiéndose abrumado ante el nudo formado en su garganta, sus labios se secaron repentinamente y su respiración se complicó. A esfuerzos no muy logrados estaba intentando contener las lágrimas. Odiaba llorar, frente a él.

—¿Otra vez con eso? Ya lo hablamos Lorenzo...—replicó frustrado Darín, no le gustaba ser cortante con él, pero la situación se le iba de las manos.

Toto lo miró, su mirada apagada reflejaba su lucha interna. Sus labios estaban temblando, aún así su voz se escuchó con determinación.

—Para mi no termina así porque lo quieras.—le dijo recibiendo la vista preocupada del morocho, quién con un semblante tenso lo miraba con cierta pena.—encima tengo que seguir viéndote, ir a todos lados con vos, sonreír y hacer chistes con que somos...con que nos queremos como Carlitos y Ramón. Y yo a vos no te gusto de la forma que vos a mi.—sus palabras fueron crueles y directas, pero estaba siendo lo más sincero que pudo.

—Lorenzo, no puedo. No le puedo hacer algo así a ella. No se que hacer, sabes que a mi no me importaría salir a decir que salgo con un hombre. Pero romperle el corazón a Ursula...yo.—Darín se veía totalmente confundido, debatiendo sus propias batallas.

Toto lo miró y abrió los ojos con sorpresa, sintió una lágrima caer y inmediato se pasó la mano borrándola de su mejilla.

—¿Entonces? ¿Sentis lo mismo que yo?—preguntó. Perplejo sobre el asiento, con la vista detenida en el momento donde Darín admitió aquello.

Una sonrisa amarga escapó de los labios del morocho. Quién siguió conduciendo con la vista en el camino.

—Como si no supieras.—le recriminó con cierta vulnerabilidad.

—No sé, decime...—susurró Lorenzo, con los nervios alojados en todo él cuerpo.

El morocho hizo una breve pausa, donde pareció debatir las palabras que utilizaría, pronto entreabrió los labios y una voz grave salió de ellos, causando un leve sobresalto en Ferro.

—Me di cuenta...ese día, ya sabes cuál.—balbuceó.—cuando estabamos re dados vuelta y te acercaste a besarme, después...vos sabes.—tragó saliva.—cuando me desperté y te vi al lado mío, sin ropa. Salí de ahí corriendo casi—larga una risa nerviosa.—y por días no dejé de pensar en eso, y en que cosas me producía tenerte cerca. Y entendí mucho.—

—Desapareciste días después de eso...—dice Toto con cierto dolor en sus palabras.

—Estaba pensando Toto, necesitaba despejarme. Y no pude, te extrañaba, te quería mandar algún mensaje, quería escucharte reír. Me sentía tan aburrido, Ursula no me animaba, pobre ella quería pero, mi cabeza estaba en otro lado.—confesó.

Lorenzo no pudo evitar sonreír tontamente, a pesar de conocer que el chino se encontraba casi tan confundido como él.

—Y...—susurró— te acordas algo de... "eso"—preguntó evadiendo la mirada, nervioso.

—De todo.—contestó de inmediato sonrojado Darín.

Toto largó una carcajada, despejando el ambiente, provocando que su nerviosismo pasara. Conocer los verdaderos sentimientos de Darín lo aliviaron en cierta forma, a pesar de saber que él no dejaría su relación. Los recuerdos pasados tendrían un sabor amargo sin duda, pero siempre podía volver a ellos rememorándolos.

—Quién pudiera...—habló entretenido en la vista Toto, con una sonrisa.

—¿Quién pudiera que?—

—Quién pudiera acostarse con el chino Darín...—ante la respuesta el morocho largo una carcajada.

—Y, sólo un ángel.—respondió.

Cortos | El Ángel | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora