Capítulo 3

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Aún está nervioso, no a soltado mi mano desde que bajamos del auto para ir de compras, su pregunta me sorprendió, nunca e salido con un hombre, termine con mis citas para evitar conflictos cómo el de hace dos años, esa mujer no puedo entender cómo pude poner a un "chico de la calle" antes que a ella. No es un chico de la calle es mi hijo y si no lo pueden entender no tiene derecho de entrar en mi vida.

Pero ahora me preocupa que se le metiera en la cabeza de que podría salir con un hombre.

- Bienvenidos, esto no puede ser verdad, cómo me habla de su hijo yo me imagine un niño, ¡pero este muchacho ya es un hombre! Señor Lincoln.

El señor Rodríguez es un hombre muy alegre y bonachón, y su restaurante es esplendido, tiene una familia muy grande y unida como buen latino, así que cuando acudió al despacho a pedir nuestra ayuda no pude negarme.

- Vamos señor Rodríguez, que hoy es un día especial, mi muchacho realizó las pruebas para ser policía y podemos estar seguros que las pasó todas.

- Entonces pasen a tomar mi mejor mesa, la casa invita, les llevare el mejor tequila que tengo.

El lugar es muy acogedor, con muebles de madera oscura por todos lados y manteles de colores, el olor de la comida es exquisito.

- ¿Podre tomar tequila señor Lincoln?

- No, y si me vuelves a llamar así te daré unos azotes niño insolente.

La mesa que nos dieron esta al fondo, y pronto llegó un mesero con una botella de tequila y dos caballitos.

- Pero en unas tres horas seré mayor de edad y tengo un muy buen abogado para defenderme.

Un joven camarero se acercó con las cartas y puso pan y mantequilla en la mesa interrumpiéndonos.

- Buenas noches mi nombre es John y esta noche estaré a su completa disposición.

De pronto Andrew tomó mi mano sobre la mesa y miraba enojado al camarero.

- Vete no queremos que nos atiendas.

El chico sonrió de medio lado y se fue moviendo exageradamente las caderas.

- ¿Qué te pasa? Primero, la pregunta sobre el novio secreto y ahora esto, de donde sacaste la idea de... sea lo que sea que tengas en la cabeza.

Se veía en verdad confundido, como si yo tuviera que estar consciente de lo que estaba pasando por su cabecita loca.

- ¿Yo? Es el mundo, no se de donde sacan ellos que tú eres gay, ese chico te estaba coqueteando. Y esos policías en las pruebas de hoy creían que estamos juntos.

No puede evitar echarme a reír.

- Cariño, somos dos hombres adultos tomados de la mano en una mesa para dos, que esperas que piensen.

- Pero, pero no somos novios, eres... eres mi padre.

En verdad estaba confundido, tal vez es muy rápido para dejarlo salir al mundo, aun sigue siendo un niño en ese enorme cuerpo de hombre.

- Sabes bien que no tengo edad para serlo, apenas te llevo nueve años, ya no eres ese niño que llegó a mi puerta te has convertido en un hombre muy apuesto, y es normal que quienes no nos conocen lleguen a esas conclusiones. ¿Te molesta que piensen que somos pareja?

El agarre en mi mano se apretó más.

- ¡No! Pero me molesta que te llamen marica. Y que te coqueteen en mi presencia, ¿es suficiente con las mujeres que se ponen todas tontas cuando te miran, pero ahora los hombres también?

- Solo te miro a ti, no hay nadie más.

De pronto su cara se puso triste, en días como estos que sus emociones varían tanto me da miedo que no esté listo.

- ¿Soy un hijo horrible, por no querer que estés con nadie, solo conmigo?

- No, por que en este momento estoy pensando en encerrarte en casa y no dejarte salir nunca para que nadie te lastime, así que, si eres un hijo horrible, es porque soy un padre horrible y es lo que merezco. Te amo Andrew.

- Lo amo señor Lincoln.

Esa madrugada se coló en mi cama a dormir, la excusa fue que fuera de su ventana un gato no dejaba de maullar, nadie tiene gatos en los alrededores, nadie.


Las Leyes del Amor 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora