6. Preciado

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No a podido dejar de mirar el reloj durante toda la hora, no esperando a que las manijas fueran más rápido, sino más lento, quizás esperando a que se detuvieran y que el tiempo se quedara estático. Pero maldijo entre dientes al darse cuenta de que ya eran las 5 de la tarde y tenía que salir.

Miró atrás, hacia el chico, el cual estaba entretenido reparando un ordenador no muy viejo, pero del cual parecía ser difícil encontrar piezas sino eran en la chatarra o de segunda mano; pero solía arreglarlos sin problemas y al parecer a Peter se le daba bastante bien reparar cosas "insalvables". Se aproximó hasta el banco de trabajo donde se encontraba el castaño y tomó una de las muchas llaves que se encontraban en la mesa.

-Voy a salir, sigue trabajando aunque cierre el taller, si tocan no le abras a nadie- advierte serio.

-¿No podría yo tomar los recados?- el menor le mira confuso.

-Aún es pronto, no quiero que hables con nadie en mi ausencia, solo se un buen niño- sonríe de lado al ver el gesto infantil en el rostro de Peter cuando frunce el ceño.

-Esta bien...-empieza a murmurar un poco molesto volviendo a su tarea.

-Vamos, cuando regrese de entregar este auto probaremos el Bollinger que terminamos de arreglar ayer-

-¡¿De verdad?!, ¡¿Y puede dejarme conducir?!-

-En tus sueños niño- fue lo último que dijo antes de salir y tomar el Mercedes Clase S que había aparcado junto al edificio.

La idea de tener que ir a ese lugar no le agradaba, normalmente venían a recoger sus autos, pero George le había llamado y le había dicho que el jefe quería que lo llevara personalmente, porque le gustaría hablar con él. Realmente no entendía qué quería esta vez, pues siempre arreglaba todos sus autos y hacia lo que le pedía por mas que le desagradara la idea de trabajar para él; George le había dicho que el jefe no estaba molesto con su persona, simplemente que quería tener una charla amistosa, ya que hacía mucho tiempo que no se pasaba por allí.

Casi sin darse cuenta llegó a una mansión con un gran jardín delantero y un montón de autos negros cerca de la puerta. El se seguridad le reconoció, así que le abrieron la verja, avanzó hasta dejar el Mercedes junto al resto de coches y subió los escalones hasta el porche donde la gran puerta principal estaba abierta con varios hombres bien vestidos por el hall conversando, muchos de ellos con alguna pistola en un porta armas sobre la camisa. Entre estos hombres vio a George con una sonrisa de superioridad o más bien de estúpido, nunca se han llevado bien, desde que llegó a trabajar con ellos han tenido una estúpida rivalidad que no comprende, al menos por parte de George quien siempre quiso joderle la existencia de una forma u otra. Le vio hacer un gesto con la cabeza para que subiera las escaleras, así que supuso que el jefe le estaría esperando en su despacho.

Llevaba casi un año sin asomar por ese lugar, la verdad es que no había cambiado demasiado, el barandal de las escaleras y las puertas de caoba, las manijas doradas, las cortinas traslúcidas, la moqueta roja...la decoración no era mala, era todo lujos, sin embargo no sentía que echase de menos estar allí, ni cuando había tenido una habitación propia, ni cuando había tenido tantos lujos, ni cuando pensó que aquello de verdad era un hogar...

Miró a los dos guardaespaldas que guardaban cada lado de la gran puerta del despacho y carraspeó, ambos bajaron la mirada hacia él al ser mucho más grandes e hicieron un gesto indicándole que podía pasar sin más. Entró casi en silencio y cerró tras de su mirando el aspecto de despacho en semi penumbra, las persianas solo dejaban entrar algo de luz que le era proporcionada al hombre que estaba sentado dándole la espalda tras un gran escritorio de caoba, al igual que el resto de muebles. El hombre tenía un periódico en las manos y guardaba silencio; Tony sabía que no hacía falta anunciarse, así que se acercó a la silla libre frente al escritorio y tomó asiento mirando la nuca de su jefe.

Engranajes [Starker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora