Pan II

62 5 0
                                        

Cuando Miguel alcanzó a Leo, éste se encontraba sentado hablando quién sabe qué tanto entre dientes mientras mordía su pieza de pan del día. No es que fuera a gruñirle si se acercaba lo suficiente, pero las malas vibras que emitía el castaño con su mal humor eran casi visibles y muy palpables. En ocasiones se preguntaba en serio si Leo no era alguna especie de demonio con forma de panadero buena onda.

— ¿Leo...? —probó preguntando para ver si era seguro acercarse a hablar con él. El aludido ni siquiera notó su presencia, pues no dio muestras de lo contrario —. Leo —intentó de nueva cuenta, orando internamente con no sacarlo abruptamente de su ensimismamiento o sabría que pagaría las consecuencias.

Leo pareció, al fin, advertir la presencia de alguien, levantando la mirada para encontrarse con el rostro nervioso de Miguel. Soltó un suspiro y trató de componerse, él no era la causa de su enojo, así que no tenía por qué molestarse con él en ese momento. Incluso alcanzó a procesar hacerse a un lado para hacerle algo de espacio a Miguel. Tomó su mochila y se dio cuenta del pan contenido en ella. ¡Claro! El baúl sin fondo de su amigo necesitaba algo de comida para no morir de inanición.

—Perdona Migue, con todo este asunto olvidé darles su pieza de pan a todos —le dijo mientras sacaba un marranito de piloncillo de la bolsa de pan — ¿crees que los demás aún quieran su pan?

Miguel le aceptó la pieza y le propinó una mordida antes de responder. Estaba muriéndose de hambre.

—Supongo que sí, es lo que todos desayunamos antes de que empiecen las clases. 

Leo hizo un puño que no pasó desapercibido por Miguel, seguía muy molesto, pero no podría dejar que la situación escalara porque no quería partirse en dos con tal de seguir llevándose con ambos.

—¿Leo? —le preguntó para sacarlo de su enojo. Leo rápidamente se puso de pie y se adelantó un par de pasos.

—Vámonos, Migue, si no nos damos prisa el resto no va a desayunar y tendremos que arrastrarlos a casa cuando se desmayen.

No tuvieron que buscar demasiado para dar con el resto de sus amigos. Leo les repartió las piezas de pan y todos desayunaron de camino a sus respectivas aulas en los diferentes edificios del lugar.

Miguel ya no tuvo oportunidad de preguntarle a Marco si él había tenido éxito para hablar con Teodora, pero en los primeros minutos de su clase recibió un mensaje de su hermano.

"La niña de la Condesa no piensa hablarle a Leo hasta que él no se disculpe primero"

Miguel dejó caer la cabeza sobre la paleta de su asiento arrepintiéndose al instante porque se dio directo en la espiral del cuaderno donde supuestamente apuntaba un resumen que les dejó la profesora de historia.

Al momento del descanso se encontró con Marco, que iba acompañado de Teodora.

—Marco, Teo... ¡Espérenme!

Tuvo la oportunidad de hablar con ellos un momento antes de llegar a la parte del patio donde solían reunirse con todos. Teodora estaba clara y justamente ofendida por lo que pasó esa mañana y era obvio que de momento no pensaría siquiera en ceder en esa cuestión de orgullo.

Después de todo, Leo le dijo que era una niñita tonta que nunca destacaría del resto.

Al llegar con el resto de sus amigos Leo ya estaba ahí y al menos por el momento, tanto él como Teodora fueron lo suficientemente maduros como para no decirse de cosas o irse para dividir al grupo.

Por el momento...

_________

Esta es la parte correspondiente al 29 de septiembre :'D

Hermanitos RiveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora