La pequeña chiquilla de dieciséis años caminaba por la acera. A paso lento, se dirigía a la aburrida secundaria. Su mirada se perdía fácilmente al ver a los pajaros volar cerca de ella.
— Menuda basura...
Pateaba pequeñas piedrecillas que se topaban en su camino. Sin ganas enderezó su espalda y sus ojos miraron al cielo. Los últimos días el sol había salido más temprano. Escuchó pasos atrás de ella.
Deben ser otros estudiantes.
Los pasos se escuchaban cada vez más cerca. Era de esperarse que fueran otros chicos. Pero la pequeña tenía la necesidad de mirar para atrás y saber quién estaba caminando detrás de ella.
Al hacerlo no encontró a nadie.
Quizás fue la brisa.
Se dispuso a volver su mirada al frente.
...
Tres hombres.
— ¡Ahora!
El más alto la agarró por enfrente, haciendo que la pequeña gritara desenfrenadamente. Un chico de labios de cereza —así lo describiría— le tapó la boca, mientras que el chico de piel morena la miró.
Su mirada penetró los ojos de Sook.
Y pudo ver como ella moría.
— Se ha desmayado...
— ¿Le mostraste cómo moriría?
Namjoon la miró. Estaba en los brazos de Hoseok. Respiraba con calma.
— No lo recordará cuando despierte.
Hoseok empezó a sudar notablemente. Carraspeo un poco, estaba nervioso.
— ¿Estás bien, Seok?
Jin tomó el hombro de Hoseok y éste pegó un grito. Cerró los ojos con fuerza y apretó su mandíbula.
— ¡Santa mierda, mi cabeza!
Soltó a la chica, la cuál calló al cemento. Los dos chicos se asustaron y corrieron a ver a la chica y a Hoseok.
— Hoseok, respira. Toma mi mano.
Namjoon sabía lo que pasaba con Hoseok. Al ser un lugar bastante transitado por autos y niños, bastantes jóvenes morían cada año por ser atropellados.
Hoseok tomó la mano de Namjoon y mientras veía a niños ya muertos, la apretaba. La mano del moreno empezó a ponerse blanca de tanta presión.
Podía percibir vibraciones en su cabeza, sentir como los niños gritaban por ayuda, y la imagen mental de la cabeza de una niña siendo aplastada por la rueda de un camión lo perturbaba bastante.
— ¡Arrgh!
Tomó con sus dos manos su cabeza y la apretó. Odiaba ser así. Odiaba ser él. Odiaba existir con aquella maldición.
— ¡Vámonos de aquí, mi cabeza va a explotar, maldita sea!
Sentenció Hoseok. Namjoon corrió en busca de Natnoey. Pegó un silbido y éste apareció imponente. Medía cuatro metros y su cara de bestia lo hacía verse como una pesadilla.
Al ya estar en el lomo de Natnoey, la bestia surcaba los cielos, la serenidad de la mañana los acompañaba.
— Descuida Hoseok. Ya tenemos a Sook. En un par de días, estaremos libres.
— ¡Yujuu!
Jin abrió los brazos dejando que el viento pasara por todo su cuerpo. Su cabello se dispersó y sus ojos se cristalizaron por el viento que chocaba contra él.
— ¡Seremos libres!
No podían estar más felices. Después de años de sufrimiento y perseverancia, por fin tenían la preciada sangre de aquella jovencita.
Sólo bastaba derramar un poco de ella y serían normales.