capitulo 8 segunda experiencia, el dolor

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Los días pasaron, eran días largos e interminables, sentía que la vida se derrumbaría, pues había perdido a mi familia, y con el último y el único que podía contar, era con Daniel, que a pesar de todo, con su dulzura y con su amor, me cuidaba. Estuvimos unos cuantos días en su casa, la casa que le había dado su abuela antes de morir, yo no quería volver a la casa que me había dado mi padre, por miedo a sentir la esencia de mi padre y de Joseph, vagando por el aire.

En esos nueve días, no asiste al colegio, ni me levantaba de la cama, Daniel estaba conmigo siempre, cada vez que lloraba, el me sostenía para no caer en depresión, y cada vez que no comía, el me alimentaba y decía que era un desperdicio no comer, que arruinaría mi persona y sobre todo mi físico. Los días seguían pasando, y Daniel casi nunca salía, entonces me decidí a pensar en nosotros, ya que una vida nos podía esperar.

Había transcurrido cerca de un mes y una mañana me desperté con ganas de mostrar una sonrisa en mi rostro. Daniel, que estaba acostado a mi lado, se despertó y comenzó a mirarme.

-¿Qué tienes? Hace cuanto que no veía esa sonrisa-

-no es nada, es que, en estos cuantos días, me quede pensando solo en mi, que no pude notar que tú estabas a mi lado, y sobre todo, que estabas a mi lado porque me amas. ¿No es así?-

Sonrió e hizo un pequeño sonido. –eres vanidoso. Si, ¿si no, cuan seria la razón para estar a tu lado?-

-lastima- puse mi mano en su rostro.

-entonces te equivocas de persona, porque yo no soy alguien que tenga lastima-

-no, jamás me equivoque entonces, estamos en este lugar, porque nuestro sentimiento es mutuo-

-entonces dilo, nunca dices lo que sientes, quiero escucharte- su mirada de ilusión me hizo pensar más claro, entonces, su mirada reflejo una pequeña gota de lagrima que me hizo quedar en silencio. –no hace falta que me lo digas, tus ojos al mirarme, hablan mejor que las palabras que salen de tus labios a diario, yo se que algún día, me lo dirás-

Lo mire fijo y regalándole una pequeña sonrisa. –Quédate aquí, ahora vuelvo- le dije.

-a donde iras-

-tú me cuidaste muy bien, ahora es mi turno- me levante de la cama y me dirigí hacia la cocina para cocinarle algo, pero el impaciente, no pudo esperar y mientras cocinaba algo, me tomo de la cintura para abrazarme.

-por favor, no envenenes la comida- me susurro al oído haciendo recorrer un hormigueo en el cuello.

Luego de desayunar, comenzamos a planear las cosas desde ese instante, hasta la muerte.

-¿Qué tal si vendemos la casa que me dio mi abuela? Dinero por el momento queda, podemos seguir estudiando, a ti solo te queda este año para terminar la secundaria- hablo Daniel.

-sí, ¿pero tú? ¿Qué aras?- me preocupaba, que deje de hacer lo que a él le gustaba hacer solo por mí.

-no te preocupes, yo seguiré estudiando, y por horas libres trabajare-

-te ayudare con lo que necesites-

-sí, y por ahora, ¿estás listo para volver a tu antiguo hogar?-

 -sí, no hay problema, si quieres buscaremos hoy a un tasador y abogado para venderla, ¿tu quieres venderla de verdad?-

-sí, esta casa no vale nada para mí-

Enseguida buscamos a alguien para que nos ayude y empacamos, para mudarnos de casa. Al llegar, Daniel noto mi cara de decepción y dándome un empujón me dijo que todo saldría bien.

‘’mama, si estuvieras aquí, ¿tu estarías a mi lada para decirme que yo me equivoque? Extrañaba a Joseph, y a papa. Estaba seguro que ellos me buscarían en el futuro, y creía, que estaríamos todos juntos de nuevo, junto con Daniel. Pero los días se entonaban en un color gris, en los que ya no podía soportar esa tormenta de depresión, para calmar las cosas, me colgaba de un hilo, al que intentaba no caer, para seguir una vida larga y plena. La situación, ¿mejoraría algún día?

Patético, muy patético, culparme de mis decisiones, culparme  a mí mismo, por desear, ser feliz, sin mi familia.

Como quien dice, corazón que aguanta, llora sin sentido, sonrisa que se muestra, vida sin sentido. Muy poco es su significado, pero algo cierto, mi corazón lloraba y mi sonrisa, era la de una vida que no tenía sentido desde el principio, quizás que si no nacía, el dolor que experimente desde entonces, era una pequeña espinilla a la que poco a poco se hundía, esa espinilla se nombraba Daniel, que a pesar de querernos, era un dolor que sufría todos los días por amarlo, estaba experimentando, no solo el dolor, si no el masoquismo. Un dolor agradable, que pronto de un pequeño pinchazo, terminaría siendo una gran herida.’’

bajo el cielo azul (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora