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A Felix le costaba, por supuesto. Después de perder a su mamá, le fue difícil seguir adelante, vivir y hacer cualquier cosa, por muy pequeña que sea, todo se le hacía entrañable y complicado.
Hasta ese momento, la mamá de Changbin le había estado cocinando y enseñando a cocinar, pero él sentía que no podía seguir así. No podía depender de ella para siempre.
Quería poder hacer sus cosas por sí mismo. Felix deseaba crecer pronto.
Tan sólo tenía 13 años y estaba solo en Corea. Inmenso fue el esfuerzo que tuvo que hacer para que no lo mandaran de vuelta a Australia, pero finalmente, luego de muchos exámenes, visitas y papeleo había logrado quedarse. No sabía si podría haber comenzado de nuevo, después de nueve años en Corea, no sabía si podría rehacer su vida en Australia. Amaba ese lugar, y no podía imaginar su vida otra vez en su país natal.
ㅡFelix, no podremos irnos juntos hoy. Debo hacer un trabajo.
Changbin esperaba que se molestara, que le hiciera algún berrinche o algo, pero no pasó. Sólo asintió y le dirigió una hermosa sonrisa que hizo que su corazón saltase. ¿Qué le estaba pasando?
ㅡT-Ten cuidado de camino a casa.
Lo vio desaparecer al doblar la esquina y suspiró. Hace un tiempo que se empezaba a sentir raro cada vez que lo veía. Era su amigo, su mejor amigo y, según lo que había escuchado en la escuela, estaba mal lo que estaba sintiendo, pero Changbin no sabía qué hacer.
Después de todo sólo tenía 13 años y era probable que fueran las hormonas de la preadolescencia. Aunque no entendía bien, qué clase de hormona haría que se sintiera atraído por su mejor amigo, que se sintiera atraído por un chico.
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ㅡEsto es un desastre ㅡsuspiró Felix acunando la cara entre sus manos, mientras un puchero se formaba en sus labios.
Con tristeza y decepción miraba los pequeños carbones, en una bandeja, que se supone que eran galletas. Quería agradecer lo que la mamá de Changbin estaba haciendo por él.
