Sus manos me asfixsiaban con tal presión que si no paraba en pocos segundos moriría.
En sus ojos las pupilas estaban tan dilatadas que sus ojos cafés eran totalmente negros. Mi cuerpo estaba pintado de dolorosos colores: violeta, azul, verde y rojo, mucho rojo carmesí.
"Por favor... para" musité con mis últimas fuerzas antes de desmayarme.
Cuando desperté estaba en el mismo sitio, no me habías movido ni un centímetro. Mi cuello dolía tanto como si me hubiese colgado, ya lo había intentado. Pero el prefería matarme con sus propias manos a que yo hiciese todo el trabajo.
Oí sus pesados pasos hacia mi, no me quise mover, temía que si me veías despierta terminase con lo qie había comenzado la noche anterior.
Pero no era él, era un policía armado. Yo yacía semidesnuda en el suelo, por su rostro pasó un atisvo de miedo. Se agachó a mi lado y comprobó mi débil pulso.
Al comprobar que estaba viva suspiró y me dijo algo que nunca olvidaré: "Ya estás a salvo". Él se había suicidado pensando que estaba muerta. Yo ya era libre.
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Historias de oscuridad y lágrimas
No FicciónSimplemente son relatos que guardo en el fondo de mi alma. Algunos son ciertoa y otros inventados Aviso Historia NO aconsejada para gente sensible.