Prólogo

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El mundo mágico no podía estar sumido en un mejor estupor y felicidad, y por supuesto, no había mejor regalo de navidad para ese año que el saber que aquel que no debe ser nombrado, el Lord de las tinieblas, Voldemort, estaba muerto. 

No había miedo ni tristeza para la gran mayoría de magos y brujas; todo su agradecimiento y pleitesía era dedicado a nada más y nada menos que Harry James Potter. El niño dorado, el chico que vivió y venció una y otra vez al Lord tenebroso; el joven de corazón valeroso que le devolvió toda la luz al mundo mágico y a su vez, el orden. 

Los héroes y sobrevivientes de la guerra, habían podido volver a Hogwarts, escuela de magia y hechicería en Inglaterra para completar a cabal la presentación de los ÉXTASIS que necesitaban para poder ejercer fructíferamente dentro de la sociedad mágica. 

El trío de oro, claramente, culminó sus estudios con gran satisfacción y empezaron sus prometedores trabajos dentro del ministerio de magia. 

Hermione Granger se había vuelto representante de un nuevo cuerpo -y claramente mejorado- departamento de derechos y solicitudes mágicas, que cobijaba no sólo a Magos y Brujas, sino también a criaturas mágicas que prestaban servicios, como lo eran, los elfos domésticos. Ron Weasley, por su lado, había aplicado y entrado a la academia de Aurores, para unirse al departamento de seguridad del ministerio. Aunque le había costado un poco, ahora se encontraba en el escuadrón ALFA como un integrante increíblemente valeroso. 

Finalmente, Harry Potter había sido nombrado líder del escuadrón de Aurores ALFA sin necesidad de haber pasado por la academia de formación. Todo el Wizengamot había insistido incluso en nombrarlo Jefe del departamento, sin embargo, el valeroso León mencionó querer primero incursionarse en el trabajo y vida de los aurores como uno mismo. 

Todo se encontraba en orden, todo se encontraba siendo arreglado con el tiempo y el amor que curaban y suturaban las cicatrices que la guerra había dejado en cada familia. 
Y Harry había pensado que lo estaba logrando, a pesar de su fama y del escrutinio al que era sometida su vida, como una celebridad, la madures de los 21 años le habían permitido empezar a sobrellevarlo y esa navidad, había llevado a toda la madriguera a comer a un restaurante familiar en el caldero chorreante, alegando que Molly Weasley necesitaba y se merecía un descanso de la cocina. 

Estaban felices, estaban contentos, los regalos vergonzosos y aún así hermosos y llenos de amor eran entregados, los regalos extraños también y las anécdotas y recuerdos no se hicieron esperar, oprimiendo el corazón de varios, al punto de humedecer ocasionalmente los ojos de la mayoría de pelirrojos. 

Fue en ese momento, cuando un melancólico Harry Potter volteó a ver por la ventana del restaurante, entre la espesa nieve que caía con tranquilidad, cómo un par de aurores de vigilancia que se habían aparecido allí, tiraban sobre la nieve un cuerpo con algo de fastidio. 
El ceño del héroe no tardó en fruncirse, y más porque, a pesar de la distancia, el rubio cabello largo de aquel hombre había quedado desparramado por la fría y blanca nieve. 

Los cinco años, los cinco años en Azkaban habían sido cumplidos, y para sorpresa de Harry, él no había vuelto a saber nada de aquel chico luego de su  escape al presenciar la muerte del Lord. 

No estuvo en su juicio, no supo de las noticias y claramente, a nadie se le pasó jamás por la cabeza que a Harry le interesaría saber algo sobre los Malfoy, ni si quiera el mismo chico dorado que en ese momento ya había salido del restaurante para acercarse al esquelético cuerpo que yacía tendido en el suelo. 

No lo reconocía pero estaba seguro, más que seguro, que a pesar de haber salido, Draco pendía de un hilo entre la propia vida y la muerte. 

*AriMinds* 

After All This Time / HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora