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Draco había salido muy temprano en la madrugada, tan temprano que incluso aún no se podía sentir la calidez de los primeros rayos del sol. 

Estaba enfundado en una elegante túnica en tonos grises que combinaba perfectamente con sus ojos que en ese momento mantenían una expresión indiferente. El rubio caminaba con elegancia por las calles, aún cuando su paso era algo apresurado. 

Él sabía que no tenía mucho tiempo, que Potter era un Gryffindor impulsivo que al parecer, estaba acostumbrado a que todos hicieran lo que él quería. 
Era cierto que sus métodos eran efectivos y que siempre sus planes tenían como objetivo arriesgar en lo mínimo a los demás y sí arriesgarse al cien él mismo. 

Tan Potter. 

Sin embargo, Draco pensaba que esta vez esa no sería la manera más efectiva para operar, por lo menos no en esta situación en la que él se encontraba tan involucrado. Necesitaba saber si su madre estaba viva o no, necesitaba entender lo que había sucedido en esos cinco años en los que fue reducido a nada en Azkaban. 

El rubio no tenía idea de por dónde empezar, de lo que estaba seguro era de que debía de alejarse lo más posible del radio de influencia del héroe y dejar que su aparente lánguida aura mágica hiciese su propio trabajo. 

Caminó sin rumbo alguno por las calles, al parecer, en cierto momento, cuando ya se encontraba amaneciendo, había entrado a una zona artesanal que se encontraba en ese momento con la gente montando sus puestos. 
El mortífago llevaba en su túnica, guardada la varita inútil - o eso creía fervientemente Malfoy -  que le había proporcionado el cerdo de Robards luego de que Potter abogara por él. 

Legó hasta un puerto, el sol ya estaba en lo alto y el agua se veía iluminada por sus rayos, creando matices cromáticos en el agua, parecidos al arco iris. 
Había una brisa tenue que revolvía los rubios cabellos de Draco,mientras este suspiraba por la aparente paz que se podía sentir en ese lugar. 

Siempre le había maravillado el gran poder que tenía el océano. Era una fuente tan sagrada y enorme de poder, una cierta aura mágica que cualquier mago podría sentir, e incluso sabía que los Muggles - bueno, algunos. - podían sentirlo y por ello iban a purificar sus cuerpos en el agua. Otros tantos, ignoraban lo sagrado del agua marina, y mantenían tirando una cantidad absurda de basura en el mismo. 

En cierto punto, Malfoy seguía creyendo que el loco de Voldemort tenía ciertos puntos a su favor bajo la idea de acabar con los Muggles.

Guerras, contaminación, la mutilación paulatina del planeta en el que subsistían. ¿Acaso creían que tienen otro lugar en el cual vivir? 

Draco...

Tan embebido estaba en sus pensamientos, que cuando la voz de su padre invadió su cabeza, trastabilló y por poco cae hacia atrás de no ser por una baranda que se encontraba cerca al puerto.

Tragó saliva mientras se estabilizada a sí mismo. Aún le afectaba demasiado escuchar a su padre y aunque jamás lo admitiría, llegaba a sentir pánico, terror y algo de tristeza.

Papá.

Dijo para sí en su mente, pero no recibió ninguna respuesta.

Las manos le estaban sudando y podía sentir su corazón galopando de forma briosa, avisando que en cualquier momento podría trepar por su garganta y salir huyendo de allí.

Sin embargo, su pequeño episodio ansioso que empezaba a desatarse, se vio interceptado por el aroma característico de su madre.

El rubio volteó a ver hacia los lados, ya había amanecido y se encontraban pasando personas de aquí allá, las tiendas estaban abiertas y las personas hablaban con amabilidad entre sí, comerciando o manteniendo conversaciones casuales.

El chico tragó saliva y se armó de valor para caminar hacia la dirección en la que percibía el tenue aroma, era débil, a penas una estela perceptible -lo que provocó en Draco cierta inquietud, ya que la primera vez lo había percibido con mucha más fuerza y no sabía si eso podría significar algo malo - cuando volteó en una esquina, el pintoresco retrato que el puerto le había mostrado fue disminuyendo a medida que caminaba.

Aún era temprano, por lo que al comenzar a salir de la zona comercial, empezó a ver cada vez menos y menos rostros amables y sonrientes, sino que más bien veía magos que vendían cachivaches y otro tipo de artefactos de calidad mucho más baja.

Pasaban personas sin fijarse en nadie en particular al su caminar, y el rubio respiró con algo de dificultad. Empezaba a creer que había sido una mala idea alejarse de Potter, él, que sería capaz de quitarle la cabeza a un dragón para protegerlo.

Potter era su zona segura, y ahora estaba allí, solo y siguiendo probablemente a quienes tenían a su madre o peor, a los que no tenían a nadie y sólo querían acabar con el último de los Malfoy.

Esa idea le golpeó tan fuerte, como una epifanía a la que él no habría podido acceder sino justo hasta ese momento en el que había entrado en una zona de comercio de clase media baja y baja.

¿Cómo no había pensado en esa posibilidad? Él sabía que su apellido era considerado como paria, y que el último que faltaba por morir era sin duda él mismo.

Draco era consciente de lo crueles que podían llegar a ser los "buenos" cuando estaban envenenados por el líquido de la venganza y la rabia.

— ¿Te encuentras bien?

Draco dio un pequeño brinco hacia un lado, llevándose una de las manos al bolsillo de la túnica listo para sacar la inútil varita.
Frente a él había un holandés bastante alto, de cabellos rubios quemados - y no rubios pálidos como los de Draco - y ojos verdes oscuros, no tan llamativos como los de Harry pero sí amables.

— Tranquilo... — Aquel hombre abrió sus ojos mientras subía sus manos abiertas para mostrar que estaba desarmado. Malfoy olvidó hablar en ese momento y se limitó a mirarle de forma desafiante. — Eres extranjero. — Se rió el hombre, en un inglés arrastrado por su acento. — Tranquilo, noté que estabas algo raro y te he seguido, lo siento pero han estado pasando cosas extrañas últimamente y estaba preocupado. Mi nombre es Benjamin, Benjamin Flint. Soy auror.

Draco se sintió mucho más relajado al escuchar eso, tenía sentido, había llamado la atención de un auror holandés y el rubio no podía sentirse más a salvo.

Se iría con Potter, definitivamente no estaba preparado para andar solo.

—Malfoy, Draco Malfoy.

Dijo el mortífago, extendiendo su mano en lo que su expresión facial se relajaba.

—Es un gusto, Malfoy.

Aquel hombre sonrió con unos dientes blancos y perfectos, mientras estrechaba la mano de Draco con firmeza.

Draco se sentía salvado... pero que error había cometido Harry al no revelar al auror que había reportado el suicidio de Narcisa.

La falta de confianza puede costar más de lo que se piensa.

*AriMinds*

After All This Time / HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora