01. Menos vida.

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Brighton siempre me había parecido una ciudad bonita. Soñaba con pasear por el largo muelle mientras Chase me agarraba la mano, y veíamos como niños y mayores disfrutaban de la feria que montaban allí.

Pero los sueños, sueños son; y ahora Chase no estaba para agarrarme la mano.

La vida era menos vida desde que se fue; todo se había vuelto gris. No sonreía, no lloraba, tan solo respiraba deseando dejar de hacerlo, queriendo volver a verle. El tiempo pasaba mucho más lento, y el invierno se hacía eterno al no tenerle para acurrucarme en las noches. No sabía donde iba porque había perdido de donde venía, y joder, se estaba haciendo difícil. Incluso cuando había dejado atrás la ciudad que vio florecer nuestro amor, Liverpool.

No había sido difícil irme de allí dos horas después de que enterraran a Chase, puesto que tenía todo preparado desde que supe que no saldría de esta. Así que cuando todos los conocidos y familia de Chase se acercaron para darle un último adiós, desaparecí.

Metí toda lo esencial en una maleta y partí hacia Brighton, el único lugar donde sabía que tenía donde alojarme.

Conduje con la mente llena de recuerdos y lagrimas en los ojos. No veía apenas la carretera, y cuando paré en la primera gasolinera, compré una botella de vodka y un paquete de cigarrillos. Necesitaba que todo parara, que mi mente dejara de reproducir una y otra vez la imagen de él diciéndome "Te quiero". Necesitaba evadirme de la realidad, así que no lo pensé y abrí la botella mientras conducía más rápido de lo debido.

No era la primera vez que conducía borracha o por encima de la velocidad establecida, pero necesitaba esto.

Seguía sin dejar de beberme aquella botella, necesitaba oír su voz diciendome lo que siempre me decía cuando corría demasiado con el coche.

"Hecha el freno, vaquera"

Grité dentro del coche mientras tiraba la botella vacía al lado del copiloto. Necesitaba escuchar su voz por última vez, y aunque sabía que eso no pasaría, pisé a fondo el acelerador. No veía nada, era de noche y las lagrimas nublaban toda mi vista.

Quería que esto acabara, que mi mente estuviera en blanco.

Iba a 140km/h y no pretendía parar, seguía pisando el acelerador cuando de repente, algo se cruzó en la carretera. Frené en seco haciendo que chirriaran las ruedas del coche y que mi cuerpo chocara con el volante.

-¡Mierda!- grité cuando vi que se trataba de un conejo. Pegué un puñetazo al volante haciendo que sonara el claxon, y después pegué mi frente a él.

Respiré profundamente y llevé mi coche al arcén derecho; apagué las luces y el motor y me quedé allí. Apoyé mi cabeza en el volante y suspire.

No me moví de esa posición en toda la noche. Tenía sueño, pero no podía dormir. Así que solo permanecí allí hasta que amaneció. Estaba sola en el coche, pero con todo lo que pasaba por mi cabeza parecía que estuvieran 300 personas conmigo.

No podía parar de pensar, así que dejé que todo fluyera; recuerdos y lágrimas inundaron el silencio de la noche.

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