Si bien sabía que había venido a Brighton por una causa totalmente diferente a huir o esconderme, encontrar el apellido Malson tan rápido fue algo que me chocó.
Ciertamente, en la semana que llevaba aquí, ni si quiera había establecido un plan y tampoco había comenzado buscar al mayor cabrón de la historia. Sí, había pensado mucho en cómo quería acabar con Tete Malson, en como destruiría su vida al igual que él hizo con la mía. Pero no había llegado a ningún punto, y ahora que había escuchado el apellido Malson desde una boca que no era la mía, me ha hecho volver a la realidad.
Debía elegir.
Como siempre, tenía dos putas opciones; dejarlo estar, y superar la muerte de Chase como una novia normal y corriente, o por el contrario, comenzar el plan venganza.
Bien, analicemos; la primera opción era la más sensata. Para que mentirnos. Pero en mi lenguaje eso significaba una sola cosa; huir. Si la Bianca estúpida de hace un mes habría huido, nada de esto habría paso, y quizás debía hacerlo ahora, en honor a Chase -que seguramente este sería su opción favorita-.
Pero la segunda opción llamaba a mi lado vengativo; quería hacerle pagar por como él había decidido joderme, quitándole la vida a una persona totalmente ajena a la situación.
Así que aquí estaba, en mi habitación tomando la decisión más difícil: en una mano tenía una foto de Chase sonriendo, y en la otra un tinte de pelo.
Miré la foto, y sonreí con nostalgia.
Y claramente fue un error mirar la foto: eso solo alimentó la bestia vengativa que llevaba dentro, haciendo que me dirigiera al baño a ponerme el tinte del pelo.
Bien, comenzaba el plan venganza.
***
-Bianca, baja a cenar- oí el grito de mi tío Keith desde la planta baja de la casa.
-¡En diez minutos bajo!-chillé de vuelta.
Terminé de aclarar mi cabello, y me enrollé una toalla en el.
Había aplicado el tinte de color rojo en mi pelo hace 2 horas, y después de una eterna hora esperando para poder quitármelo del pelo -que además picaba como los mil demonios- me metí en la ducha y me despedí de mi pelo moreno.
Salí de la ducha con la cabeza en vuelta en la toalla, y envolví mi cuerpo en otra más grande. Dejé el cuarto de baño con la puerta abierta para que el aire caliente saliera, y comencé a secar mi cuerpo.
Una vez seco, empecé a vestirme con un chándal que usaba como pijama. Cuando estuve lista, me acerqué a lo espejo que mi tía había colocado hace cuatro días, y miré mi figura reflejada.
Tenía unas leves marcas moradas debajo de los ojos, y la piel la tenía un poco pálida comparada con el moreno que siempre había tenido. El chándal me estaba un poco más grande de lo habitual, quizás uno o dos dedos. Miré mi pelo, y solté un suspiro; allá vamos.
Desenrollé la toalla, y deje que el pelo cayera por mi espalda. Lo cepille un poco, y me volví a mirar.
Bien, no me quedaba del todo mal.
Mi mata de pelo había dejado de ser marrón para convertirse en un rojo intenso.
Como el de la sirenita, pensé.
La verdad es que hacia juego con el color caoba de mis ojos, y aunque ahora estuviera pálida, estoy segura de que con mi color natural de piel quedaría fantástico.
Terminé de analizarme en el espejo, y cogí las tijeras del cajón del baño.
Bien, aquí vamos.
Comencé a cortar mi pelo de manera que ahora quedará a la altura de mis hombros y no por debajo de la cintura.
No era la primera vez que lo cortaba yo sola, solía hacerlo a partir del fallecimiento de mi madre, así que podría decirse que no se me daba nada mal.
Terminé cinco minutos después y volví a observarme.
-pasable- murmuré en voz bajita.
Volví a soltar un suspiro y lo dirigí a la puerta de mi habitación para bajas a cenar.
-Pero, ¿Qué mierda te has hecho en el pelo? -soltó mi primo nada más verme.
-Eso no es el vocabulario que te he enseñado, jovencito- dijo mi tía mientras daba un pequeño golpe en la cabeza de Ayrton.
Me encogí de hombros en repuesta, y miré al pequeño Toby que se encontraba en su silla para comer.
-hola, enano- saludé acariciándole el pelo.
En respuesta, soltó un pequeño balbuceo y se concentró en seguir comiendo con su cucharilla de la patrulla canina.
Me senté en la mesa, y me dispuse a cenar.
-Estás guapísima, sobrina -me alagó mi tío.
-es cierto, te queda genial ese tono- siguió lo tía.
-gracias -contesté sin más.
Se creó un silencio algo incómodo, que mi tio decidió romper.
-¿Cuándo comienzas los entrenamientos, Ayrton?
-La semana que viene es la prueba de acceso al equipo, es de puertas abiertas así que supongo que podéis venir a verme- comenzó a contar- pero, mamá, tienes que prometerme que no llevarás ninguna pancarta, por favor.
Reí internamente hacia el pensamiento que se me había presentado; mi primo todo avergonzado mientras su madre llevaba una pancarta más grande que ella donde ponía "¡Ese es mi bebé Ayrton!"
-Hijo, yo sólo quería demostrarte mi apoyo- dijo con algo de pena Mandy.
Reí en voz alta esta vez. Vaya, resulta que si que pasó en la vida real.
-¿Te hace gracia, Bibi?- me preguntó Ayrton con una ceja enarcada.
-La verdad es que si, y todavía no se que ponía en la pancarta-le contesté- aunque estoy segura de que algo muy alargador, tía.
-Ves, tu prima me apoya. Además solo puse la verdad Ayrton.
-"Que nadie toque el culito de mi bebé Ayrton"- imitó mi primo.
No pude evitarlo y estallé en carcajadas.
Que maravilla.
No sé cómo, pero acabamos riendo todos. Sin parar.
Como en los viejos tiempos.
Cogí aire cuando acabé de reírme, y me limpié una pequeña lágrima que caía de mi ojo a causa de la risa.
-Es que tienes un culito de bebé, Ayrton -corroboré.
-Ya se que tengo culito de bebé, pero por esa pancarta, la mitad de las chicas quieren tocármelo. Y por supuesto que el imbécil de Adam todavía sigue con la coña.
Mi tío Keith rió.
-¿Le has presentado ya a Bianca?- cuestionó Mandy.
-Si, bueno. Él me obligó-contestó con un gesto de hombros para quitarle importancia.
Claro que me lo había presentado, por supuesto que sí.
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Kaos
Teen Fiction¿Qué serías capaz de hacer si el pasado volviera y decidiera joder todo lo que habías conseguido hasta ahora; que todo aquello que creías enterrado saliera a la luz cegando toda acción del presente? Bianca Brooke no había sido una chica buena siempr...