capitulo XXIII Pesadilla

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Japón

Las fuerzas del santuario se preparaban para atacar a dos chicas que ya tenían identificadas, pues a toda costa enviarían a esos demonios devuelta al infierno de donde vinieron.

Elizabeth y Darelle se encontraban reunidas como era costumbre al atardecer, para que cuando el sol se ocultara se prepararan para luchar y purificar la zona de sus enemigos. Todo estaba marchando de maravilla cuando la noche reino el lugar y el manto estelar acobijó los acontecimientos que estaban por ocurrir.

Ambas estaban peleando protegiéndo la espalda una de la otra, estaban por terminar con el último cuando un destello carmesí y una ráfaga helada dieron el golpe de gracia al enemigo.
Las dos sorprendidas pero sin bajar la guardia chocaron espalda contra espalda para divisar como entre las sombras dos chicos con armaduras doradas se presentaban.

-Milo... -Dijo la chica de cabellos castaños al ver al joven que tenia enfrente.

-¿Lo conoces? -Pregunto su compañera

-Si... Yo creí que seguía en Noruega... No yo creí que era una persona normal.

-Lamento decepcionante pero no es así, siempre sólo tuve un objetivo en mente.

-Tu... Llegaste a Noruega buscándome...

-Asi es.

-Si estas aquí, eso quiere decir que Arien esta bien. -Dijo soltando un fuerte suspiro.

-¿No te enteraste? El pueblo fue atacado por un terremoto, todos murieron.
Al menos hací lo hicieron ver los noticiarios, pero tu yo y todos los presentes aquí sabemos que no es verdad, fueron ustedes los que les trajeron desgracia.

-Eso... Eso no es verdad. -Decia con odio en sus palabras y lágrimas en sus ojos.

-Darelle tranquila, no puedes dejarte llevar. -Intento decir su amiga en un intento desesperado por tranquilizarla.

-No te entrometas en conversaciones ajenas. -Hablo Camus mientras atacaba a la chica y la batalla entre caballeros y fugitivas empezaba.

-¡Mientes! -Grito Darelle atacando con su espada.

-¿Por que lo haría? -Contesto fríamente Milo mientras que se cubría con sus brazos de los ataques de la chica.
La batalla seguía entre los cuatro Darelle atacaba imprudentemente y para cuando se dio cuenta su cuerpo se encontraba sangrando pues Milo ya había atacado con trece de sus agujas y aunque empezaba a ver borroso no dejaba de atacar.

-Solo muere. ¡Antares! -Grito el chico mientras que Elizabeth se descuidaba para ir a su ayuda lo que aprovecho Camus y ataco con la ejecución de Aurora.

-¡Polvo de Diamantes! ¡Puño fatasma del Fénix! -Se escucho entre la oscuridad frenando así los ataques de ambos dorados.

-¿Estas bien? -Pregunto el Fénix que cargaba a Elizabeth.

-Si... ¡Darelle!

-Estara bien tranquila. -Cuando el polvo que los ataques provocaron se disperso pudo Elizabeth ver por fin a su amiga, quien estaba recostada en las piernas de un joven de cabellos dorados y al igual que ha ella el chico la cargo.

-¡Hyoga! ¿Que hacen aquí? -Dijo Camus bastante molesto.

-Lo siento maestro, son ordenes directas de Athena, cualquier fugitivo debe de ser llevado al santuario con vida, hasta que los trece reinos caídos estén de vuelta.

-¿De que hablas? -Pregunto esta vez Milo.

-De el pecado de Athena. -Contesto Ikki

-No podemos decir mas, es confidencial. -Dijo Hyoga

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