III

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Poco tiempo pasó desde el amanecer, las nubes comenzaban a cubrir el cielo mientras una fría brisa soplaba creciente.

Akiryan no continuó como lo ordenó el canciller, al contrario, estaba subiendo unas escaleras, encontrándose con un par de guardias que custodiaban la entrada del castillo con grandes alabardas en sus manos. El caballero hurgueteó en su bolsillo y se puso un anillo con una piedra negra incrustada, estiró su puño revelando su pase de entrada y los vigilantes alzaron sus armas; aquella joya, era una de las recompensas de ser investido por su Majestad, le permitía acceder al palacio para tener una audiencia con la reina cada vez que necesitara, entre otros beneficios.

Empujó las puertas y entró al recibidor, cruzó los pasillos alfombrados e ingresó al gran salón. Pero el trono se hallaba desocupado. En ese caso, su Majestad se debía encontrar hasta arriba, en sus aposentos. Subió inmediatamente por una de las torres de los costados; el segundo nivel contenía las habitaciones; el tercero era un piso de seguridad; las escalinatas terminaban en el cuarto, con una gran terraza ajardinada; allí, una grada central conducía al último piso. Akiryan llegó al lugar y un par de sacerdotisas avanzaban en silencio, ellas notaron su presencia y se quedaron observando, probablemente, pues una ornamenta cubría totalmente sus rostros. Una de las sacerdotisas se apresuró a entrar a la habitación principal y el caballero esperó a ser anunciado.

Una amplia y oscura habitación se extendía ante Akiryan al cruzar la puerta. Gruesas y largas cortinas cubrían los ventanales laterales, los candelabros en lo alto otorgaban una tenue iluminación, pilas de libros y otros tantos velones ocupaban un escritorio, y detrás, en un magnifico sillón, reposaba una silueta, la reina. El caballero se apresuró a arrodillarse y excusó su repentina visita.

— Descuida, hijo mío —una voz adulta estremeció al caballero de forma afectuosa desde la media luz —. Levántate, ¿cuál es el motivo de tu temprana visita? Deberías estar cumpliendo con las asignaciones del canciller — su tono se agravó.

— Lamento importunar al canciller Yuud con mis caprichos, su Majestad —Akiryan se disculpó y se tensó como un niño regañado— Yo —vaciló un momento—, yo he acudido a usted para solicitar la entrada a los calabozos, pues he notado algunas irregularidades, mi señora.

— Denegado —respondió la reina sin titubear, dejando perplejo al caballero—. Sin embargo, fuiste escogido precisamente por tu perspicacia para notar el mal y tu fuerte sentido de convicción a realizar el bien —agregó halagándolo—, recuerda que tu estancia con el canciller Whitechapel es temporal y que sirves directamente a mí. Es más —pausó y continuó de forma perspicaz—, después que termines tus obligaciones con él, te asignaré nuevas órdenes y responderás directamente ante mi presencia.

Akiryan mostró una mueca de sorpresa. Hace tan sólo unos días, se desempeñaba como capitán de una escuadrilla de centinelas. Nunca imaginó que lograría este puesto y menos que trabajaría directamente para la reina. A pesar de algunas hazañas exitosas, como hace algunas semanas, donde tuvo captura exitosa tras una persecución y recuperó un valioso artefacto, una joya; un importante símbolo familiar de una casa noble. La condesa que encabezaba a la familia lo felicitó en persona y al parecer las palabras de elogio habían llegado hasta los oídos de su Majestad en algún tipo de reunión o fiesta real.

De cualquier forma, en ese instante, la reina había cruzado sus manos sobre el escritorio rompiendo la posición estática que mantuvo desde el inicio, como Akiryan se había perdido un momento en sus recuerdos, se apresuró a inclinarse y responder con premura.

— Agradezco tal honor, su Majestad. Juro que no la decepcionaré. Me disculpo nuevamente por importunar. Con su permiso, me retiraré —la silueta sumida en la oscuridad concedió la salida con un leve movimiento de su mano.

Ella nunca respondió a la pregunta del caballero, él tampoco lo notó. Abandonó el castillo retomando sus actividades con un dejo de orgullo y felicidad. Las nubes grises terminaron de cubrir el cielo y el día continuó sin incidentes de ningún tipo.

 Las nubes grises terminaron de cubrir el cielo y el día continuó sin incidentes de ningún tipo

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