Uno

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Este era el momento en donde toda protagonista abría los ojos, sonreía y se levantaba fácilmente a abrir las cortinas, se duchaba y después bajaba las escaleras tarareando felizmente con una ropa muy linda y ella viéndose como una celebridad.

Bueno, eso no me pasaba a mí.

Empezando porque seguramente en mi aturdimiento apagué la alarma y no desperté hasta que mamá gritó mi nombre como si alguien estuviera muriendo. Abrí los ojos bruscamente y me incorporé en la cama.

—ASHLEY SON LAS 7:30. BAJA YA —mierda.

Me puse de pie rápidamente y salí corriendo hacia la ducha, si me lavaba el cabello llegaría una hora tarde, por lo que descarté esa opción recogiéndolo en un moño alto y me metí a duchar. Cuando terminé salí corriendo y por estar apurada no me puse sandalias, provocando que me resbalara y cayera sobre mi plano trasero. Me puse de pie rápidamente y elegí la misma ropa de siempre, playera y jeans, no tenía tiempo de estar revisando qué ponerme. Bajé las escaleras como alma que lleva el diablo y me senté en la silla del comedor al tiempo que mi madre ponía en ella unos panqueques de chocolate.

—Oh, de verdad te apuraste. Lo siento cariño, apenas son las 7, pensé que tardarías más.

La miré con sorpresa, y después bufé. No me había lavado el pelo por culpa suya y ahora tendría que hacer algo con él para que no se viera como nido de pájaros.

—Genial, eres un amor madre

Solo sonrió y siguió sirviendo el desayuno, Ashton bajó minutos después con el cabello mojado y con una cara de amargado monumental, mi querido hermano, dos años menor que yo, sólo me ignoró cuando lo saludé, ya no había respeto. Ashton y yo éramos opuestos, nos amábamos pero preferíamos amarnos a distancia y nuestra actividad favorita era fastidiarnos. Yo molestaba diciendo que era un amargado y le saldrían arrugas rápido y el remataba diciendo que a mí también me saldrían arrugas por siempre tener una "sonrisa come mierda" en el rostro. Cabe mencionar que mi sonrisa no es para nada una "come mierda".

Después de pasar más de veinte minutos tratando de que mi cabello se viera decente, había decidido trenzarlo y aplicar un poco de maquillaje en mi cara, tenía que dejar de ver el celular en las noches. Tenía los ojos irritados y los lentes de contacto solo empeoraban la sensación.

Llegue a la escuela en buen tiempo ya que la suerte estaba de mi lado y el bus pasó dos minutos después de estarlo esperando. A diferencia de los institutos de los libros y películas, este era completamente normal. Alguno que otro estaba loco, tal vez yo estaba incluida en ese grupo, pero no había nada de interesante acá. Tan normal que agradecía que este fuera mi último año, el estudio no era para todo mundo, y definitivamente no era para mí.

Papá solía decir que yo no era alguien que deba estar en un escritorio sentada, y a pesar de que mis notas eran realmente buenas, esto de estudiar me parecía lo más monótono del universo. Por lo que no era extraño que los maestros me llamaran la atención por estar distrayendo a los demás, como ahora.

—Ashley, viene más comunicativa de lo normal —la profesora Howsley enarcó una ceja hacia mí, suspiré con pesadez. Ni siquiera estaba hablando tanto, Gabriel estaba al lado mío y había sido inevitable empezar a hablar con él. Llevaba conociendo a estos chicos desde hace tiempo, la confianza era mucha y eso me hacía imposible el no bromear y hablar con casi todos, aparte Alana y Kate estaban al otro lado del salón, tenía que entretenerme con alguien.

—Lo siento, estaba preguntándole sobre sus vacaciones ¿Cómo la pasó usted profesora? Verá, yo fui a Mexico, una playa la cual no recuerdo el nombre, me quemé toda y parecía camarón ¿ya vio que vengo más morena? Pero a usted no la veo bronceada, no me diga que no salió.

El amor y sus efectos secundariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora