0003: jeon jungkook (y su mala suerte)

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Jeon Jungkook (y su mala suerte)


Chicago, 1997. (9 meses antes)





A Jeon Jungkook se le cruzaron muchas cosas por la cabeza en ese momento.

Como aquella vez en la que sus padres lo dejaron solo en su casa por primera vez en su vida (con sus apenas nueve años cumplidos) y tuvo hambre por trece horas seguidas y terminó llorando al lado de la chimenea apagada. O la segunda vez, que en la noche del viejo Chicago a finales de los ochenta sus padres tuvieron que irse a una reunión muy importante con urgencia, pero esa vez tenía comida fría en la heladera.

También se aparecieron los ojos de su tía "Kelly" (apodada así por sus vecinos apenas llegó al país) y esa tarde en la que la mujer le tapó los ojos con sus manos, emocionada. Jungkook recordaba todo esto mientras corría por las escaleras de su casa, donde cada escalón era bajado en una interminable cámara lenta. Con sólo una mochila cargada de cosas a último momento y su guitarra en el estuche, Jungkook escapó. Su tía volvió aparecer en su mente, Kelly quitó las manos de sus ojos y le dejó ver un enorme regalo por su cumpleaños número dieciocho: Una preciosa minivan.

Pero en ese momento Jungkook tenía diecinueve y la minivan ya no era tan preciosa como antes. Tampoco tenía tiempo de buscar las llaves o los papeles de conducción, porque su padre lo estaba persiguiendo con una escopeta (que de seguro estaba descargada, sólo lo hacía para asustarlo) para que se fuera de la casa en esa noche lluviosa.

Su madre nunca le tuvo un aprecio descomunal, solían llevarse bien cuando iban a reuniones familiares y cuando Jungkook le decía que su comida era deliciosa. Fuera de eso su relación parecía fantasmal: eran el hijo perfecto que puede cuidarse solo y la madre ocupada. Su padre, en cambio, siempre apostó a todo. Sus cartas y sus deseos no cumplidos estaban sobre los hombros de su hijo único, pero él nunca se había quejado. Jungkook nunca había dicho nada y nadie nunca sospechó de su fachada tan bien forjada.

Si tan solo...

Sus padres volvieron temprano esa noche, algo que nunca había ocurrido y que tomó desprevenido a Jungkook. Lo encontraron, literalmente, con el pene de un tipo en la boca y semi desnudo en el sofá de la sala. Lo que ocurrió después fue realmente borroso: su conquista de la semana se había ido por la ventana del living y Jungkook corrió escaleras arriba para escapar de la paliza que tenía asegurada. Metió como pudo todas sus mierdas en una mochila enorme que usaba para acampar cuando era Boy Scout, el estuche de su guitarra y corrió hacia abajo.

Jungkook no tuvo tiempo de mirar su cuarto por última vez, tampoco de despedirse de su madre o lo que sea que uno hace cuando es echado de su casa. Sólo pudo cruzar la puerta de la entrada antes de oír un disparo al aire.

Desde la calle de en frente volteó a ver el panorama. En la puerta estaba su padre aún con el rifle en la mano, su madre cubría su rostro desmaquillado y su minivan estaba estacionada en el garage. Pensó en recogerla, pero luego de oír el disparo supo que prefería seguir vivo.

Jungkook a veces se preguntaba que podría pasar si algún día se enteraban de que era gay. Quizá no lo imaginó tan literal como para ser perseguido con un rifle, pero bien, grata sorpresa.

Aunque, desde ese preciso instante, Junkook sintió un enorme alivio. Allí, en la calle, a las once de la noche, bajo las interminables gotas de lluvia que helaban poco a poco su cuerpo antes caliente, de repente sintió paz. No sabía si era por sus pasos inconclusos o por la forma que tenían los faroles de iluminar su camino o por el sonido del agua cayendo sobre el asfalto, pero una cosa era segura: nunca se había sentido tan tranquilo.

Junkook pensó en sus opciones en medio del escaso tráfico de la noche. La verdad era que nunca había tenido amigos cercanos porque encontraba mucha falsedad en su entorno. Había terminado la preparatoria sin entablar conversaciones profundas con nadie, sólo había construido relaciones con compañeros de alcohol y se había dado besos candentes en fiestas que duraban hasta las ocho de la mañana. Se rió con ironía y arrastró el estuche de su guitarra por el concreto. Mucha gente lo admiraba, era el extraño chico medio coreano que tenía enloquecidas las hormonas de todo el alumnado, pero nunca nadie se acercó a él para algo más que "pasar el rato".

la minivan de Seokjin ☆ taekook/kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora