Promesa

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《Antes de que empieces a leer quiero decir que si se te apetece podes reproducir la melodía que deje ahí arriba. Y si no se te apetece pos bueno, solo lee :3 》




Es demasiado joven.

Eso es lo que Yao piensa al verlo por primera vez. Joven y bastante roto. Debajo de esa apariencia extravagante hay un niño indefenso.

Le duele.

Cuando ese chico se arrodilla frente a él, con ese maquillaje que intenta hacerlo ver mas adulto y ese kimono hermoso pero que debe ser pesado de llevar, siente un rechazo inmediato.

No hacía esa criatura, no, se asquea del mundo que ha aceptado aquello. De esos hombres que sin pudor alguno han mancillado la inocencia de ese ser.

Kagema.

Y se siente peor sabiendo que es lo que todos en esa habitación esperan que haga con él.

Es su regalo de despedida, eso es lo que le dicen. Y debería de estar contento, la mayoria no podía pagar un regalo como ese. Los kagemas eran costosos después de todo, en especial uno así.

Aquella celebración le sienta mal ahora. Siente desprecio por esos que llama amigos, ¿Cómo podían alentarlo a que hiciera algo tan terrible?

Cuando el resto de invitados ve su incapacidad para tomar iniciativa comienzan a reir. El alcohol provoca que de sus bocas salgan las más acaloradas declaraciones.

A pesar de que su malestar debe estarse mostrando en sus facciones ellos no cesan en sus burlas, mas bien solo parece motivarlos a continuar con los ataques hacia su masculinidad, que dicho sea de paso, ya ha sido bastante atacada en el pasado.

No le importa, al menos hace como que no. Pero un comentario logra sacarlo de sus casillas.

—¡Yao! ¡Si no lo vas a usar al menos deja que nosotros lo hagamos!

No había forma de que él permitiera eso. Una ola de proteccionismo lo consume y cuando ve los ojos oscuros del chico ensancharse con miedo sopesando aquella declaración como una probabilidad, ya no puede contenerse más.

—Ven conmigo. —Dice entre dientes al kagema que asiente luego de un pequeño sobresalto y lo sigue fuera de la habitación, a su partida lo acompañan varias risas y comentarios sugerentes.

Caminan por un pasillo apenas iluminado por estrategicas lámparas hasta que Yao se detiene frente a una puerta y la desliza.

—Entra aru.

El otro obedece de inmediato, Yao suspira entrando tambien y cerrando la puerta tras de si.

Por un momento se queda observando la espalda del chico. El malestar aun no se ha ido pero esta mas calmado luego de escapar de aquel malintencionado público.

—Yo...usted...—De repente balbucea con nerviosismo el kagema, Yao alza una ceja notando como esas delicadas manos comienzan a moverse hacía el obi amarillo del kimono para deshacerlo.

Silenciosamente se acerca a él y lo abraza por detras deteniendo la acción del chico. Siente como él se tensa bajo el contacto y sin quererlo sonríe.

Los cuentos del conejo en la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora