"Castigado"

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Sabía que debía ir a dirección al terminar las clases... Pero, ¿adivinen que?, Soy Abraham Mateo. Así que, no, no iré.

En lugar de eso, fui a la cafetería y pedí una soda junto con una pieza de ese maravilloso pollo frito que le queda de maravilla a la señorita Moly. Dios, es lo mejor. Juro que cuando me gradue y deba irme de esta estúpida escuela, volveré solo para comer esta delicia.

- Cariño, ¿Cuando dejaras de pedir siempre lo mismo?. Aunque sueñe absurdo, lo hago únicamente para ti. Nadie más come esto.- dijo Moly al darme mi plato.

- Jamás Moly, ¡JAMÁS!, esto es lo mejor, ¿No lo entiendes?.- dije dando el primer mordisco con una nueva de satisfacción.

Pero claro, todo siempre debe ser arruinado en los mejores momentos. ¡Dios!, ¡Vallan a fastidiar a otro lado!

- Mateo, se le recuerda que debe pasar a dirección antes de retirarse.- se escuchó la voz del director a través de todos los altavoces de la escuela.

Bien, supongo que una pequeña pelea con el director no me irá nada mal. Digo, después de todo, ¿Que puede hacer?. Mis padres ya no están. Y bueno, realmente los padres de Jenny no podían hacer mucho. Soy prácticamente un adulto. En cuanto quiera puedo irme de esa casa.

Se que se preguntarán, ¿Que es lo que haces ahí entonces?. Pues resulta que no puedo separarme de ellos, hasta que cumpla 22 años, una orden que dió mi madre antes de morir. Y bueno, se que nunca he seguido precisamente las reglas. Pero resulta, que mi madre dió la orden de que hasta esa edad yo tendría mi herencia. Por lo tanto, si me voy antes de tener la edad acordada. No recibiré ¡nada!

Así que, por primera vez. Haré lo que se me ordena. ¡Que fastidio, de verdad!

Tomé mi mochila y mi comida. Salí de la cafetería directo a la dirección. Pase junto al salón de música. Ahí estaba Jenny, sentada en una de las sillas de adelante. Recargada sobre sus brazos, apoyada en la mesa. Se oía que sollozaba. Así que no lo dude, y entre. Al parecer estaba tan concentraba que no noto mi presencia, hasta que tomé asiento junto a ella

- ¿Te encuentras bien?- pregunté tomando asiento. Dió un ligero bronco y volteó su tierna mirada asia mi.

Tenía los ojos rojos, lágrimas por toda su dulce cara. Y una mirada que pedía ayuda a gritos. En cuanto me miró, se abalanzó sobre mi, pidiendo un abrazo. Me quedé inmóvil unos segundos, y luego le correspondía el abrazo, estaba demasiado mal. Lloraba como una niña que había perdido su juguete favorito.

- ¿Quieres hablar sobre el tema?.- pregunté de nuevo, dándole un pequeño beso en su cabeza.

- Estoy embarazada.- sollozó, me quedé en shock, ¿Embarazada?... ¡Dios!. Ahora sí la perdí...

- ¿Lo quieres tener?.- pregunté tontamente.

Se separó de mi, con un gesto de, ¿Te encuentras bien mentalmente?

- ¡Claro!, No puedo abortar. ¡Eso sería inhumano!. Pero... Mis papás...

- Ey, olvida a tus papás. Dime, ¿Es de él?.- me miró confundida.

- Abraham, ¿De verdad me estás preguntando esto?. Sabes perfectamente, que es tuyo. ¿Que te pasa?.

- ¿Mío?...- en ese momento, escuché la voz del director a través del altavoz.

- Abraham, Abraham, Abraham, ¡Despierta!- Me movió bruscamente el profesor.

Oh, ¡Dios!, ¡Estaba soñando!. ¡Que alivio!

- Le pido que por favor, se retire de mi clase, no puedo permitir que esto pase aquí, ¡No puede dormir así porque si!

- Lo siento. Le juro que no volverá a pasar.- dije aún desorientado, de verdad que el sueño me dejó muy mal.

- ¿Se siente bien joven?. ¿Le pasa algo?.

- ¿Eh?, ¿Porque lo pregunta?.

- Joven, usted nunca pude disculpas. Es la primera vez que lo escucho disculparse. ¿Está usted bien?

- Eh... Si, solo... Tuve un mal sueño, pero todo está bien. Gracias.

El profesor retomó su clase. Pero, ¡Dios!, Que sueño tan más extraño. Dirigí mi mirada a Jenny, estaba tan atenta a la clase. Ahí tan linda y tierna como siempre. Con una sonrisa divina.

En menos de quince minutos la campana de fin de clases sonó. Me dispuse a ir directo a la dirección, una voz detrás mío me hizo dar la vuelta.

- ¡Ey!, ¿Estás bien?.- dijo Jenny corriendo para alcanzarme.

- ¡Claro!, ¿Porque lo preguntas?.

- Te noté algo raro en clases. ¿De verdad, estás bien?.

- Si, tranquila. Pero gracias por preocuparte.

- No es nada, somos amigos ¿Cierto?, ¡Lo hago con gusto!

- Claro, gracias nena. Oye, debo ir a dirección. ¿Te parece si seguimos platicando en casa?.

- Me parece bien, espero que no te den un castigo muy severo. Suerte.- me dió un beso en la mejilla y luego se fue.

Al llegar a la puerta de la dirección, pude escuchar una voz bastante familiar. Me sonada, pero no recordaba exactamente de dónde. Toque la puerta, y entre. Pero, ¿Que?.

- ¿Emilia?. ¿Que haces aquí?

- Hola Abraham. El director me llamo, ya que tu conducta no le parece para nada adecuada.- dijo mirándome de reojo, de echo, si ni quiera se dispuso a verme. Se escuchaba bastante enfadada.

- Bueno, ¿Y?, ¿Solo para eso tomaste un vuelo desde Inglaterra?

- Mira Abraham, esto no es un juego de niños. ¡Vamos!, Ya estas grande. Pronto cumplirás 19, ¿Que te pasa?- se levantó molesta de la silla, y se paró justo delante de mi.

- ¡Ya basta! ¿No?, Ya no te soporto, te largas de mi vida, como si fuera un estorbo. Y ahora, de buenas a primeras, ¿Vienes, e intentas regañarme?.

- Abraham, ¡Por Dios!. Entiende hijo, ¡Debía hacerlo!. Ese negocio era sumamente importante. No podía perderlo.

- Bueno, ¿Y yo que?, ¿Porque me dejaste?.

- No podía llevarte conmigo, eran muchos gastos y, además, estaría muy ocupada. No iba a tener tiempo de cuidarte.

- No hay excusas Emilia, simplemente no quisiste aceptarme como responsabilidad y te largaste. Bueno, ¿Que te parece si vuelves a hacer lo mismo?.

- Hijo, ¡Por favor!. Yo quiero recuperar todo el tiempo perdido. No sabía que mi madre había muerto. De echo, ni si quiera sabía que estaba enferma. Si lo hubiera sabido, yo había venido a verla, a cuidarla, a ti y a ella.

- Ah... Claro, ya se que es lo que está pasando aquí.- rei bruscamente, tenía muy claro que era lo que estaba buscando. ¿Lo pueden adivinar?.

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