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Todos se conocían en Trofors, era un pueblo pequeño así que no era difícil reconocer a una persona cualquiera que caminaba por la calle excepto a una familia

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Todos se conocían en Trofors, era un pueblo pequeño así que no era difícil reconocer a una persona cualquiera que caminaba por la calle excepto a una familia. La familia Gunnarsen, y no es que fueran poco agraciados del rostro para no intentar verlos pero sí tenían unos gemelos revoltosos que eran muy traviesos. Además, acababan de mudarse.

Martinus se encontraba jugando en el jardín de su casa con una pelota de fútbol, una de las vecinas que pasaba  por ahí decidió saludar así  que con amabilidad y derretida por la ternura del nuevo niño en el vecindario se acercó.

—Hola, pequeño. Tú debes ser el nuevo vecinito.

Incluso si su vecina le ofreció una gran sonrisa llena de cordialidad, Martinus no contestó, sólo se dispuso a mirarla. No se supone que los extraños deban hablar con él, ¿Por qué hablaba con él? ¿Podía hablar con su vecina? La verdad es que le daba miedo esa sonrisa, era muy grande. Grande. Grande.

Al no haber una respuesta la señora decidió irse con el pensamiento de que quizás el niño era muy tímido con personas desconocidas y se reprendió mentalmente por asustarlo. Continúo su camino hasta el colegio para recoger a su hija.

Marcus quiso acompañar a su mamá a inscribirlos a él y a su hermano al preescolar ¡Quería ver a sus nuevos amigos! Estaba muy feliz, la directora del plantel le había regalado una paletita, que gracias a ese diminuto acto la docente se había ganado el corazón de Marcus.

Para la mamá de Marcus fue un poco difícil hacerlo caminar de regreso a casa ya que a esa hora salían todos los infantes, Marcus se emocionó por ver a niños igual a él por lo que se quedó mirando ¡Quería ir a la escuela ya!

—Mamá. Yo quiero.

—Claro que sí, Marcus. Vendremos la próxima semana.

—No, ahora.

—Ahora, no. Todos los niños se van a casa igual que nosotros.

Marcus resopló molesto mientras caminaba a lado de su mamá. Entonces la vecina se encontró de frente con Marcus y su madre.

—¡Oh, pero si son los nuevos vecinos!

—Buenas tardes—. Respondió la señora Gunnarsen.

—¿Cómo estás, pequeño?

—¡Bien!

Sorpresa pintó el rostro de la vecina. Hace un momento la ignoró y ahora le respondía tan efusivamente, aunque bueno, son niños, están aprendiendo a relacionarse. Por otro lado, ¿Cómo llegó tan rápido al colegio?

—Sería agradable sí un día pasarán a cenar a mi casa, lamento no haber podido darles la bienvenida antes pero no estábamos en Trofors.

—¡No sé preocupe! Nos gustaría mucho. ¿No es así, Marcus?

Él no entendía nada pero aún así asintió.

Él no entendía nada pero aún así asintió

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