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Gellert estaba escondido detrás de una columna. Estaba observando a un grupo de profesores llevar un espejo a una clase vacía, una clase donde nunca se han dado lecciones.
El rubio no sabía porqué llevaban aquél espejo allí. Intentó escuchar lo que decían los profesores, pero al final solo oía susurros indescifrables.
Al cabo de unos cuantos minutos, los profesores por fin salieron de la clase y se fueron hacia un largo pasillo todos juntos.
Grindelwald pensó que aquél espejo tendría algo especial, así que optó por llamar a Albus para que lo viera.
Se encaminó hacia la sala Común de Gryffindor (Albus le había contado dónde se encontraba y cuál era la contraseña). Se paró delante de un cuadro y despertó a la persona que estaba en él.
Gellert la llamaba la Señora Gorda. No se le ocurría otro nombre mejor.
La señora se despertó, sobresaltada. Miró enfadada al rubio mientras debatía en su cabeza si tenía que empezar a gritar que alguien estaba fuera de la cama, pero no tenía fuerzas para hacerlo, ya que estaba medio dormida.
—Coraje— dijo decidido el rubio.
La Señora Gorda dejó que el chico entrara, sin saber que ese estudiante no pertenecía a Gryffindor.
El cuadro se apartó, mostrando un pequeño túnel que conducía a la Sala Común de los leones.
Grindelwald entró caminando despacio para no hacer ruido y se dirigió hacia los dormitorios de los chicos.
Abrió la puerta lentamente, produciendo un leve sonido desagradable. Se paró, intentando ver si alguien se había despierto, pero todos estaban durmiendo muy profundamente.
Se acercó a una cama. Su instinto le decía que era Albus, y estaba en lo cierto.
El joven también dormía profundamente. Su respiración era lenta y relajada. Gellert pensó que estaba observando a un ángel, a su ángel.
Movió suavemente el hombro a Albus, intentando despertarle. Al ver que no abría los ojos, lo movió más fuerte, provocando que este se despertara asustado.
Gellert le hizo seña de que permaneciera en silencio.
—¿Qué haces?— dijo molesto Dumbledore. Se frotó los ojos.
—Ven, quiero enseñarte una cosa— respondió el rubio.
—¿Y no podrías esperar hasta mañana?—
—No, lo siento. Mañana podrían vernos algunos profesores—
—¿Por qué no te vas a dormir?—
—No tengo sueño—
Albus soltó un bufido y se levantó de la cama.
—Venga, rápido. Quiero dormir—
El rubio sonrió.

Los dos muchachos salieron de la Sala Común de Gryffindor. El moreno arrastraba los pies, originando bastante ruido.
—Ssshhh— le dijo Grindelwald a Albus.
El mayor suspiró.
Por fin llegaron a la clase.
Los dos entraron y se quedaron sin aliento al ver un grande espejo en un ángulo de la sala.
—¡Wow!— exclamó el rubio.
Albus se giró y lo miró mortalmente.
—¿Me has despertado para un espejo? ¿Un espejo?— dijo enfadado Dumbledore, pero algo le calmó de repente. Su mirada se posó en el espejo y se acercó.
—Es el espejo de Oesed... ¿Cómo lo has encontrado?— preguntó maravillado el moreno.
Gellert estaba extrañando al ver el repentino cambio de humor de su pareja, pero intentó hablar sonando normal.
—Vi los profesores cargar con este espejo hasta aquí. ¿Cómo sabes el nombre del espejo?—
—Lo leí en un libro que me regaló mi padre—

Albus se acercó y se paró delante del espejo. Su mirada se suavizó mucho y sonrió.
—Me veo a mí, contigo... Nos estamos cogiendo de la mano— confesó, pero no dijo que también veía a dos niños jugando con ellos.
—Pero... Si yo estoy aquí, y tú estás allí... ¿Cómo?—
—Este espejo muestra tus deseos más anhelados, los deseos que se encuentran en el más profundo de tu corazón—
El rubio se acercó y se posicionó delante mientras el moreno se apartaba.
Grindelwald se vio a sí mismo... Con la Varita de Sauco, la Capa de Invisibilidad y la Piedra de la Resurrección. Varios siervos se estaban inclinando ante sus pies.
El muchacho palideció.
—¿Y tú qué ves, Gellert?— preguntó curioso Albus.
El rubio vaciló.
—Pues... A nosotros dos, te estoy dando un beso— dijo Grindelwald.
No quería lastimar a su novio.

Dumbledore sonrió tiernamente. Sentía cómo su corazón latía rápidamente, aliviado de que Grindelwald también le hubiese visto en el espejo.
Nunca se sintió tan feliz.

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora