—Linda casa—observó Lilah enarcando las cejas.Daniel había aparcado el auto a unos metros de la entrada de la casa de Thomas Bonham. Y Lilah y su prima miraban el lugar desde el asiento trasero del vehículo.
—Nos está yendo bien en la cafetería. Algún día tendremos una casa así. O incluso mejor—masculló el hombre un poco irritado—. Ya verás.
Lilah tragó con dificultad pero no dijo nada al respecto.
—Bueno, ya estamos aquí—musitó mirando a su prima con una sonrisa triste.
Allegra asintió con la cabeza y correspondió con el mismo tipo de sonrisa.
—Gracias por acompañarme—musitó mirándola a los ojos—. Gracias por todo.
Lilah tragó con dificultad y dirigió su mirada hacia su esposo.
—Amor, ¿me darías un minuto a solas con Ally?
El hombre hizo una mueca, pero asintió con la cabeza.
—Iré bajando las maletas.
Cuando Lilah volvió toda su atención a su prima, lo hizo con el semblante serio.
—Escúchame, Ally—le pidió abriendo sus ojos más de lo normal y enfocándolos en los de ella—. Si tienes algún problema con Bonham o con cualquier otra persona, quiero que me llames. O que vengas directo a casa. ¿Escuchaste?
Allegra tragó con dificultad. Entendió que aquella mini despedida sería tan difícil como la había imaginado.
—Sí—musitó sintiendo que su garganta se cerraba un poco.
—Prométemelo—le ordenó Lilah frunciendo un poco el ceño.
—Te lo prometo.
La mayor de las primas soltó un suspiro y asintió con la cabeza.
—Sé que extrañas a tu mamá—musitó mirando a Allegra con el semblante un poco más relajado—. Pero que ella ya no esté no significa que ya no tengas a nadie. ¿Entiendes?
Los ojos de la joven mujer se humedecieron ante la mención de su madre.
—Sí—musitó.
—Mientras yo esté con vida, siempre tendrás familia. Lo sabes—le recordó su prima con la misma intensidad de antes—. Yo soy tu familia aquí y tú la mía. Aquí, o en Inglaterra, o donde sea. Y cuidamos la una de la otra, ¿sí?
Allegra asintió con la cabeza antes de echarse sobre ella y rodearla con sus brazos. Su prima devolvió el abrazo con la misma fuerza.
—Te lo repito. Si alguien en esta casa o donde sea te maltrata, te vuelves conmigo—susurró Lilah sin soltarla—. Y si no quieres volver a la cafetería, te buscamos otra cosa. Pero nunca pienses que no tienes adonde ir.
La mujer sintió a Allegra abrazarla con más fuerza. Y se soltó delicadamente luego de unos segundos, sólo para sacar un pañuelo de uno de los bolsillos de su vestido y secar las lágrimas de sus ojos.
La más joven recordó que Lilah había tenido ese gesto con ella más de una vez. La primera vez cuando ella tenía unos siete años y estaba corriendo detrás de ella y se había caído, haciéndose una herida en la rodilla. En ese entonces, una Lilah de diez años la había tomado de la cintura y la había llevado a casa de sus padres. Y después de que su madre hubiera curado la herida de la pequeña, la más grande le había secado el rostro con su pañuelo.
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Las estatuas
RomanceDespués de dejar Inglaterra e ir a vivir un tiempo con su prima en Massachusetts, Allegra Chandler decide buscar un empleo y otro lugar para vivir. No sintiéndose apta para otra cosa, comienza a trabajar para un escultor a las afueras de la ciud...