La muchacha se sobresaltó al oír el toquido en la puerta. El pequeño reloj sobre su mesita de noche no indicaba que se le hubiera hecho tarde.
Alisando una última vez la falda de su uniforme, Allegra se acercó a la puerta y la abrió con curiosidad.
—Toc toc—musitó Olivia sonriendo de costado—. ¿Puedo pasar?
La mujer vestía un camisón lila largo hasta los tobillos y un chal blanco sobre los hombros. Su cabello estaba arreglado hacia un costado. De su antebrazo derecho colgaban cuatro fundas negras.
Allegra le sonrió y se hizo a un costado.
—Por supuesto.
La menor de los Bonham entró y cerró la puerta.
—Tengo buenas noticias—canturreó la mujer al sentarse en al borde de la cama y palmear el lugar al lado de ella.
Allegra se sentó aún con una sonrisa. Olivia parecía de buen humor. Y eso era bueno.
—Calista se tomó el día—anunció la menor de los Bonham.
La otra mujer enarcó las cejas. Aunque recién se daba cuenta, que ella supiera, Calista nunca se tomaba el día para ella. A menos que lo hiciera cuando ella no estuviera, los domingos. Pero no creía que así fuera.
—Ella... ¿Se fue?
Olivia asintió con la cabeza.
—No sé adónde ni me interesa. Pero Thomas me dijo que se tomaría todo el día. Aunque... Eso significa que tendrás que encargarte de la cocina. Empezando con el desayuno.
Allegra sonrió ante el tono tímido de la última frase.
—No te preocupes. Puedo encargarme. ¿Querías algo en especial?
La hermana de Thomas asintió lentamente con la cabeza.
—Café y tostadas con huevos revueltos. Y mermelada de fresas.
—Enseguida—musitó Allegra levantándose del borde de la cama.
Pero la otra mujer la tomó del antebrazo y la hizo sentarse otra vez. Delicadamente, apoyó las fundas en el espacio entre ella y la muchacha.
—Los había encargado la semana pasada—explicó abriendo una de las fundas—. Y ayer fui a retirarlos. Espero que te gusten.
De la primer funda, la mujer produjo un uniforme parecido al azul marino de Allegra, sólo que de color celeste. Los botones eran dorados y el delantal tenía unos delicados volados. Era muy lindo para ser un uniforme.
La muchacha frunció el ceño.
—¿Es para mí?—musitó acariciando la tela tímidamente. Cómo si el uniforme fuera a rechazar su toque.
—Por supuesto que es para ti. ¿Para quién va a ser? ¿Calista?—bromeó la menor de los Bonham.
Allegra sonrió más por la confirmación de que aquel era un regalo para ella que sobre el chiste de Calista. Y antes de que atinara a agradecerle a Olivia, esta procedió a sacar los otros tres uniformes.
Los tres eran bastante parecidos al primero en el corte y los botones. Sólo había unas pequeñas variaciones en el cuello. Uno era de un suave rosa, otro era beige, y otro negro.
—Son hermosos—musitó Allegra acariciando los botones del beige.
Levantó la mirada hacia Olivia y la encontró sonriendo con ganas. Y eso la hizo aún más felíz. Sin pensarlo demasiado, la muchacha se arrojó a los brazos de la hermana de Thomas.
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Las estatuas
RomanceDespués de dejar Inglaterra e ir a vivir un tiempo con su prima en Massachusetts, Allegra Chandler decide buscar un empleo y otro lugar para vivir. No sintiéndose apta para otra cosa, comienza a trabajar para un escultor a las afueras de la ciud...