Capítulo 2

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NOTA: Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad de Marvel Universe.

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La junta con Edward Backs, representante de George Stephenson, había durado mucho más de lo anticipado pero claro que había valido la pena: había obtenido un excelente porcentaje en los intereses del préstamo concedido el año pasado para echar a andar el nuevo invento de este último, denominado ferrocarril. Al principio no había estado completamente convencido con la ruta Liverpool-Mánchester que se le había asignado a este, pero ahora que de alguna manera había acabado hasta cierto punto, convirtiéndose en accionista del nuevo artefacto, no tenía protesta alguna sobre ello.

A pesar de lo que algunos escépticos pudieran pensar con respecto a este nuevo medio de transporte, considerándolo algo maquinado por el mismísimo demonio, él creía firmemente que este era el futuro de la sociedad y obviamente su banco sería quien dictara las reglas del juego para cuando llegara ese momento.

Sólo con pensar que ya proyectaban que dentro de poco podrían poner en marcha la ruta Londres-Edimburgo, le daban ganas de reír como idiota. No se contuvo y lo hizo en cuanto subió al carruaje. A veces se sentía mal de formar parte de la oligarquía.

Iba ya tarde a la merienda con los Earnshaw. Estaba seguro de que su amigo Francis estaría ansioso por oír las nuevas de los negocios. Esa era una de las ventajas de ser el dueño del banco más importante de Londres, te enterabas siempre de la situación económica de todo el mundo, bueno, de todo el mundo que fuese alguien.

El carruaje se detuvo frente a la inmensa casa de sus amigos. Un mayordomo se encargó de abrirle las rejas que cercaban el jardín para hacer ademán de querer acompañarlo al gran salón donde estaba tomando lugar la velada. Sin embargo él se negó. Dado que conocía de sobra el camino hacia la mansión de cuatro pisos, que para su gusto estaba demasiado decorada con arte surrealista que la mujer de su amigo hubiera podido comprar, veía ridículo el que alguien lo dirigirse a la sala de recreo muy bien amueblada donde ya una hueste de empleados atendían a los invitados repartiendo vino y uno que otro coñac. Resopló, por supuesto que ya habían merendado.

—¡Thor, mi amigo! —gritó Francis— ¿Dónde diantres te habías metido?

—Negocios, ya sabes lo de siempre. —Se encogió de hombros y le sonrió.

Francis rio ante su comentario así como mencionó lo triste que era tener trabajo y millones de eventos que atender porque todos quería cenar contigo, a lo que Thor soltó una carcajada divertida mientras se comenzaba a encaminar al patio de atrás junto a sus colegas más allegados para discutir las típicas cosas de hombres: política, economía, negocios y uno que otro chisme caliente. Estaba seguro de que se enteraría de cuántas veces Fandral le había puesto el cuerno a su esposa esa semana o de lo indigestado que la había pasado Volstagg en la fiesta dada por sus padres en Manchester.

Fue a medio camino hacia el porche contiguo al patio trasero, cuando una voz dulce como el murmullo de las cigarras que andaba por el pasillo en dirección a la recepción de la casa, lo paró en seco.

—¿Thor? Creí que ya no vendrías.

Thor se volvió y asintió hacia sus cinco amigos, que entendiendo bien la señal, siguieron su camino hacia el patio donde lo esperarían con algunos puros recién traídos de la India. Thor se enojó consigo mismo. Había creído que Sif ya había vuelto a casa al no verla platicando con las demás damas, y la verdad era que ni le había pasado por su cabeza el buscarla. Se regañó mentalmente por tal acción esperando algún reclamo, el cual nunca llegó. Por el contrario, la hermosa mujer sólo le dedico una sonrisa de felicidad por encontrarlo al fin.

—¿Sif? ¿Eso que llevas ahí es Magni? —Apuntó al pequeño bulto de casi tres años que Fiorella cargaba en sus brazos.

—Sí, no dejaba de llorar el pobre- la mujer poso su mano sobre la cabeza rubia del pequeño, que dormía plácidamente pegado al cuerpo de su nana.

Sonrió al mismo tiempo que dirigía una mirada enternecida a su querida esposa. Era por ella que había logrado llevar un matrimonio tranquilo y sin vicisitudes. La mayoría de las mujeres dejarían a sus hijos con sus nanas para ir a las fiestas incluso cuando estos lloraban, pero no Sif

—Estaba a punto de recoger a Thrud del cuarto de juegos de Stephany para marcharme.

—¿A ella también la trajiste? —Abrió los ojos como platos ante la revelación para ver como Sif se encogía de hombros y susurraba que habría sido injusto dejarla si se llevaba a Magni solamente.

Thor rio y las dos mujeres que pasaban por ahí rumbo al sanitario, que por supuesto estaban al pendiente de ellos por si había una pelea marital, sonrieron al ver que el hombre se lo tomaba de esa manera. A decir verdad todos los amigos de Thor lo querían mucho y lo admiraban, pues a pesar de ser uno de los más pudientes de la recepción aun así no era soberbio ni amargado, al contrario: era risueño y siempre estaba alegre, así que cuando se excusó para dejar el pequeño convivio nadie habló mal ni de él ni de su esposa.

Esto último era algo poco habitual entre las mujeres, que no perdían oportunidad de crear un chisme, y que ante tal circunstancia no dijeron ni mu al verlos retirarse. Y no por buenas samaritanas, sino por el rubio. Todas envidiaban a Sif un poco por tener al único marido que no se dedicaba a ponerle el cuerno cada que podía, además de ser de los pocos que gozaba de una figura gallarda y musculosa que contrastaba con su personalidad tierna y caballerosa para con ella, la cual no temía demostrar. Estos eran los puntos que favorecían el anhelo secreto de las damas por él, pues la mayoría de los hombres eran más bien, escuálidos entre su clase y machistas hasta decir basta.

—Debe amarla mucho —resopló Lady Juliete, apoyándose contra el marco de la puerta de su casa.

—Con una mujer como Sif, quién no lo haría —contratacó su esposo, dejándola tragándose su enojo. Una dama no debía retar a su marido, aunque este estuviera lejos de ser un caballero.

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Su hija de 7 años no paraba de hablar mientras el carruaje se dirigía a la mansión de la encumbrada familia Odinson, más al oeste de la ciudad. La pequeña estaba encantada de tener la atención de su padre ya que hacía cinco días que no lo veía, y Thor estaba muy arrepentido de ello. Se odiaba por no poder pasar tanto tiempo con sus hijos como él quisiera pero así eran los negocios y los eventos de sociedad, no podía dejar decaer la imagen de su apellido y de su persona por más que su hija le reclamara indirectamente su ausencia.

De repente el carruaje se detuvo bruscamente y él tuvo que rescatar a su hija de caer de bruces. El llanto de su pequeño Magni, recién despertado, resonó por toda la calle que a esas horas se encontraba vacía, mientras él salía del carruaje para ver qué había pasado con el cochero. En cuanto tocó el suelo de piedra pudo ver claramente la situación.

—¡Rata inmunda! ¡Ojalá te hubiera arrollado! ¡Ahora quítate del camino sabandija! —gritaba su fiel sirviente al mismo tiempo que tiraba con fuerza a un chico flacucho a un lado del camino.

—¿Qué pasó? —preguntó con autoridad, si de por sí su voz tenía un tono grave esta vez sonó mucho más que vehemente.

—Señor mil disculpas —dijo el hombre con su pequeña boina entre las manos—, ese niño se atravesó en el...

—¡Por piedad! ¡Una moneda!

Thor sintió como unas manos se aferraban a sus pantalones de talle a la medida y los apretaban. Volteó hacia abajo para encontrarse con un chico que no aparentaba más de 10 años con esos harapos que llevaba por ropa, iba descalzo y lo que más le llamó la atención fue su piel pálida, casi espectral. Y fue entonces que el niño subió la mirada y sus ojos chocaron... Nunca había visto unos ojos de ese color.



Todo y nada (Thorki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora