Capítulo 33

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DISCLAIMER. Antes de empezar quiero dejar en claro que los personajes no me pertenecen, ellos son enteramente propiedad del MCU y de la mitología nórdica, yo sólo los uso para dar rienda suelta a mi imaginación.

N/A. Primero, lamento que no haya avisado pero neta no pude publicar ayer. En segunda, este capítulo llegó gracias a la flexibilidad de mi beta. Sin ella apoyándome no sé qué sería de mí :')

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Humillante era la palabra que buscaba. Sí, aquella con la que podría definir a la perfección los constantes desplantes hechos hacia su persona, cuyo punto álgido había sido alcanzado al excluir a su familia del evento más importante de la década: la boda de la reina Victoria I con el príncipe Alberto de Sajonia.

Podría despotricar contra ello y también justificar que la sangre dejara de deambular a su corazón por eso, pero no; tales necesidades nunca llegaron a ser tan tangibles en ella como lo fueron ante el descaro con el que aquel abominable ser caminaba en su casa.

La desfachatez de este al ir a dar un paseo con sus hijos cada que ella apartaba la vista y la evidente gana de restregarle en la cara que, con el dinero obtenido de su esposo, compraba las flores que desde su arribo cada día le había comenzado a mandar a Thrud, eran sinónimo de guerra.

Sabía de la creciente y nueva moda que había entre los jóvenes de regalar flores, a las que ahora se les había asignado significados para dar mensajes encriptados, y le daba un punto a Loki por sacarla de quicio al privarla de leer los mensajes que él y su hija intercambiaban. Si pudiera, ya le habría dado el premio al mejor timador, se lo merecía.

Esperó una hora más hasta que estuvo segura de que Thor no volvería de la vivienda de Hogun y de súbito, mandó a llamar con Jane al intruso. Sin embargo, tuvo la desgraciada casualidad de contemplar desde lo alto de la escalera cuando el susodicho y su hija, parada a su costado, llegaban junto a Magni de quién supiera dónde.

Entendía que Thrud no tenía la culpa y vivía en la más gloriosa de las ignorancias pero aun así no pudo evitar sentir aquel conflicto interno que le gritaba que ella lo estaba haciendo a propósito. Imaginó en brevedad un escenario en donde por fin le gritaba que era una idiota por no discernir lo evidente.

La joven, percatándose de la evidente molestia de su progenitora, la saludó temblorosa y procedió a querer contentarla, pero fue callada en el acto por la voz elevada un poco de Sif.

—Le pido Lady Sif, de la manera más atenta, que no vuelva a dirigirse de esa manera a Lady Thrud —comentó el alto muchacho con un porte que parecía ensayado de antemano.

—Excúseme señor, pero francamente no encuentro alguna razón aparente por la que usted podría tener permiso de darme órdenes o de disponer algo concerniente a mi familia. —Fueron palabras amables sí, pero desbordantes de la acidez que caracterizaba al desprecio.

—Oh querida madre, pido una disculpa por lo grosero que pudiera parecer mi comportamiento, pues como bien sabes, esa es la razón precisa en la que se circunscribe mi arribo. —Aquello era demasiado pomposo, demasiado educado para la sonrisa cortada por la mitad de la faz de ese ser.

Debía admitir que había aprendido a comportarse de acuerdo a la situación. Las clases de etiqueta habían servido en él. Al final, la culpable de darle las herramientas necesarias para llevar a cabo aquella teatralidad, representada para los oídos chismosos de la servidumbre que los vigilaban con sigilo desde sus tareas cotidianas, había sido ella.

Cedió. No era estúpida y ya había metido la pata al hablar en público con él, así que pidió le acondicionaran con prontitud la sala del té para recibir a su indeseable invitado. Thrud fue excluida de la plática, por su puesto.

Todo y nada (Thorki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora