Prólogo

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Estoy loca.

Bueno, en realidad, ellos dicen que tengo un trastorno mental. Pero es más corto loca, más bonito. Aunque claro, siempre hay alguien que infravalora su significado para referirse a una persona que hace algo atrevido. No es así. Tú incluso, se lo habrás dicho a tus amigos por no sé, quizás... saltar en medio de un charco en invierno a 4ºC bajo cero.

Error. Eso no es estar loco, eso es ser estúpido. Pero los locos no somos estúpidos, de ninguna forma. Yo, personalmente, creo que nuestro cerebro y capacidad de razonar está más desarrollada. Te lo explico, ya verás como me das la razón, a ver, por ejemplo... qué sé yo, te voy a poner en mi situación, estoy en un hospital psiquiátrico a 800 km de la habichuela más cercana, aislada, vamos que si por algún milagro del destino pudiese escapar, no sobrevivirías ni tú.

Sí, tú. Ellos dicen que tu no existes, por eso estoy aquí, porque hablo con personas imaginadas. Pero eso no es verdad, te estoy hablando a ti, y tú no eres una persona imaginada ¿verdad? Por supuesto que no, ya lo sabía. El caso es que mis doctores creen eso, tonterías. Lo único que pasa es que son cortos de mente. Y mi cerebro, como te he dicho antes, esta más desarrollado.

¿Lo entiendes ya? Sí, creo que sí. Tú podrías ser un buen compañero. O compañera. Y ahora dirás: ¿como es que no sabes de qué sexo soy? Simple, no soy adivina. Adivinos. Tengo un chiste sobre ellos. Alguien llama a una consulta de un adivino, y este le pregunta: ¿quién es? Aquí está el quid de la cuestión, que si eres adivino deberías de haberlo sabido. Pues yo no soy adivina y no tengo el deber de saber de qué sexo eres.

Pero eso me lleva a pensar que si no soy adivina cómo pude saber qué te estarías preguntando eso, y bueno, me estás liando. Yo me encargo de responder, porque supongo que tendrás dudas. Por supuesto, todo el mundo tiene dudas, menos yo, porque se supone que estás en mi mundo. Así que es genial, porque vas a tener la suerte de aprender. Pero tendrás que estar atento, o atenta. Aish. Se gasta mucho tiempo en decir los dos, así que te voy a poner algún nombre, así sencillo, a ver... porque si de algo te tengo que avisar es de que tengo mucha imaginación, de eso se encargaron de repetirme una y otra vez el día que me metieron aquí, sobretodo mis padres adoptivos, como si fuera una disculpa. Claro que tengo imaginación y bueno, quizás también mucha, que podría haber aprovechado en pintar cuadros o escribir libros de fantasía ingeniosos.

Pero no. Eso no iba a ser posible ni lo será. En realidad, antes de conocerte, aunque todavía no es que me conozcas, ni yo a ti, pero ese no es el problema, porque tú eres el o la que ha venido a mí; de cualquier forma, antes me sentaba en la silla de mi habitación con unos cuantos colores y folios y hacía maravillas, realmente maravillas, incluso los médicos lo reconocieron. Ay, podría haber hecho algo bonito, como pintar cuadro con pinturas de aceite y practicar el puntillismo, que es verdaderamente llamativo y fantástico o esculpir obras de arcillas extrañas que simulen movimiento y siluetas con diferentes sentidos que no sepa ni yo lo que he hecho.

Pero en fin, en vez de eso estoy aquí, hablándote. No te molestes, no es que no me guste, porque me entretiene y te necesito, pero no sé, podría haber sido bonito. Bueno, ¿por dónde íbamos? Ah, sí, te tenía que poner un nombre... ¡Lo tengo! Ariel, ¿has visto qué fácil? Por ejemplo de chica, la sirenita, muy épica he de decir y de chico, bueno... de chico por el detergente, que su género es masculino. ¿Ves que sencillo? Y ya te estabas complicando. Bueno, creo que ya están todos los preliminares hechos, es hora de contarte por qué te necesito. Bueno, en sí no es que te necesite, porque necesitar, lo que es necesitar, no necesito a nadie, pero en fin, voy a vivir una aventura y sin nadie de testigo y corra la voz de lo que viviré, pues... como que no tendría sentido ¿no? Así que: yo enseño, tú aprendes. Yo Don Quijote, tú Sancho. Yo Holmes, tú Watson. 

Bueno, por ahora eso es lo único que sabrás de mí. De mi yo del presente. Todo lo del dibujo y demás pertenece al pasado, antes de ti. Tú fijas el tiempo. A partir de ahora tendrás que prestar atención, Ariel, pues alrededor de ti gira todo.

Aunque sin mí no podrías hacer nada, claro. Lo que digo, es que tienes que fijarte en los detalles más pequeños y descuidados y aprovecharte de los más evidentes y brillantes, pues, ¿quién sabe si se te puede escapar alguna pista? Exactamente. ¿Qué para qué son las pistas? Para encontrar al asesino, por supuesto, ¿qué creías? Hace falta resolver el enigma que nos asola del saber más profundo de la existencia habida y por haber. Okay, paro, es que a veces se me escapan los guisantes de la olla. Pero no te preocupes, son temporales, luego vuelven ellos solos a su sitio. Pues como iba diciendo, hay que averiguar quién es el malhechor... Pero, si te preguntan, no lo digas, pues todavía no han ocurrido. ¿Que cómo lo sé? Se puede decir que... me lo ha dicho un pajarito. Por eso hay que prepararse ¿verdad, Ariel?

ARIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora