Capítulo 6

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Primera Parte.

¿Qué narices está pasando? Llantos inconsolables se unen en un canto devastador. Fuera, llueve acorde a los lamentos.

Me acerco a los largos sofás, dónde están reunidos. Personas que no he visto en mi vida rodean a mis amigos. Todavía faltan algunos chicos: Tahíla, Marcos, Iván, Savanna y Samuel.

Me siento al lado de Ivi, su alma se escapa con sus lágrimas y siento no estar en mi propio cuerpo. Parece que no pertenezco a este lugar ahora. Tengo tanto miedo de decir algo o de saber el por qué de sus llantos. No, no quiero saberlo. No quiero saberlo. No quiero saberlo. Pero cuando un hombre que estaba con ella se aleja lentamente hacia algún lugar del salón e Ivi se gira para mirarme y sus hinchados y enrojecidos ojos se clavan en los míos, sé que no me voy a escapar de la realidad.

Y entonces es cuando el dolor me engulle.

Sus labios gesticulan miles de lamentos jamás lanzados. Se avalanza hacia mí en busca de un consuelo que jamás encontrará y solloza. Su susurro es el único sonido que puedo escuchar en el grande salón y por un segundo mi corazón deja de latir.

"Iván está muerto"

Me quedo paralizada y no puedo consolarla. Eso no puede ser. Nada de esto es real. No lo es. No lo es. Ivi empieza a gritar fuerte que él está muerto repetidas veces y creo que es producto de mi imaginación y una dura pesadilla. Me concentro en intentar despertar de este horror. Despierta, vamos, hazlo. Joder, Leila, hazlo. Veo a Ivi convulsionar y ser atendida por esa gente extraña. Es demasiado, no quiero ver esto. Despierta, eres inútil hasta para controlarte a ti misma, vamos.

Pero al parecer consigo todo lo contrario a mi propósito, siento una especie de pinchazo y una galaxia de manchas negras aparecen ante mí. Demasiado real. Demasiado doloroso. Voy perdiendo lo poco de conciencia que me queda hasta el sueño.

¿Todo es real?

*****

Pasos. Ruido. Silencio.

Abro lentamente los ojos, pero pesan demasiado así que los cierro y lo vuelvo a intentar. No hay demasiada luz, apenas unos destellos grises se cuelan por alguna ventana. Veo el techo, un techo inmaculado, impecablemente blanco y extrañamente precioso. Pero solo es un techo blanco, solo uno más.

Los ojos me escuecen, pero no es por la luz. Una capa legañosa cubre mi vista, extraño, es como si hubiera llorado por mucho tiempo. ¿Llorar? ¿He llorado? A ver, me he despertado, y recuerdo que estaba cabreada por... por... El cuarto de Tahíla aparece en mi mente, las tres riendo sin control, dominando el humo que salía a través de nuestros labios, disfrutando o realmente sufriendo el efecto de lo prohibido... Me enfadé por haberme drogado. Joder, menuda estúpida, ¿cómo se me ha ocurrido hacer eso? Siento como toda la ira que me recorría esta mañana vuelve de nuevo a mí.

Me duché para quitarme cualquier resto de la noche anterior y más tarde... más tarde todos lloraban. Iván está muerto. Los recuerdos bullían en mi mente aplastando todo a su paso, drenando ira alguna. Comienzo a temblar y me acurruco dondequiera que esté, lloro y empiezo a lamentarme. Rezos inservibles.

Unos cálidos brazos me envuelven y siento paz. No soy yo la que debería hacerlo. Súplicas aclaman mi mente procurando protegerme de cualquier dolor, intentando consolarme de cualquier tristeza. Pero el experimento ya ha sido realizado en otras ocasiones y la herida ha sido siempre la misma.

- Shh, vamos cielo, vamos, relájate, relájate...

Y por un momento lo hago. Esa voz... esa voz duele. Me giro y levanto un poco la cabeza, aquella joven enfermera rubia es la que me acuna. Me aparto de ella, no quiero tener su contacto. Me mira de una forma extraña, dolida.

ARIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora