Capítulo 2

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Durante la cena estuvimos hablando sobre el "juego" que Ángel nos tenía preparado y charlando sobre qué cualidades tenía uno u otro. Tenemos permitida media hora después de la cena antes de irnos a nuestras habitaciones, pero generalmente suelo subirme pronto porque no descanso bien y al día siguiente estoy zombie. Así que, subo hasta mi habitación, entre la de Savanna y la de Thaíla, abro la puerta y entro. Por cierto, de cena había ensalada de alubias, no te creas, estaba bastante buena. Mi cuarto es normalito tirando a deprimente, lo más significante son los colores oscuros y asquerosos que recubren todas las paredes. Me estiro en la cama relajando los músculos y como veo que me voy a quedar frita, me despido:

- Buenas noches, Ariel.- te digo bajito en la soledad oscura de mi habitación, incluso creo oírte responder.

*****

Un nuevo día comienza, dándose a conocer a través de los tenues rayos de sol. Como cada mañana (y antes de desayunar) tenemos que ir a recoger nuestra cajita de drogas diseñada para cada uno. Yo tengo dos pastillas moradas, una roja y otra verde. Me queda la amarilla para coleccionar a los teletubbies. Y la aspiradora. Nos las da una enfermera de mediana edad, baja y rellenita. Se coloca en la parte más alejada del comedor y allí se asegura de que nos hayamos drogado como es debido. Me dirijo hacia las escaleras y allí me encuentro con Marcos y Samu.

- ¡Buenos días, chicos!

- ¿Acabas de despertarte ahora? -me pregunta Samuel, algo extrañado.

- Eso parece, ¿por qué? -y hay que dar gracias que me he levantado ahora y no más tarde.

- Porque dentro de quince minutos hay terapia.- dice Marcos apoyándose en la barandilla de la escalera, con una sonrisilla. No fastidies, ¿tan tarde es?- nosotros íbamos ya para la sala.

- Pues nada, a llegar tarde se ha dicho. Lo primero es lo primero. ¿Queda todavía pan para tostadas?- les pregunto con una sonrisa.

- Creo que no, mira a ver si Iván te ha dejado napolitanas.- me responde Samu riéndose recordando el desperdicio de ayer.

- Decidle a ese que me espere a la salida.- les dije en tono desafiante.- y a Ángel que no me he escapado y que iré en cuanto pueda, plisssssssssss.- les dije a modo de despedida bajando las escaleras de dos en dos.

- Si tan siquiera hubiese salida...- oigo de lejos decir a Marcos con un toque de añoranza.

Cuando llego al comedor, veo en la esquina derecha a Camelia que me mira con cara de pocos amigos y con los brazos cruzados. Ariel, te presento a mi mula, la que me pasa la cajita.

- Buenos días, florecilla, una de lo de siempre.- le digo cuando estoy más cerca con una gran sonrisa. Su cara se contrae aún más, mientras coge la "medicina". Vaya, hoy se ha levantado con el pie izquierdo.

- Menos guasa, y tragatelo todo, que estás empezando a desvariar.- dice con un gruñido. Cuando lo hago me hace una seña para que abra la boca y asegurarse de que me las he tomado.- y a ver si aprendes a ser puntual, que llevo esperándote diez minutos.

- Estoy segura de que esa es la pastilla amarilla. Venga, que solo me queda la aspiradora.- le digo con una carcajada.

- ¿Pero qué dices Leila? Esta tarde cuentale esto a Raquel ¿vale?- dice con un tono más tierno. Pobrecilla, no está hecha para esto.

Me despido de ella y voy hacia los expositores, cojo un batido de chocolate (odio los de fresa) y... ¡sorpresa! hay napolitanas. Me cojo una y me tomo ambos rápidamente. Tampoco es plan de llegar pasado mañana. Salgo del comedor y cuando voy a entrar a la sala de terapia, me quedo mirando a la pared.

ARIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora