You are not the only one [Meanie/Wonhui]

Cinq

Wonwoo condujo lo más rápido que pudo y subió corriendo las 4 plantas sin ascensor, llegando sin aliento al apartamento que compartía con Mingyu. Por suerte para él, llegó antes que el menor.

Después de un par de minutos en los que consiguió calmar su respiración, comenzó a toda prisa a preparar la cena, intentando disimular el hecho de que acababa de llegar. Diez minutos después, Mingyu llegó también a casa.

—Bienvenido —saludó Wonwoo con voz alegre, asomando la cabeza por la puerta que separaba la cocina de la entrada.

—Hola —contestó Mingyu con expresión seria.

Ignorando el humor de Mingyu, Wonwoo se acercó hasta él con la intención de besarlo, pero el menor giró su rostro y se apartó de él.

—¿Qué pasa? —preguntó Wonwoo, frunciendo el ceño.

—Tenemos que hablar —contestó mientras se dirigía hacia el salón, pasando junto a Wonwoo.

El mayor fue tras él, con el corazón en la garganta, y se sentó, quedando uno frente al otro.

—¿Dónde has estado hoy? —Mingyu clavó su mirada sobre los ojos del mayor.

—Trabajando. ¿Dónde iba a estar? —respondió Wonwoo, intentado no apartar la mirada y parecer tranquilo.

Mingyu dejó salir un suspiro y se removió en su asiento, desviando la mirada brevemente.

—Hoy, después de hablar contigo, me he encontrado con tu compañero Jihoon en la puerta de tu oficina.

Wonwoo seguía en la misma posición, en silencio, aguantando la mirada mientras retorcía sus manos en su regazo.

—Me preguntó que qué hacía allí y, cuando le dije que había ido a buscarte, se sorprendió. —Hizo una pausa, esperando a que el mayor dijese algo, pero continuó ante la falta de respuestas por su parte—. Se sorprendió porque hoy es tu día libre.

Wonwoo continuó sin romper su silencio.

—Pero eso no es todo. —Sonrió con amargura—. También me ha dicho que tú nunca trabajas los miércoles.

Mingyu fue amentando el volumen de su voz, casi llegando a gritar al final de la última frase. Wonwoo tragó saliva y por fin dijo algo.

—Minie, déjame que te explique…

—¡¿Explicarme qué?! —gritó de pronto, dando un golpe con su puño en la mesita de café que había entre ambos, provocando un gran estruendo que hizo que Wonwoo diese un pequeño salto en su sitio—. ¡¿Me vas a explicar dónde has estado yendo todos los miércoles mientras yo pensaba que estabas trabajando?! —gritó de nuevo, poniéndose esta vez de pie.

—Mingyu, no me grites... —susurró, mirándolo encogido desde el sillón.

—¿Que no te grite? ¡¿Que no te grite?! ¡Gritar es lo mínimo que puedo hacer! —dijo, empezando a dar vueltas por la habitación— ¡Me has estado mintiendo durante más de un año!

—Mi amor, déjame que te explique —pidió de nuevo Wonwoo, con voz suave, intentando calmar al menor.
Mingyu pasó frustrado su mano por la frente y caminó hasta quedar frente a Wonwoo.

—Hay otra persona, ¿verdad? —preguntó mientras volvía a clavar su mirada sobre él.

—Mingyu, por favor... —dijo Wonwoo, intentando que el menor dejase el tema, pero las lágrimas de culpabilidad ya empezaban a acumularse en sus ojos.

—Deja de mentirme —pidió Mingyu, dando un paso más hacia él—. ¿Hay otro?

Wonwoo agachó la cabeza, y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.

—Lo sabía —susurró el menor, dejándose caer de nuevo en el sillón, poniendo los codos sobre las rodillas y ocultado el rostro entre sus manos.

Ambos permanecieron en silencio un par de minutos, Wonwoo intentado dejar de llorar y Mingyu luchando por no llorar él también.

—¿Lo conozco? —preguntó finalmente el menor, evitando mirar directamente a Wonwoo.

Wonwoo negó con la cabeza aún gacha y lágrimas cayendo de sus ojos. Mingyu se levantó y salió del salón, dirigiéndose hacia la entrada de la casa.

—¿Dónde vas? —preguntó el mayor con voz pastosa, acelerando el paso para llegar junto a él.

Mingyu se paró en seco, pero no se volvió hacia Wonwoo.

—No... No lo sé —contestó, negando con la cabeza.

Mingyu reanudó su paso, saliendo de la casa y cerrando la puerta detrás de él.

Wonwoo respiró hondo, intentando de nuevo detener sus lágrimas y se dirigió de nuevo hacia el salón. Cogió su teléfono que estaba sobre la mesa e hizo una llamada.

—Jun, ¿puedes venir? —preguntó entre sollozos—. Te necesito…