Neuf - Épilogue

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Nada más llegar a casa y entrar por la puerta, el otro chico se abalanzó sobre él, acorralándolo contra la pared y atacando sus labios en un beso desesperado.

—Te estaba esperando —susurró en su oído mientras se apretaba contra la pelvis ajena.

—Vamos a la cama —jadeó el chico contra la pared, a la vez que su cuello era mordido suavemente.

El más alto se separó, agarrando el brazo del otro y arrastrándolo hasta la habitación. Una vez ahí, ambos empezaron a desnudarse, dejando la ropa caer de cualquier forma sobre el suelo, para después acomodarse encima de la cama.

—Abre las piernas, precioso —pidió el más alto, mientas gateaba hacia él sobre la cama.

El chico tumbado bocarriba gimió excitado y abrió las piernas, dejando que el otro se acomodase entre ellas. Rápidamente, agarró la mano del muchacho, llevándola a su boca e introduciendo varios dedos en ella, comenzando a pasar la lengua por cada uno con desesperación, dejando salir suaves gemidos de vez en cuando.

Los dígitos fueron retirados de forma brusca tras varios segundos, y las piernas del más bajo fueron separadas de forma que su entrada quedó totalmente expuesta.

Sin esperas, un primer dedo fue introducido en su trasero, y no pudo contener un grito agudo por la sorpresa y el placer de la intromisión. Tras esa reacción por parte del más bajo, el otro chico introdujo un segundo dedo con la misma brusquedad.

—Más despacio… — pidió el muchacho, soltando un grito cuando un tercer dígito fue introducido junto a los demás— ¡Joder! ¡No seas tan bestia!

El chico frente a él detuvo sus movimientos y, sin sacar los dedos de su entrada, se inclinó sobre él, pasando la lengua por las marcas que anteriormente había dejado con los dientes en su cuello.

—Sabes que me encanta oírte gritar —susurró en su oído antes de embestirlo con fuerza con los tres dígitos.

Un agudo gemido salió de la garganta del más bajo cuando los dedos tocaron su próstata y una ola de placer recorrió todo su cuerpo arqueando la espalda, quedando el dolor en un segundo plano.

Las embestidas continuaron varios minutos, en los que el punto sensible del chico era estimulado constantemente, dejándolo al borde del orgasmo. Los dedos fueron retirados despacio, dejando al chico con ganas de más.

—No pares ahora —pidió con la respiración entrecortada, mientras se retorcía sobre la cama.

Pasaron unos segundos y, ante la falta de contacto sobre su cuerpo, el más bajo enroscó sus piernas en la cintura del chico, atrayéndolo con fuerza hacia él y haciendo que su erección quedase apretada contra su entrada. El más alto se echó hacia delante, apoyando sus manos sobre el colchón para no caer y ambos dejaron salir un gemido.

—Hazlo ya —susurró el muchacho que se encontraba debajo, comenzando a mover sus caderas de forma su trasero se restregara contra la erección contraria.

—Eres muy impaciente —se burló y acercó sus rostros.

Sus labios se juntaron y sus lenguas se encontraron en un beso lleno de excitación. Mientras la batalla de lenguas continuaba, la erección se fue introduciendo lentamente en su trasero. El más bajo ahogó un gemido en los labios ajenos cuando el miembro estuvo completamente dentro de él. Pasó las manos por a espalda del chico sobre él, arañando suavemente a la vez que pegaba más sus cuerpos.

Ambos se quedaron quietos hasta que el aire se hizo necesario, siendo el beso interrumpido. El más alto aprovechó para erguirse de nuevo, retirando el agarre de las piernas alrededor de su cintura y separándolas aún más que al principio.

Con una mano en cada pierna del chico, observó como su erección desaparecía en su interior antes de sacarla lentamente para, segundos más tarde, volver a introducirla con fuerza.

Las embestidas comenzaron poco a poco a coger velocidad y más fuerza. El más alto desplazó sus manos hasta el trasero del otro chico, levantando sus caderas de forma que cada estocada diese directamente en su próstata.

Los gemidos del chico se convirtieron en gritos cada vez que su próstata era estimulada.

—¡Más! ¡Más fuerte! ¡Por favor! —gritó entre gemidos mientras movía las caderas al ritmo de las estocadas.

El más alto dirigió su mano hacia la erección que se erguía frente a él, la cual se balanceaba con cada embestida que daba, y la rodeó, empezando a acariciarla con rápidos movimientos a la vez que introducía su propio miembro a más velocidad.

Una oleada de placer recorrió el cuerpo del más bajo, sintiendo como pequeñas lágrimas nublaban su vista y comenzaban a deslizarse por su sien. Apretó con fuerza las sábanas entre sus puños a ambos lados de su cuerpo y arqueó la espalda, echando la cabeza hacia atrás cuando llegó al tan esperado orgasmo, manchando su pecho y la mano del chico frente a él. Un agudo gemido salió de su garganta y dejó caer sus piernas, totalmente exhausto.

Las embestidas siguieron un par de minutos más, haciendo que el cuerpo del más bajo temblase ligeramente por la sobreestimulación recibida sobre su próstata.

El más alto se inclinó sobre el otro chico, apoyando los codos a ambos lados de su cabeza, a la vez que las embestidas se hacían más rápidas y descoordinadas. Segundos más tarde, acabó en el interior del chico con una fuerte embestida, junto a una fuerte mordida en su hombro que lo hizo retorcerse por el dolor.

Media hora más tarde, ambos se encontraban acurrucados el uno junto al otro bajo las sábanas, mientras el más bajo acariciaba con la yema de sus dedos el pecho ajeno.

—No te vas a creer a quién he visto hoy —dijo, sin dejar de acariciar el pecho desnudo.

You are not the only one [Meanie/Wonhui]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora