Make a Wish

Reconocimiento *Supercorp*

Se suponía que sería una misión de reconocimiento simple, al menos eso fue lo que su superior le había dicho. Entraría a la ciudad, tomaría la identidad de la rubia que se había marchado a Gotham, recaudaría cierta información de una investigación secreta que realizaba Lena Luthor y volvería. Un trabajo sencillo.

Pero ella nunca tomó en cuenta lo que sentiría al verla.

Sus ojos verdes la miraron con curiosidad y ella tembló cuando su mano pálida acarició su brazo con delicadeza. Se sintió increíble. Nunca había sentido tantas cosas por una simple mirada de una humana cuyo rostro para ella parecía tallado por ángeles y dioses. Ella balbuceó, por primera vez en lo que recordaba que tenía de vida balbuceó cosas que ni siquiera ella pudo comprender hasta que la mujer solo rió y le deseó un buen día antes de continuar con su camino, no sin antes darle un abrazo de despedida.

No sospechó de ella, por algún motivo no le pareció una persona peligrosa y evitó escribir alguna cosa sospechosa en los reportes que enviaba a su superior. Trabajando bajo la identidad secreta de la conocida como Supergirl, ella le pareció que no había mucha información para sacar de allí, sólo que Lena mantenía consigo parte del Harun-El, o como ella lo llamaba "Kryptonita negra". Durante la semana ella intentó acercare a la mujer pelinegra y estuvo recaudando un poco información por medio de su asistente Eve, quien parecía ser más elocuente que Lena. Según las investigaciones no había mucho que decir acerca del tema, solo que dividía a los kryptonianos.

Ya había recibido una orden de retorno cuando se encontró con la mujer de ojos verdes, que la había hecho suspirar un par de veces en la semana, frente a la puerta del departamento de la rubia cuya identidad había robado. La mujer le regaló una sonrisa amable y ella, solo porque seguía en su papel de Kara Danvers, la dejó pasar.

Lena solo quería tener una cena con ella, ya que según lo que decía su pareja había ido a Gotham para solucionar ciertos asuntos, y por palabras de la pelinegra no tenía otra amiga en la ciudad además de ella. Mencionó a alguien que no conocía, Samantha Arias, le dijo que su hija Ruby estaba bien y ella solo intentó llenar su boca con aquellas hamburguesas, asintiendo con su cabeza sin comprender de qué estaba hablando.

Las horas pasaron entre conversaciones banales, por supuesto que quien más hablaba era la mujer de ojos verdes, pues ella no tenía realmente mucho que decir, había sido entrenada para golpear no para hablar. No supo en qué momento la atmosfera entre ellas cambió y en un momento tenía a la mujer muy cerca de ella, observándola con detenimiento bajo aquellos anteojos que le parecían molestos.

—Me gustan tus ojos, —soltó de repente, sin siquiera darse cuenta de lo que había dicho hasta que el rostro de Lena cambió por uno de sorpresa y sus mejillas se sonrojaron un poco —, es decir... son hermosos.

—También me gustan tus ojos...—Lena apartó sus anteojos y mentalmente ella lo agradeció —, son como el cielo. —se acercó a la pelinegra, sus labios estaban a punto de tocar los tuyos cuando Lena tomó una larga respiración y estrechó sus ojos a ella, haciéndole una pregunta que la desconcertó —¿Quién eres? —su voz sonó un poco ronca y ella arqueó una de sus cejas —. No eres Kara.

No tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió un pinchazo en su cuello. Se levantó del sofá, quitándose aquella jeringa del cuello y notando aquella sustancia verde a la que por algún motivo era débil. Su vista comenzó a nublarse e intentó acercarse a aquel teléfono celular que la conectaba con su superior, no obstante, cayó al suelo antes de poder alcanzarlo y su visión quedó reducida a la oscuridad total mientras escuchaba a la mujer de ojos verdes hablar por teléfono con alguien.

Despertó en una especie de jaula de cristal con luz roja, sintiéndose débil. Lo primero que intentó al levantarse fue romper los gruesos vidrios con un fuerte golpe, sin embargo, lo único que causó fue que el dolor la recorriera desde sus nudillos, extendiéndose por su mano hasta su brazo y ella miró el cristal confundida.