Capítulo 1

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En aquellos callejones, un hombre jalaba del cabello de una chica. "Límpialo" exigía refiriéndose a su zapato sucio a causa del café que la chica había derramado en él. "He dicho que lo limpies" volvió a tirar de su cabello con más fuerza. Algunas personas se quedaban viendo la escena, algunos lo seguían de largo, pero nadie intervenía. ¿Quién la defendería cuando el hombre es intimidante y tiene una pistola en la mano? La verdad era que nadie quería poner su vida en riesgo por salvar a una chica que ni siquiera conocen.

El hombre puso su pistola justo en la cien de la chica la cual solo cerró sus ojos mientras sollozaba temiendo por su vida. Tenía una hermana menor a la cual cuidar y a su mamá enferma en un hospital, ella solo quería llevarle una taza de café caliente y algunos dulces para subirle el ánimo, por su mente nunca pasó que terminaría así. "¿No lo vas a limpiar perra?" Justo cuando el hombre cargó su arma para dispararle, un chico lo tomó por su hombro y al girarlo solo se vio el puño del chico en su cara provocando que el hombre retrocediera algunos pasos.

Otro chico se apresuró a levantar a la chica del suelo la cual solo temblaba, sus piernas aun no tenían la fuerza suficiente para sostenerla.

—Tranquila, ya todo está bien.

El chico la sostuvo apegándola en su pecho mientras el otro hacia papilla al hombre que se creía todo un macho. "¿Amenazas a una mujer con una pistola? Amenaza mejor a mis pelotas que ni siquiera tiemblan ante un pendejo cobarde como tú" Rápidamente le tapó los oídos a la chica ante lo que dijo su amigo, esas palabras vulgares no se deberían decir frente a una dama, pero ¿Qué se podía hacer cuando su amigo nunca media las palabras? Luego de unos minutos llegó la policía, esposaron al hombre y se lo llevaron a la delegación.

—Es un pendejo, se creía todo machito y ni las pelotas me llegó a tocar.

—¡John!

—Ah, lo siento, frente a las chicas no. ¿Me disculpas bella princesa?

La chica aun asombrada lo miraba sin saber cómo reaccionar, sus mejillas se cubrieron de un color carmesí ante la sonrisa que le brindaba aquel chico.

—Soy Jonathan, él es Joseph, ¿Cuál es tu nombre?

La chica solo se mantuvo en silencio, aun no podía hablar por lo conmocionada y sonrojada que estaba. En un segundo estaba tirada en el suelo con un hombre amenazándola a muerte y al otro segundo estaba siendo sujetada por un chico sexy y otro diciéndole halagos. Su día se había convertido en uno muy extraño sin duda.

...

Con una enorme sonrisa la chica entró a aquel cuarto del hospital, su madre la estaba esperando con una buena noticia, en unas horas la darían de alta y podrían irse juntas a casa. Ninguno de los dos pudo evitar sonreír al ver lo felices que se mostraban las dos, pero su sonrisa cambió cuando la mamá de la chica se les quedó viendo.

—Ah, ellos son mis amigos, si se les puede decir así.— Murmuró lo último para sí misma.

—No sabía que tenías amigos y menos así de guapos. ¿Segura que no los secuestraste? ¿De dónde son? ¿Dónde los conociste? ¿Ya los invitaste a cenar? ¿Qué edad tienen? ¿Tienen novia, esposa o están solteros?

—¡Mamá! ¿Qué son esas preguntas?— Ambos volvieron a sonreír esta vez acercándose para saludar a la señora.

—Yo soy Joseph, tengo 24 años y él es mi mejor amigo, su nombre es Jonathan y tiene la misma edad que yo. No estamos casados y aun no tenemos novia, pero su hija es muy guapa. Los dos estaríamos muy orgullosos de ser su yerno. Con una suegra guapa y hermosa como usted, no nos negaríamos a nada.

La señora rió a carcajadas tomándolo de la mano. Sin duda eran muy caballerosos y serian un buen partito para su hija que aún no había tenido suerte en el amor.

—Muchas gracias a los dos por acompañarla hasta acá, las calles no están muy buenas y me preocupa que le pase algo mientras camina. Es un poco torpe y siempre se mete en problemas, espero que ustedes la cuiden bien.

—No se preocupe suegra, yo como novio de su hija me encargaré de que nada le pase.— Bromeó Jonathan mientras miraba a la chica con una sonrisa la cual se había sonrojado otra vez. —Por mala suerte ya nos tenemos que ir, pero espero que nos veamos pronto. ¿Se va a cuidar mejor, cierto?

—Claro que si, a mi ninguna enfermedad me gana, soy una señora muy fuerte.

—Eso esperamos.— Joseph le dio un beso en la mano al igual que Jonathan.

Ambos salieron del cuarto mientras la chica los seguía con la mirada un poco agachada.

—Muchas gracias por ayudarme, si no fuera por ustedes no sé qué me hubiera pasado.

—Agradécenos invitándonos un día a cenar, aquí está mi número.— Jonathan le entregó su tarjeta mientras con su otra mano le revolcaba su cabello largo y lacio. —Nos veremos pronto novia mía.

Comenzó a caminar al lado de Roman, pero sus pasos se detuvieron a los pocos segundos.

—Lilibeth, mi nombre es Lilibeth.— Luego de decir eso corrió de vuelta al cuarto con su madre, estaría sonrojada todo el día.

Al salir del hospital la sonrisa de Jonathan seguía intacta, para él había sido un día muy emocionante y un poco alterado, ni siquiera se fijó en que Joseph no lo seguía ya que se había quedado sumergido viendo aquella terrible escena. El hombre golpeó la mejilla de la chica y la entró a su carro a la fuerza mientras el chofer comenzaba a conducir. Suspiró pensando en cuando llegaría el día en que ya no vea esas escenas, por otro lado se quedó pensando en el rostro de esa chica. Sentía que ya la había visto antes, solo que no recordaba donde.

Con o Sin DineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora