Capítulo 6.- Una ciudad (poco) común

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Siguiendo las suaves luces que titilaban a la distancia continúe avanzando, buscando un poco de paz.

Había estado volando las últimas horas y lentamente veía como el sol comenzaba a ascender, si mi traje cambiaba a la media noche eso quería decir que como mínimo tenía cuatro horas volando.

El cansancio no dejaba de acumularse y aunque había tomado pequeños descansos, eso no cambiaba el hecho de que no podía continuar volando por siempre, por lo que apenas vi una carretera descendí.

La carretera era de terracería, pero estaba en muy buen estado, eventualmente extraños carros pasaban velozmente a mi lado, bañándome con gruesas nubes de polvo.

Aquellos carros eran curiosos, se parecían a los autos clásicos de inicios de siglo, con capotes de lona, y esa forma de carroza fúnebre, solo que sus largos cofres donde iría el motor habían desaparecido, para dejar solo un marco para las llantas y en la parte de atrás cargaban una enorme caldera que expulsaba una columna de humo color morado oscuro.

Nuevamente sentí el golpe de realidad cuando al acercarme a la ciudad esta no era una ciudad amurallada, con una larga fila para entrar, sino que era como todas las demás ciudades que conocía, aquellas en la que lentamente vas entrado en ellas.

El camino de tierra fue eventualmente sustituido por un camino de cemento, para mi fortuna, ya que estaba harto de respirar nubes de polvo.

La ciudad tenía un extraño olor que me recordaba a cuando quemas sácate.

Los edificios estaban hechos de cantera negra en su mayoría, y todos desde el más pobre hasta el más lujoso finamente tallados, y sobre todo, estaban lleno de gárgolas, de todas las formas y tamaños, no voy a mentir era atemorizante.

Columnas de humo purpura crecían de aquí y allá, mientras que los extraños carros, con alguna que otra carroza tirada por caballos, deambulaban por sus estrechas calles, donde en el mejor de los casos cabían dos carros uno al lado del otro.

Eventualmente fui recibido por lo que supongo es la puerta de la ciudad, La cual era decorada por una enorme estatua más alta que todo edificio a su alrededor.

La estatua de cobre era la de un hombre en armadura con su mano izquierda en la cadera y alzando su mano derecha, en la cual una serpiente se enrollaba para descansar su cabeza en el puño del hombre.

La cara de la estatua era la de un hombre en sus cincuenta años, cuya vida se había forjado en batallas.

En la parte de abajo se podía leer una placa de metal que decía "En memoria del fundador Federico del Lago." Mientras que escrito en letras enormes se leía "Bienvenido a la Cd. Lagos del territorio de..." Aunque había desaparecido la última parte por alguna razón.

Mientras poco a poco las calles se llenaban de gente una extraña sensación me invadía...

¡Todos son muy altos!

Más bien, yo soy muy pequeño, incluso hay algunos niños que son tan altos como yo...

Solo bajo la capucha de mi capa e intento fingir no percatarme.

--------O--------

Camine a través de las calles, evitando las miradas incomodas que me lanzaban debes en cuando, en ese momento realmente lo único que quería era dormir.

Busque incesantemente un lugar donde dormir, lamentablemente a pesar que todos parecían hablar español, las letras eran muy diferentes.

Eventualmente y asomándome a cualquier lugar con pinta de hotel, encontré uno.

Avalon Aunque sea una niñita cambiare este mundo con el poder entre las comillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora