El ocho de agosto nació Joshua Jr. Bustamante, el hijo de una leyenda..., y de mi mejor amiga.
Los últimos meses habían sido difíciles..., Axel tratando de evitar que ella se fuera del departamento, decidido a hacerse cargo de todo lo que tuviera que ver con ese bebé..., y Priscilla loca por alejarse del demente que se quería robar a su hijo..., alias, mi novio.
Al final la acabó convenciendo de quedarse, al menos hasta que pasaran los momentos difíciles; el parto..., los primeros cinco meses..., luego, si quería, podría irse..., eso le dijo él una noche, y ella no se negó. A su cuarto mes de embarazo, durante su etapa más sensible, me confesó que creía que no podría hacerlo sola..., y fue cuando le dije que no debía preocuparse por eso, porque siempre nos tendría a nosotros para apoyarla.
Yo había comenzado a trabajar a principios de enero, en un centro fotográfico, a unas cuadras de nuestro edificio, frente a un parque; no cobraba mucho, pero me alcanzaba para comprar las cosas que yo necesitaba, algunas para Priscilla y otras tantas para Lowly Annette. Axel era rico, y no le molestaba desperdiciar su dinero en todos nosotros..., pero realmente ese no era «su» dinero, sino de su padre, así que finalmente comenzó a trabajar a mitad de febrero en eso que tanto odiaba..., la empresa de su papá; nunca se quejaba, pero todos lo sabíamos. Por eso, yo trataba de distraerlo y lo llenaba de besos cada vez que llegaba..., me daba cuenta de lo feliz que lo ponía encontrarme cerca de la entrada, editando algunas fotos de mi trabajo, y de inmediato me sonreía.
Durante el séptimo mes del embarazo de Priscilla, nos dimos cuenta de que estaba saliendo con Felipe, quién siempre había sido de lo más caballeroso con ella..., y durante el parto, fue él quien sostuvo su mano. Salió traumado de esa sala, con cara de espanto, rasguñado, pero completamente encantado, como si al final hubiera valido la pena..., y lo hizo; el hijo de Josh y Priscilla era el bebé más lindo que hubiera visto jamás..., luego de Lowly Annette, esa sería mi bebé favorita por la eternidad.
Alexander (que prefirió no entrar) no dejaba de moverse de un lado a otro, completamente perdido en sus pensamientos, su mirada era seria, sus cejas estaban fruncidas, y su boca también.
—¿Quieres un café...? —Le pregunté como cinco veces, mientras lo veía pasar una mano por su cabeza pelinegra, pero en todas se negó. Y no se estuvo tranquilo hasta que Felipe le dijo que todo había salido bien, que el niño estaba bien.
A la distancia por la puerta translucida del hospital venía una señora bastante familiar, rubia y vestida de negro..., caminaba erguida y con elegancia. No tuve que observarla demasiado tiempo para saber que se trataba de Chantal Andruel, abriendo la puerta de cristal, para venir a conocer a su primer nieto.
—Alex... —dijo llamando su atención y él se puso de pies, permitiendo que besara dos veces sus mejillas. Sus ojos estaban cristalizados, casi al borde del llanto y luego lo miró con preocupación—. ¿Como está la niña...? —cuestionó refiriéndose a Priscilla—. ¿Cómo ha salido todo?
El día que Chantal se enteró del embarazo de Priscilla, a su tercer mes, echó el grito al cielo, haciendo un escándalo y dijo que ella era una estafadora y que solo quería su dinero, desde entonces mi amiga no volvió a acercarse, y ni siquiera trató de convencerla de lo contrario. Priscilla se lo tomó con calma, al principio trató de explicarle que no quería nada de ella, que solo se estaba informando por mera cortesía y que sin importar cuál fuera su reacción su hijo seguiría siendo su nieto..., y luego nos fuimos de su casa. Dos días después la llamó pidiéndole perdón y que la dejara formar parte de la vida del bebé..., Priscilla no estuvo muy a gusto, pero no se lo negó.
—Bien —Le dijo Alex y se sentó junto a ella para informarle todo cuanto sabíamos al respecto.
En ese momento Felipe volvió a salir de la habitación de su novia.
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Los ojos también mienten © #1 [✔]
Roman pour AdolescentsJoshua y Biangelis danzan en la cuerda floja de la rivalidad, dos almas destinadas a colisionar con personalidades que parecen imposibles de armonizar. Ni siquiera la intensidad de la conexión que comparten, una llama que arde en la oscuridad de su...