🌟|•Capítulo 25•|🌟

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—Lo siento, lo siento

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—Lo siento, lo siento...

—¿Cómo puedes perder algo así? —la voz de Axel estaba calmada, pero su ceño estaba fruncido mientras yo me disculpaba.

—Ayer estaba castigada, debía ir con mi mamá al centro de rehabilitación, entonces dejé la mochila sobre en el sofá y hoy cuando buscaba en mi mochila no encontraba la fotografía.

Él resopló.

—Seguro tu hermana —aseguró—. Ella ha estado interviniendo en la investigación.

—¿Por qué no simplemente juntamos a todos y les preguntamos? —lo miré confundida—. Nos hubiéramos ahorrado tiempo y un secuestro.

—Créeme, no vas a querer juntar tu mamá y la de Josh.

—¿Por qué? —fruncí el ceño.

—No se llevan muy bien, y mi mamá como es más amiga de su mamá tampoco se lleva bien con la tuya —simplificó—. Ese es uno de los motivos por los que nos mudamos.

—¿Y qué tenemos que ver nosotros con los problemas de nuestros padres? Ni siquiera sabía que se conocían.

—Tenemos mucho que ver —aseguró—. Pero de momento, lo mejor que podemos hacer es esperar y quedarnos tranquilos, sé que Josh está bien. Él sabe mucho más que tú y yo.

—Tengo mucho miedo —solté de repente.

—Si... Es lógico.

—Mi madre va a matarme cuando sepa que nos suspendieron —suspiré apoyando mi espalda del mueble—. Odio el amor.

—El amor no es malo... Malas son las personas.

—Cierto, pero algo de malo ha de tener el sentimiento que siempre acaba destruyendo personas.

—No las destruye, solo les da la oportunidad de reconstruirse.

Me quedé mirándolo en silencio, hacia media hora parecía que quería morirse y aquí estaba, explicándome como se supone que debía amar.

—¿Sigues enamorado de Nicole? —ni siquiera supe que no quería saber la respuesta hasta que había soltado la pregunta.

—No —dijo con firmeza—. Lo único que agradezco de mi oscuridad es haber tenido la oportunidad de distinguir los misiles de mis estrellas.

—¿Eso es una metáfora?

—Por supuesto... Solo espero que ellas no sean fugaces.

Con todo mi corazón deseé que se quitara las gafas y que sus ojos azules se enfocaran en los míos, pero sabía que pedirle ese deseo a cada estrella no era suficiente.

En aquel momento mi celular comenzó a sonar dentro de mi mochila y lo saqué solo para descubrir que era Felipe, ya eran las once de la mañana.

—¿Dónde estás? —cuestionó del otro lado de la línea.

Los ojos también mienten © #1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora