Me miré en el espejo y toqué mi pelo para fijar bien el moño. Alisé la falda negra de tubo que me llegaba por encima de la rodilla y cogí mi americana rosa palo y salí de la habitación con los tacones altos repiqueteando en el suelo de mármol blanco.
-¿Lista? -preguntó mi madre una vez que estuve delante de la puerta de la cocina. Asentí y ella cogió su bolso y las llaves de casa, agarró del brazo a mi padre, sonriendo y salimos hacia el coche.
Mi madre estaba preciosa, siempre los estaba. No sé cómo lo hacía, pero daba igual que ropa se ponía, si llevaba maquillaje o no, estaba preciosa. En cambio yo, con mi enmarañado pelo, mi piel pálida y mi delgado cuerpo, si no llevaba las cosas adecuadas podría hasta espantar a las babosas.
La casa de Margaret y Nicholas Miller no estaba tan lejos de nuestra casa. Tenía un patio trasero enorme, que daba a la playa, donde su hijo solía hacer todas las fiestas. Una de las cosas buenas de tener a Margaret como madre era siempre hacía fiestas.
Llegamos antes de lo que me imaginaba y las manos me empezaron a temblar ligeramente. Bajé del coche y agarré fuertemente mi móvil, que estaba en mi mano, haciendo que me clavara los pequeños anillos que adornaban mis dedos. Mis padre ya estaban a punto de llegar a la puerta de la casa así que me obligué a mi misma a caminar detrás de ellos. Miré a mis zapatos, con el corazón desbocado, esperando a que alguien abriera la puerta.
Los segundos pasaban como horas hasta que el delator chirrido de la puerta me hizo levantar la vista y encontrarme con una delgada señora vestido con un elegante vestido verde, con su rizado cabello rubio recogido hacia atrás. Soltó un pequeño chillido, que me hizo saltar del susto.
-¡Octavia!
Sonreí cuando ella ensanchó los brazos y los agitó en mi dirección. Sus ojos reflejaban entusiasmo y me envolvió en un apretado abrazo. Ya no me acordaba de la fuerza que tenía Margaret. Me suelta con otro gritito y sonríe mientras se lleva las manos al pecho.
-Por el amor de Dios... Cuanto has cambiado... -sus ojos brillan por las lágrimas retenidas y yo sonreí tímidamente.
-Me alegro de volver a verla señora Miller -afirmo.
Ella chasquea la lengua y entrecierra los ojos.
-Niña, ¿cuántas veces tengo que decirte que me llames Margaret? -reí y ella me guiñó un ojo.
Margaret se vuelve y abraza a mi madre, que nos observa con una sonrisa divertida, y después entramos en la casa. Es tal y como la recordaba. Colorida y luminosa. Dejé mi americana en el perchero de la entrada y nos dirigimos al comedor. Una amplia mesa decoraba la habitación, cubierta por platos de porcelana blanca y cubiertos de plata. Me fijé en que solo había 5 platos. Fruncí el ceño y tomé asiento frente a mi madre. Momentos después, no tardó en llegar la señora Miller con una enorme bandeja llena de comida. Su marido, Nicholas, se sentó en la cabecera de mesa y empezó a servir en nuestros platos la comida.
Mi estómago no parecía querer nada, así que empecé a remover el alimento con el tenedor, fijando la vista en el movimiento del objeto.
-Octavia, querida -levanto la vista y miro a Margaret sonriendo-. ¿Te alegras de volver a casa?
-¡Oh, sí! Tenía ganas de volver, estar con papá y mamá, ver a mis amigos de nuevo... Por cierto ¿dónde está Brad?
-Brad... Bradley está con unos amigos. Estuvo desde ayer con ellos y supuestamente vendría hoy antes de cenar pero se está retrasando y no creo que hasta muy tarde llegue, ya sabes. A estas edades no hay manera de controlar a tus hijos.
Mis padres rieron y yo me callé, mirando de nuevo a mi plato. El recuerdo que tuve en el coche cuando estaba de camino a casa, floreció en mi mente. Mi respiración era pesada y aferré fuertemente el tenedor al sentir el picor de las lágrimas en la garganta. Margaret y mis padres se dieron cuenta de lo que estaban haciendo y pararon de golpe. Levanté la cabeza y sonreí con mi sonrisa más amable.
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Tu, yo y el hombre de Plata [PAUSADA]
Teen FictionOctavia se marchó de casa antes de acabar el instituto hace dos años. Ahora vive con su novio, pero las cosas se complican y sus padres la encuentran y la llevan de vuelta a casa. ¿Podrá volver a ser la misma de antes después de todo lo que le pasó?